John Ford, Jack para los amigos de siempre, admiró tanto como envidió a su amigo Raoul Walsh —“conquistaba mujeres sin cesar y casi sin querer cuando tenía dos ojos y ahora que se ha quedado tuerto como yo, aún lo hace mejor”—, un cineasta de raza, curtido en los ranchos del Sudoeste, ayudante de Griffith en El nacimiento de una nación, en la que encarnó a John Wilkes Booth, el actor sureño que mató a Lincoln en el Teatro Ford de Washington, un director de acción. En una ocasión, y como necesitaba quemar un bosque de cocoteros en una isla de la Polinesia, consiguió que le hicieran miembro de la tribu, enamoró a la hija del jefe, le atravesaron la nariz con un punzón para que cintas de colores lucieran a uno y otro lado del apéndice, y después de todo quemó los cocoteros. Hay fotos de Walsh sosteniendo un pañuelo ensangrentado —le habían sacado de cuajo una muela— mientras dirige la secuencia de una película. Cuando se quejó a Jack Warner, de la Warner Bros., su estudio de siempre, de que no le asignaran nunca comedias, el viejo Jack le confesó la razón: “Raoul, tu idea de una comedia es incendiar un burdel”. Ya saben que en Hollywood, que fue y es parte del Oeste, cuando las leyendas se convierten en hechos se imprime la leyenda.
Pursued (1947), que creo que nunca se estrenó en España, es una de sus muchas obras maestras desconocidas, ya que a Walsh se le suele despachar como un aseado artesano de los que trabaja sin más en el engranaje de un gran estudio; en este caso y durante muchos años, la Warner Bros. Craso error, porque Raoul Walsh es uno de los diez mejores directores de la Historia del Cine. Para mí, sin discusión.
Pursued es un western escrito por Niven Busch, un escritor y guionista fabuloso —suyas son Duelo al sol y Las furias—, y rodado por Walsh a tumba abierta, a sangre y fuego, sin prisioneros. Un western complejo, torturado, novelesco, freudiano, desesperado como una historia de amor que roza el incesto aparente, lleno de ruido y furia shakespeariana, con una maravillosa fotografía del chino, apelativo cariñoso de la gente de Tinsel Town para ese genio de la iluminación y fotografía en el cine que fue James Wong Howe, y con Bob Mitchum y Teresa Wright, esposa del guionista Busch, una pareja muy inesperada pero que arde en el fuego de una pasión asediada por una lucha feudal llena de cadáveres, venganzas y dolorosos recuerdos.
Todo en Pursued posee ese aire de tragedia bíblica, de tragedia antigua anclada en lo telúrico, en viejas disputas de tribus, clanes, por la tierra; esa asunción, como certeramente apreció André Bazin, que convierte a cualquier western en el espejo de todo lo antiguo del mundo, de Grecia, Roma y muy especialmente de la Edad Media europea que la joven América no vivió.
Los flashbacks que anudan la narrativa de Pursued son como latigazos que agitan el presente y oscurecen el futuro del relato. Jeb Rand (Robert Mitchum) es un náufrago, superviviente de una masacre familiar cuyas razones, cuyos autores, quedan en la oscuridad, alimentando el aire de film noir, de thriller. Yo siempre he pensado que Pursued es el western que jamás filmaron Hitchcock o Wilder. Pero de la sangre de la familia de Jeb Rand se alimenta también la idea de culpa y, más allá, la de la venganza. Jeb es prohijado por la familia Callum y la matriarca de esa familia, Mrs. Callum —la Judith Anderson, recuerden, ama de llaves enamorada de Rebeca— se convierte en la madre de Jeb y también en la amenazadora esfinge del oráculo de la tragedia, que solo comenzó y nunca se cerró con la muerte de los Rand, porque esa muerte tiene raíces en otra tragedia ancestral, con amores, traiciones, adulterios y muertes. Jeb es atormentado en sueños por vagas imágenes de aquella noche de sangre, muerte y gritos; luego si su infancia no es un paraíso perdido, su juventud y madurez crece en la introspección pero también en la fortaleza de los solitarios. Su vida peligrará siempre, porque hay gente que piensa que cuando se ha iniciado una venganza la sal debe crecer sobre el solar de la familia que paga el precio de sus pecados. Thorley Callum (Teresa Wright) se cría con Jeb, se enamoran y esa sombra los persigue hacia el futuro y la felicidad. También se cría con ellos Adam Callum (John Rodney), y en esa crianza anidan amistad y rencores. Jeb se va a la guerra y a su regreso todo sigue estancado en el miedo, el odio, la sed de sangre y venganza. Todo girará, como advertía el maestro Fritz Lang en Rancho Notorious (Encubridora), en la ruleta implacable y cruel del Destino, que actúa como demiurgo de un ignoto comediógrafo griego olvidado en milenios, pero cuyas palabras resuenan una y otra vez en la pluma de cronistas que no les otorgan el perdón de ignorarlas. Esa ruleta gira en la muerte de Adam contra Jeb y alía a Mrs. Callum, su madre ambivalente, bruñida en los secretos de la culpa, y a Thor, su hermana adoptiva y amante, espigada en la familia a la que pertenece de manera ancestral, para buscar la muerte y una nueva venganza en Jeb Rand. El Destino y su Ruleta mortal giran y giran en ese Nuevo Méjico áspero, hermoso, mortal, eligiendo, sin azar que no sea la culpa y su castigo, sus víctimas. No se debe contar más, pero aunque lo contara Pursued es como un pergamino escrito en lenguaje desconocido, un Arca de la Alianza descubierta por accidente que testimonia viejas luchas que debemos descifrar.
Raoul Walsh rueda Pursued de manera tan genial como escalofriante. No da respiro a la acción, no concede tregua a los giros del relato, combina la hermosura salvaje y amenazadora de los paisajes, arriscados como los personajes, con el combate de los sentimientos en unos interiores dominados por las sombras y los angustiados recuerdos. Su puesta en escena engaña por la apariencia de un clasicismo sencillo que, en realidad, atesora un soberbio dominio visual para las emociones y la acción física que en muchos casos absorbemos intuitivamente. Su dirección de actores no deja lugar a dudas. En las películas de Walsh los actores y actrices no son personajes creados por intérpretes, sino seres de carne y hueso que nos miran desde el plano, exigiendo nuestra inmersión y complicidad.
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Pursued (1947). Producida por Milton Sperling para Warner Bros. Dirigida por Raoul Walsh. Guion de Niven Busch. Fotografía de James Wong Howe, en blanco y negro. Música de Max Steiner. Montaje, Christian Nyby. Dirección de Arte, Ted Smith. Vestuario, Leah Rhodes. Interpretada por Robert Mitchum, Teresa Wright, Judith Anderson, Dean Jagger, John Rodney, Alan Hale Sr., Harry Carey Jr., Bonny ‘Bonedust’ Young, Ernest Severn, Peggy Miller, Charles Bates. Duración: 101 minutos.
La vi por primera vez ayer por la tarde. No puedo estar más de acuerdo, obra maestra.
Muchísimas gracias por la recomendación señor Torres-Dulce.