En la vida recién descubierta de cualquier joven hay muchas preguntas que, curiosamente (o no tanto), son casi idénticas a las que nuestros antepasados ya se plantearon en la época de juventud del mundo. Por eso los relatos mitológicos son indispensables en su formación temprana; porque cumplen además una función secundaria fundamental, que es la de llevarles de la mano y de la manera más natural a los clásicos grecolatinos, obteniendo así el primer gran triunfo lector. Y es que en la literatura clásica se halla recogido todo lo fundamental que un hombre debe saber de sí mismo, siendo el resto de las obras literarias posteriores apenas unas notas en los márgenes de aquella memoria del hombre.
Así, en toda biblioteca ideal siempre deberían estar a mano del adulto (para refrescar su memoria ayudando a entonar el relato que luego transmitirá al joven lector) algunas de las imprescindibles fuentes de la mitología:
- Los Trabajos y los días de Hesíodo (no olvidemos que Heródoto afirma que éste, junto con Homero, fueron quienes dieron nombre a los dioses y asignaron a cada uno de ellos su quehacer o cometido, al mismo tiempo que les dieron su forma y atributos);
- Los poetas griegos como Píndaro y Teócrito, quienes cuentan con gran belleza algunos sucesos mitológicos individuales;
- Los dramaturgos Esquilo, Sófocles y Eurípides, responsables de universalizar el mito, pues sus grandes obras, tan famosas en la Antigüedad como hoy puedan serlo las series de Netflix, consiguieron que, acercando los dioses mitológicos a las historias humanas, éstos se hicieran cada vez menos divinos y narrativos, tornándolos definitivamente cercanos, mortales y alusivos.
- También los historiadores juegan un papel fundamental: Heródoto y Diodoro Sículo y los geógrafos Pausanias y Estrabón, que viajaron por todo el mundo griego y recogieron las historias que oían, proporcionan numerosos mitos y leyendas locales, dando a menudo versiones diferentes o poco conocidas.
- Las poesías de las épocas helenística y romana a cargo de la brillante trilogía de Ovidio, Séneca y Virgilio son ricas en detalles mitológicos importantes, que de otra forma se habrían perdido;
- Por último, citar las divertidísimas y atrevidas novelas en torno a la mitología del picante Apuleyo, el epicúreo y satírico Petronio o el virtuoso Heliodoro, que vienen a completar esta nómina de viejos amigos, a los que debemos recurrir para que refresquen la memoria de cuando fuimos dioses.
Las fuentes son decisivas para la formación lectora y tienen una gran ventaja con respecto a otras lecturas, y es que nunca jamás envejecen, pues obran el milagro de acompañar al ser humano desde que tiene capacidad de entender hasta que muere sin perder un ápice de autenticidad, brillo, misterio o verdad. Por eso su lectura habrá de emprenderse incluso antes de saber leer (las historias mitológicas en la orilla del sueño, leídas cada noche hasta que el pequeño lectorcillo cierra los ojos, es el regalo indispensable que todo padre debería hacer a su hijo). Y hasta la hora de la muerte, cuando las palabras despojadas de todo significado sean ya puro, bendito consuelo para el cansancio y la extrañeza de ir agotando poco a poco el tiempo concedido, la lectura de estos clásicos será el analgésico que ayude a marchar con dignidad.
Hay muchas editoriales que han trabajado cuidadosamente en la transmisión de nuestros clásicos adaptándolos a los más jóvenes: Anaya infantil y juvenil, por citar alguna, tiene una magnífica selección de mitos y héroes de la Antigüedad en una cuidada edición con ilustraciones y ejercicios de comprensión lectora para los más jovencitos, entre cuyos títulos se encuentran obras tan útiles como: La Metamorfosis de Ovidio; Héroes de Roma en la Antigüedad; Héroes de Grecia en la antigüedad; Los doce trabajos de Hércules; Alejandro Magno; Cuentos y leyendas de los dioses griegos…
En cuanto a los lectores que emprenden el complejo recorrido que se inicia a partir de los 12 o 13 años, cuando el cuerpo cambia arrastrando con él al corazón y la cabeza, hay al menos media docena de libros que servirán para seguir alimentando en ellos el imaginario de dioses, héroes y aventuras. Algunos de esos “clásicos” vinculados con la mitología y el Mundo Antiguo, imprescindibles en la biblioteca de un lector curioso, podrían ser estos:
- Percy Jackson, de Rick Riordan
- Los mitos griegos, de Robert Graves
- El Vellocino de Oro, de Robert Graves
- El toro de Minos, de Leonard Cottrell
- Dioses, tumbas y sabios, de C.W. Ceram
- Vidas paralelas, de Plutarco
Continúa con: ¿Qué pueden leer los jóvenes? Tercera parte: El Mundo
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