La arquitectura del mal es un thriller que describe las cloacas del poder en el gobierno de la Comunidad de Madrid. Y lo más interesante de todo es que está basada en hechos reales. Su autor, José Manuel Vega, siempre había soñado con escribir un thriller y, cuando al fin se puso manos a la obra, le salió una historia que atrapa desde el primer momento.
En este making of, José Manuel Vega explica los orígenes de La arquitectura del mal (Plaza & Janés).
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Quería llamarme escritor. Con sus ocho letras. Así empezó mi aventura en la ficción.
Las lecturas de intriga y suspense que usaba como desconexión fueron aumentando y ganaron la partida a la no-ficción. Así surgió la chispa que me hizo plantearme la posibilidad de escribir un thriller.
Parece que los escritores tenemos que dar referentes elevados, minoritarios, desconocidos, incluso dirigidos a públicos muy selectos. En mi caso no es así. He tenido experiencias underground en otros proyectos de mi vida y, quizás con la edad, he descubierto el placer del mainstream: Gómez-Jurado, Dolores Redondo, Javier Castillo, Carmen Mola, Lorenzo Silva. Los autores europeos: la trilogía de Stieg Larsson o el Harry Quebert de Joel Dicker. Algunos más clásicos: Umberto Eco en El nombre de la rosa o Easton Ellis en American Psycho.
Estas lecturas me provocaron una gran pregunta: ¿sería capaz de escribir algo así? No tengo formación al respecto —soy ingeniero—, así que decidí releer a mis referentes con otra mirada, buscando las claves de su técnica, esas pistas para pulir personajes —su contexto, sus porqués— o para dosificar una trama que bullía en mi cabeza y que ya sabía que iba a ser compleja. Aprendí el oficio con los más grandes.
Desde el inicio tuve clara la trama y no tanto los personajes con los que le iba a dar forma. Tiré de recuerdos y busqué entre los directivos y los altos funcionarios con los que he tenido relación profesional a lo largo de veinticinco años. Ha habido de todo, por supuesto: profesionales extraordinarios que se convirtieron en amigos y también algunos miserables y ratas de cloaca que me han servido de gran inspiración. Así es la vida del escritor: con amigos competentes, educados y atentos no se puede escribir una buena novela negra. Hay que remitirse al lado tenebroso.
Decía que me alimenté de recuerdos, pero también mamé de los medios. Un simple vistazo a cualquier periódico y te llueven las ideas sobre cómo se han construido los negocios en las últimas dos décadas: comisiones, falsedades, maletines con dinero negro, sexo, cuentas en Suiza, fake news, adjudicaciones a dedo, puñaladas al compañero… La realidad me daba las respuestas. Así nació el título La arquitectura del mal: historias de éxito que se construyen sobre cimientos de corrupción y mentiras.
La trama, ese hilo argumental que se revolvía en mi cabeza desde que empecé esta aventura, fue el hilo conductor que fundía las vivencias personales y todas esas noticias que fui coleccionando de los medios.
Otro aspecto que consideré importante fue la cuidada selección de las ubicaciones en las que se desarrolla La arquitectura del mal. Quería situar a los personajes en localizaciones que yo conociera en detalle. No entiendo cómo otros escritores pueden describir lugares que no han visitado. Me parece muy complejo describir lo desconocido, diría que casi imposible. Así que me lo puse fácil. Mis personajes se mueven en los lugares en los que he vivido: la ciudad de Madrid y la Sierra de Guadarrama.
He seleccionado ubicaciones con magia, edificios emblemáticos y espacios que impactan cuando los visitas. En todos ellos he estado en persona, cuaderno en mano, para apuntar in situ las sensaciones que me transmitían. Espero que esas descripciones también cautiven al lector y que, si tiene la oportunidad, se anime a visitar los lugares que no conozca. Solo hay una localización de La arquitectura del mal en la que no he estado: Zúrich. No podía redondear una trama de corrupción sin las correspondientes gestiones con la banca suiza. Pero para esta ocasión conté con un aliado: Google Street View. No es lo mismo que una visita presencial, pero me permitió encontrar un despacho a la altura del gestor de fondos que mueve los hilos helvéticos.
Después de experimentar con diferentes tonos de comunicación, supe que La arquitectura del mal tenía que ser escrita para ser devorada sin concesiones: capítulos cortos, acción trepidante —influencia de lo audiovisual—, giros inesperados y una trama vibrante que no da tregua, con un retorcido final que, espero, sorprenda. Buscaba la novela que me hubiese gustado leer.
Pero La arquitectura del mal no es solo acción. Sentía que los personajes debían canalizar reflexiones e intereses sobre temas más allá de la trama como el ejercicio del poder o el sentimiento religioso. También quería que el lector tuviera la oportunidad de asomarse cual voyeur a la intimidad de los poderosos, a sus vidas desordenadas, a sus sofisticados fetiches ocultos heredados de la tradición sadomasoquista… Los diálogos terminaron por dar forma a este submundo de fantasía y excesos.
En resumen, tenía una trama, unos personajes, ubicaciones singulares y un puñado de buenas ideas de mis autores de referencia. Lo único que faltaba en esta ecuación era algo muy simple: constancia. Sumar palabras, frases y páginas. No decaer. Con empeño y perseverancia conseguí rematar una primera versión de mi historia.
Me preparé para enfrentarme a las primeras críticas, que esperaba constructivas. Los primeros lectores cero me dieron un baño de realidad: “todos los personajes hablan como tú”, “no hay perspectiva de género”, “sufres una clara imprecisión temporal”… y así una larga lista de objeciones —llamémoslas oportunidades— que traté de asimilar e incorporar en el texto de la mejor forma posible.
El epílogo de esta historia fue buscar una editorial, la mejor posible. Y la ocasión llegó de la mano de Plaza & Janés. Unas semanas más tarde me encontré delante de un contrato editorial —el segundo de mi vida—, que me apresuré en firmar antes de que mis nuevos editores se arrepintieran. Nunca se sabe.
En La arquitectura del mal, como buen thriller, el final es abrupto, truculento y retorcido. En esta otra historia, la historia de mi aventura editorial, mi making of particular, el final es feliz y romántico. Ha sido una vocación tardía, pero estoy enamorado de ella. Ya puedo decir que soy escritor.
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Autor: José Manuel Vega. Título: La arquitectura del mal. Editorial: Plaza & Janés. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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