Aaron Sorkin es uno de los guionistas con un estilo más reconocible de la pantalla actual. Sus personajes (periodistas, políticos, militares, abogados, gente del deporte o de la tecnología) tienden a ser idealistas, ingeniosos, elocuentes y poseedores de un afilado intelecto, que se demuestra en diálogos y monólogos de gran brillantez, a veces en tono de comedia y a veces para ilustrar temas serios de sociedad, ética o política. Su punto álgido es el llamado estilo walk and talk, donde dos o más personajes caminan decididos por los pasillos de algún lugar importante, con gran urgencia y remango, no solo debatiendo con gran rapidez y lucidez lo que van a a hacer, sino dirigiéndose a hacerlo con firme resolución, y todo rodado en una sola toma sin cortes. Nacido en Manhattan en 1961, de familia judía, se interesó por las artes dramáticas desde el colegio y, viviendo en Nueva York, sus primeros escarceos profesionales los hizo en el teatro, en medio de trabajitos temporales de todo tipo. Tras probar brevemente como actor, donde realmente encontró su sitio fue como dramaturgo y guionista.
Algunos hombres buenos (A Few Good Men, 1992)
Inspirada por un caso real en el que trabajó su hermana Deborah, abogada, primero fue obra de teatro y después película con reparto de campanillas (Tom Cruise, Jack Nicholson, Demi Moore, Kevin Bacon). Es un drama legal sobre dos marines juzgados por haber matado a otro en Guantánamo, y sobre cómo Cruise intenta conseguir que Nicholson confiese si de verdad ordenó él mismo el «código rojo» que le causó la muerte. Todos los actores están perfectamente elegidos, desde Nicholson para asesinar con la mirada y la frase lapidaria gritada («You can’t handle the truth!», «You need me on that wall!») hasta Cruise como chulito imberbe pero con la razón de su parte, pasando por un Kevin Bacon que añade varios nombres clave más para jugar a Six degrees of, que puede resultar muy entretenido. En una época en la que el terrorismo internacional no estaba del todo en su punto álgido, esta obra recogía y debatía el tema de hasta qué punto se debe dar carta blanca a los militares no sólo para luchar contra enemigos exteriores sino también para formar y entrenar a sus propios soldados, todo ello en nombre de la manta protectora que se supone que te ofrecen cada noche. Era su primer guion, y Sorkin ya consiguió con él su primera nominación a los Globos de Oro.
Malicia (Malice, 1993)
Coescrita con Scott Frank y adaptada de una historia de Jonas McCord, esta película es un thriller de pistas falsas y continuas vueltas de tuerca, muy noventero, que no llegó muy allá con la crítica, pero que de nuevo atrajo a un reparto de sólida fama (Nicole Kidman, Alec Baldwin, Bill Pullman, Anne Bancroft, Gwyneth Paltrow). La trama va de una pareja de jóvenes profesores que toman como inquilino a un cirujano con delirios de grandeza y que se trae a sus ruidosas conquistas a la cama por la noche. En la historia hay abortos, juicios, violaciones, timos, planes maquiavélicos, inversiones de papeles y un monólogo en el que Baldwin llega a afirmar literalmente que es Dios. Es seguramente lo menos bueno que Sorkin ha hecho, pero incluso en su momento más bajo se nota que a los actores les encanta zamparse a grandes bocados los jugosos diálogos que escribe.
El presidente y Miss Wade (The American President, 1995)
La política, como veremos más adelante, es uno de los temas preferidos de Sorkin, y aquí hizo su primer acercamiento poniendo a un presidente viudo, demócrata y de razonable buen ver (Michael Douglas) en la Casa Blanca. Una parte del guion toca temas políticos como el control de armas, el medio ambiente, las respuestas a ataques terroristas o los tejemanejes necesarios para conseguir votos en el congreso, junto a otros adyacentes como las cosas a las que la prensa elige prestar atención o hasta dónde puede estirarse una promesa sin romperla. La otra parte, inevitablemente (sobre todo dado el destripante título español) va por la senda romántica de encontrarle novia al presi, a pesar de que su tragedia personal vale su peso en oro en las encuestas de valoración. A Sorkin se le acusa a menudo de que sus personajes femeninos son muy mejorables, pero aquí está uno de los mejores, Sydney Ellen Wade (la Miss Wade del destripante título español ya mencionado, interpretada por Annette Bening), la cabildera (me encanta como traducción de «lobbyist») que busca hacer presión para mejorar las leyes medioambientales del país. Es una comedia político-romántica limpia, idealista, chispeante y elocuente.
Sports Night (1998-2000, 2 temporadas, 45 episodios)
Sorkin solía escribir sus guiones de noche, a menudo con noticieros deportivos de fondo, sobre todo el SportsCenter de la cadena ESPN, y fue así como concibió la idea de hacer una historia ambientada en ese mundillo, pero cuando la extensión y la cantidad de personajes se le empezó a ir de las manos, convirtió el proyecto en serie para la cadena generalista ABC. Así pues, Sports Night la serie trata sobre un programa de deportes también llamado Sports Night y de las cosas que pasan en la redacción, encabezada por sus dos presentadores estrella, Casey y Dan (Peter Krause y Josh Charles, el antiguo miembro del Club de los Poetas Muertos). El tono de comedia aquí aumenta, llegando a tener risas enlatadas en los primeros episodios, pero Sorkin no quería llegar al terreno de la sitcom, así que después desaparecieron. Las tramas sobre la vida privada y los amores y desamores de cada uno ocupan más espacio que las noticias deportivas, ficticias, principalmente sobre béisbol, baloncesto o fútbol americano, que a menudo quedan bastante lejos de los intereses del público internacional. Sorkin inició aquí uno de sus tics narrativos más acusados, el de la pirámide corporativa formada por jefe-mentor gritón e hipertenso pero bienintencionado, el ejecutivo con ideas nuevas que simpatiza con los veteranos, y el dueño del cotarro que con una mano impone límites y con la otra detiene los peores instintos de la junta de accionistas. En la serie, el programa se supone que es el cuarto de más audiencia en su terreno del país, y de forma similar la serie tampoco fue de lo más visto, así que se canceló tras dos temporadas, debido en parte también a que Sorkin ya estaba metido en preparar la que sería su obra más conocida.
El ala oeste de la Casa Blanca (The West Wing, 1999-2003, 4 temporadas, 88 episodios)
El ala oeste es una de las series más famosas e importantes de todos los tiempos, aunque suele caerse de muchos «topcincos» y «toptenes» por su tono idealista, «aspiracional» y a veces grandilocuente. Dicho así pareciera que estamos hablando de una utopía inalcanzable, pero esta serie lo único que plantea es qué pasaría si el gobierno estadounidense estuviera dirigido por alguien con formación académica sólida (un premio Nobel de economía), brillantez intelectual, valores éticos, capacidad de liderazgo y de trabajo en equipo incluso con gente de otras ideologías, y verdadera vocación de mejorar al país. El hecho de que algo así se tache de irreal demuestra hasta dónde ha descendido la política, y no solo en América. Martin Sheen, de nombre real Ramón Estévez, hijo de padre gallego, que ya había sido el jefe de personal de Michael Douglas en El presidente y Miss Wade, es aquí el inquilino del despacho oval, dirigiendo una administración con personal como Josh Lyman (¡Láiman!) (Bradley Whitford), Toby Ziegler (Richard Schiff) o Sam Seaborn (Rob Lowe), que durante siete temporadas y 156 episodios pasó por todo lo imaginable. Unas veces vemos el día a día más mundano y rutinario y otras veces ataques terroristas, secuestros, tiroteos, desgracias naturales, campañas de reelección… incluyendo hasta cómo responder, siendo un show político, a lo que ocurrió el 11-S de 2001, solo días antes de que se estrenara la tercera temporada (respuesta: con un episodio especial aún más sorkiniano y locuaz que de costumbre). Acusada, y con razón, de gran sesgo ideológico en favor del partido demócrata (The Left Wing, la apodaban), ganó 27 Emmys y decenas de otros premios. Con 23 episodios por temporada, había espacio para la política, el romance, la comedia cotidiana, las temas serios, las citas eruditas y las partidas de póker con Trivial presidencial incluido. Sorkin, que escribía él mismo todos los episodios (aunque se le ha acusado repetidamente de usar ideas ajenas sin dar crédito) empezó a tener problemas serios con las drogas, abandonó la serie tras la cuarta temporada, y ha dicho haber sido capaz de ver solamente diez minutos del episodio siguiente, sintiéndose «como si alguien estuviera besando a tu novia». Sin embargo, ya había dejado una idea para temporadas siguientes consistente en una campaña electoral que enfrentaría a un joven demócrata de una minoría étnica contra un respetado veterano republicano. Esto fue en 2004. En 2008, los contendientes reales de las elecciones presidenciales de ese año fueron los dos políticos en los que se había inspirado Sorkin para esta idea: Barack Obama y John McCain.
Studio 60 on the Sunset Strip (2006-2007, 1 temporada, 22 episodios)
En otoño de 2006 la NBC estrenó dos series al mismo tiempo sobre el mismo tema: el funcionamiento de un programa ficticio de humor. Una de ellas era 30 Rock (Rockefeller Plaza en español), llevado por Tina Fey, que duró 139 episodios en siete temporadas, y la otra era esta de Sorkin, que a pesar de ser oficialmente un fracaso (cancelada tras una temporada), tiene muchos de los elementos que habían triunfado en series anteriores. La serie sigue a la mesa de redactores de números cómicos del programa del mismo título, inspirado en Saturday Night Live, toda una institución en la televisión estadounidense, pero que no suele verse en otros países, ya que su humor está demasiado atado a la actualidad local norteamericana como para funcionar fuera. Matthew Perry, Chandler en Friends, hace seguramente su mejor papel desde entonces, y Bradley Whitford repite con Sorkin, que además añadió algunos elementos de su vida personal a la trama, como el personaje de su novia católica practicante, en el que Sarah Paulson está estupenda, como siempre. Y si Jed Bartlet era el presi que todo el mundo querría, Amanda Peet es la ejecutiva que todo el mundo querría ver entrar por la puerta cada mañana. Aun así, había demasiados elementos en el aire como para que la situación funcionara bien, entre ellos que los sketches cómicos del programa, cuando se llegaba a ver alguno, no eran particularmente graciosos. De todas formas, merece la pena verse por sí misma más allá del completismo.
La guerra de Charlie Wilson (Charlie Wilson’s War, 2007)
Tras casi una década en televisión, Sorkin volvió al cine, con Julia Roberts y Tom Hanks nada menos, en esta película en la que la mezcla de comedia y tragedia venía sacada de la propia vida real. Está basada en el libro Charlie Wilson’s War: The Extraordinary Story of the Largest Covert Operation in History, que cuenta la historial real de cómo en los años 80 un congresista estadounidense, aficionado a la buena vida, las fiestas, las secretarias buenorras y la cocaína, para limpiar su imagen se mete a echar una mano a los paquistaníes que luchan contra los soviéticos en Afganistán, y a quienes la CIA no acaba de ayudar como quieren. La bola de nieve echa a rodar, y con Ronald Reagan como presidente el gasto «anti-comunista» del país pasa de cinco millones de dólares a más de quinientos, logrando que la Unión Soviética quede empantanada en Afganistán durante años. Parte de todo esto es real y parte está «sorkinizado», pero este episodio es otra demostración de que a veces la realidad es más extraña que la ficción. Se rumorea que la idea inicial era unir todo esto con el 11-S, pero Tom Hanks no estaba muy conforme con esto y se cambió el final (spoiler, sorry) a que le den una medalla a su congresista. Con este largometraje Sorkin añadía otro palo a su baraja, el de las películas biográficas, y conseguía su segunda nominación a un Globo de Oro.
La red social (The Social Network, 2010)
Sorkin nunca ha sido muy amigo de las redes sociales, y su desdén hacia internet en general se deja ver en varios lugares de sus guiones, pero eso no impidió que se metiera a escribir uno sobre Mark Zuckerberg y la creación de Facebook. Cuanto más va sabiendo el mundo de este hombre y de su mirada de velocirraptor digital, más alejada queda su imagen de la reflejada en esta película, donde Zuckerberg aparece como un empollón en general bienintencionado, pero incomprendido, impopular y a veces un poco bocazas, casi al borde del autismo (interpretado por Jesse Eisenberg), que da en el clavo con un invento para ligar y hacerse famoso a costa de perder amigos por un lado y ganar arrimados interesados por el otro. Sorkin dice que su manera de construir personajes consiste no en saber cómo son (los actores siempre le preguntan esto, y él no sabe responder) sino qué quieren, cuáles son sus obstáculos y qué van a hacer para superarlos, a ser posible con la simpatía del público. Esto con Zuckerberg no era fácil, pero con este film y David Fincher en la silla de director, Sorkin ganó el Oscar al mejor guion adaptado.
Moneyball (2011)
A estas alturas de su carrera, a Sorkin ya se le veían desde lejos los temas y situaciones a las que volvía constantemente (merece la pena echar un vistazo a este montaje donde se ve hasta qué punto recicla frases, expresiones y situaciones que se plagia a sí mismo), y en esta ocasión une el adaptar un libro ya existente con el mundo del deporte y con la obsesión de un personaje por lograr algo que desea, a ser posible con todo el mundo en contra. Moneyball es la historia de cómo otro empollón, este de datos y estadísticas deportivas, ayuda a que un equipo mediocre de béisbol tenga una de las mejores temporadas de su historia a base de fichar a jugadores que son descartados por otros equipos demasiado acostumbrados a usar el «ojímetro» del experto humano en lugar de los datos fehacientes. Este enfoque, que en 2002 era novedoso y considerado demasiado frío, hoy en día se usa en todos los deportes, y ya no hay jugador cuyas estadísticas se salgan un poco de lo normal que no tenga un ejército de ojeadores encima. Parte del diálogo más especializado resultará incomprensible para quien no sepa nada de béisbol, pero eso nunca ha sido un obstáculo para Sorkin, que hace soltar a sus personajes largas parrafadas de jerga política, social, periodística o de cualquier otro tipo para dar sabor a sus diálogos. Brad Pitt añade carisma y tirón en el cartel a una propuesta que de otra forma podría haber quedado muy limitada a que la vieran solo tíos con gorra. Sorkin obtuvo otra nominación al Oscar y al Globo de Oro por este guion.
The Newsroom (2012-2014, 3 temporadas, 25 episodios)
Como Sorkin a todo vuelve, también vuelve a las redacciones de televisión, aquí por tercera vez. En este caso se trata de un programa de noticias por cable, en serie hecha para la HBO. Otra vez es un canal ficticio, otra vez no es el mejor en las audiencias y otra vez hay una estructura superior de gente mayormente decente que acaba aparcando sus instintos mercantiles cuando la convences con la fuerza de tus argumentos y la pasión de tu retórica. Si a El ala oeste se le criticaba su idealismo, también puede ocurrir aquí, con ese deseo expresado de hacer un nuevo periodismo donde a todo se lo trate de manera si no imparcial al menos sí justa, escuchando a los expertos más relevantes expresar los méritos de su postura de la forma más clara posible, pero luego casi cada episodio contraviene esas mismas normas. De nuevo hay mucho sesgo hacia lo que en Estados Unidos se llama extrema izquierda y en Europa centro-derecha como mucho, pero por lo menos se admite abiertamente. Jeff Daniels interpreta a Will McAvoy, el veterano anchor (presentador «ancla») del programa News Night, un republicano moderado rodeado de reporteros, blogueros y economistas bellezones pero con dos carreras al mismo tiempo.
Steve Jobs (2015)
Hasta que se demuestre si merece la pena hacer una película sobre Bill Gates de Microsoft, habrá que conformarse con esta sobre Steve Jobs de Apple, con Michael Fassbender en el papel principal (a pesar de que no se le parece en nada), y que está construida a través de la preparación de tres presentaciones públicas de productos de la compañía, en 1984, 88 y 98 (rodados en tres formatos diferentes), acontecimientos que de por sí Jobs convertía en eventos para marcar en el calendario a través de las décadas, cual si fuera una colección de moda o una entrega de premios. La película adquiere, así, un aire aún más teatral, en tres actos bien diferenciados, y con aún más diálogo estático si era posible. Siempre es difícil decidir cuándo alguien es un déspota irracional o cuándo es un líder que arrastra a los demás a la perfección y al avance histórico hasta entonces tenido por imposible, y esta película, dirigida por Danny Boyle, tiene cuidado de no decantarse por lo uno o por lo otro, a pesar de la mención a la hija abandonada de Jobs. Kate Winslet, Seth Rogan y Jeff Daniels se unen a otro reparto de altura.
Molly’s Game (2017)
Hasta ahora todas las biopics de Sorkin habían sido, por así decir «no autorizadas», pero en este caso la biografiada, Molly Bloom, no solo escribió ella misma el libro de su propia vida, en que se basó la película, sino que eligió personalmente al guionista, por ser su favorito, y Sorkin llegó incluso a dirigirla, en su debut en el cargo. Bloom era una esquiadora de élite, destinada a triunfar en los Juegos Olímpicos de 2002, cuando sufrió una lesión que acabó con su carrera (y que aparece dolorosamente detallada en el film). A partir de ahí, su vida tiró por un camino insospechado: organizadora de timbas de póker de altos vuelos, con partidas millonarias y jugadores que eran actores, deportistas o financieros famosos. La trama está enmarcada como una historia de superación personal y empoderamiento femenino, donde Molly pasa de servir botellas por las mesas luciendo palmito (Jessica Chastain ayuda mucho a visualizarlo) a organizar el cotarro ella misma. Pero claro, la avaricia rompe el saco, la droga lo estropea todo, el dinero ilegal llama la atención de la policía y hasta las mafias rusas e italianas meten las narices por allí. Todo acaba en un juicio y en una decisión sobre qué hacer con la información que Molly tiene acumulada. También aparecen Idris Elba, Kevin Costner y Michael Cera haciendo una especie de mezcla de Leonardo DiCaprio, Ben Affleck y Tobey Maguire llamado «Jugador X» para evitar confirmar rumores más o menos sabidos. Con este largo Sorkin por fin se quitaba de encima las acusaciones de no saber escribir para mujeres, y se llevó una nueva nominación al Oscar
The trial of the Chicago 7 (2020)
Tras el éxito anterior, Sorkin volvió a repetir como guionista y director, esta vez para Netflix, en esta recreación de un incidente real en el que un grupo de manifestantes fueron juzgados tras protestar contra la guerra de Vietnam durante la convención del partido demócrata en 1968. El guion original se había escrito en 2007 para que lo dirigiera Steven Spielberg, pero la huelga de guionistas de aquel año dio al traste con el proyecto. Para cuando se recuperó, el tema de los límites en las protestas sociales y las líneas rojas de la policía al contenerlas estaban en todo lo alto, al haberse producido varias muertes de detenidos a manos (o rodillas en el cuello) de diversos agentes. Eddie Redmayne, Sacha Baron Cohen y Mark Rylance son los nombres más conocidos del reparto principal y, a pesar de las quejas habituales sobre exactitud histórica, Sorkin se ha convertido ya en la Meryl Streep de los guiones, siendo nominado a los Oscars otra vez, en lo que parece ya una costumbre casi inevitable.
Being the Ricardos (2021)
La televisión clásica vuelve a ser la inspiración para esta película sobre dos de las primeras grandes estrellas de este medio en los Estados Unidos de los 40 y 50, Desi Arnaz y Lucille Ball (Javier Bardem y Nicole Kidman, ambos nominados al Oscar, junto a J. K. Simmons como secundario). La trama no solo refleja el ascenso de un cubano y una mujer al estrellato en una nación controlada por varones blancos, sino que también aprovecha para mencionar aspectos que entonces se consideraba escandaloso mostrar en pantalla, como la infidelidad marital, el embarazo o el comunismo internacional.
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