Convendrás con nosotros, joven lector, en que la respuesta a esta pregunta debería ser la piedra fundamental donde se sustentara todo el edificio de la biología. Y, sin embargo, vaya por delante que tal respuesta no existe. O, mejor dicho, no hay una única consensuada por toda la comunidad científica… lo que es equivalente a no existir.
Parece extraño que en algo tan aparentemente básico no haya doctrina segura. Pero tiene su explicación. Imaginemos algo de lo que haya un solo ejemplar en el mundo. Podríamos, desde luego, describirlo en su apariencia, pero ¿cómo captar su esencia, lo que le hace ser lo que es, a partir de una única muestra? Pongamos el caso de una mesa, y preguntémonos qué hace que una mesa sea mesa. ¿Las patas? Las hay con ruedas. ¿Que se usa para sentarse a comer o trabajar? A veces se utilizan como simple repositorio; por ejemplo, para exhibir los libros en la librería, o apoyar encima una escultura. Del material, ni hablemos: madera, mármol, cristal, piedra… Y, sin embargo, más allá de formas, usos y condiciones particulares, todos sabemos que una mesa es una mesa en cuanto la vemos. Y eso es porque, gracias a la experiencia de los múltiples ejemplos, podemos reconocer, siquiera sea inconscientemente, esa esencia que define a cada cosa y la distingue del resto.
Pero de la vida tenemos una sola muestra, la vida en el planeta Tierra (hablamos del hecho biológico, no de sus manifestaciones: a estos efectos, da igual una bacteria que un elefante, pues toda la vida en la Tierra parte de un origen único y comparte una trayectoria evolutiva común). No hay, pues, elementos de comparación posibles. Para que los hubiera, deberíamos encontrar otra forma de vida que se hubiera desarrollado independientemente de la nuestra. Y esa es la razón de que no dispongamos de definiciones de vida unánimemente aceptadas.
Pero algunas, sí que se han acuñado, y circulan con mayor o menor fortuna. El viejo Aristóteles, de manera tan concentrada como elegante, nos dice que solemos llamar vida a la autoalimentación, al crecimiento y al envejecimiento. Con parecida capacidad de síntesis, pero más carga conceptual, la NASA habla de un sistema químico autosostenible capaz de experimentar una evolución darwiniana. Joven lector (y potencial estudiante de ciencias), te recomendamos que te entretengas elaborando la tuya propia, por acumulación de características como éstas (u otras que se le ocurran): crecimiento, desarrollo, tendencia a la autoorganización y a la complejidad, necesidad de energía, respuesta al entorno y, last but not least, reproducción.
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- Próximo capítulo: Cómo y cuándo empezó la vida
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