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Qué hay peor que un niño malcriado

Qué hay peor que un niño malcriado

Si bien Laird Koeing es conocido para el gran público por ser el autor de La chica que vive al final del camino, su primera novela, Los niños están mirando es una experiencia igual de inquietante en la que el autor juega con la comodidad del lector, no dejándole un lugar en el que relajarse.

Uno diría que en esta novela todo está mal: un grupo de niños solo preocupados por satisfacer sus caprichos que viven pegados al televisor, una niñera a la que han puesto un mote degradante, que no habla inglés y a la que ni siquiera el narrador parece respetar como debe, un hombre que puede saber demasiado… Todo está pensado para que el lector se revuelva incómodo en su asiento.

"Poco sabía entonces el autor que pasados cincuenta años su novela seguiría vigente, porque los televisores ahora son pantallas portátiles que se colocan delante de otros niños"

Los niños son los personajes más versátiles de la literatura. Capaces de albergar lo mejor y lo peor, son el grueso de esta novela, que no tiene piedad alguna a la hora de realizar un retrato ante el que el lector es incapaz de quedarse indiferente. Koenig juega con el universo en el que viven estos cinco hermanos y pone a prueba a cualquier amante de los niños a sentirse cómodo con ellos. Criados frente al televisor, sin tutela real de sus padres, son futuros monstruos que permanecen sin alterar sus vidas tras la muerte de su niñera. Cinco cabezas ante un televisor que solo se alteran realmente para decidir la película que quieren ver, en una narración que se ve interrumpida por párrafos en los que toma la voz la propia televisión para dar muestra de lo que sucede en la pequeña pantalla, porque para estos niños sin padres cerca su universo se reduce a esa pequeña caja. Podría decir que estamos ante un thriller: a fin de cuentas un día la niñera se duerme sobre una colchoneta que es empujada al mar y, evidentemente, eso no sale bien. Pero más allá de la muerte, es la alienación lo que aterroriza al lector de la historia. Koenig no tiene piedad a la hora de plasmar su crítica. Escrita en 1970, cualquier aficionado al cine identifica los años dorados del celuloide. Las pantallas colonizaron las casas y, en muchas de ellas, educaron sin supervisión a los más pequeños, que asistían hipnotizados a mundos ruidosos que aparecían y desaparecían al apretar un botón. Poco sabía entonces el autor que pasados cincuenta años su novela seguiría vigente, porque los televisores ahora son pantallas portátiles que se colocan delante de otros niños para que no molesten en los viajes, los restaurantes o las celebraciones familiares.

"Siempre que miramos algo deberíamos recordar que alguien puede estar a su vez mirándonos a nosotros: si los niños están mirando alguien les mira a ellos, y el lector, una vez más, se revuelve en su asiento"

En la novela vemos cómo estos niños son incapaces de desarrollar empatía hacia quienes les rodean y relativizan sus actos como si cada uno fuera un capítulo terminado que les permitiera pasar al siguiente y un muerto no supusiera más tragedia que un actor que ha sido despedido, siempre que no protagonice la película. La historia que iba mezclando el mundo real y el de ficción se retuerce, y ahora el único mundo que importa es que el que aparece por la pantalla, el que les da placer inmediato y les hace sentirse como pequeños dioses que disfrutan de lo que sucede en otros lugares. Y el problema de los dioses es que no permiten que nada perturbe sus deseos, aunque siempre que miramos algo deberíamos recordar que alguien puede estar a su vez mirándonos a nosotros: si “los niños están mirando” alguien les mira a ellos y el lector, una vez más, se revuelve en su asiento.

Laird Koenig y Peter L. Dixon nos dejan una pequeña pesadilla que yo tampoco pude dejar de mirar.

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Autores: Laird Koenig & Peter L. Dixon. Título: Los niños están mirando. Traductora: Alicia Frieyro. Editorial: Impedimenta. Venta: Todos tus libros.

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