Han tenido que pasar 75 años desde la publicación de 1984 para que sepamos que Julia es una mecánica del Departamento de Ficción. O quizás sea mejor empezar explicando quién es Julia, porque hoy todos los lectores conocen, incluso si no han leído, la obra 1984 de George Orwell. Gran Hermano es un término tan utilizado que hay un reality muy conocido que lo lleva por nombre, orwelliano se ha convertido en un adjetivo aceptado y escritores como Murakami realizan homenajes a este título en otros suyos como 1Q84. Y aún así pocos son los que recuerdan a Julia y nada se sabía sobre el papel de las mujeres en esta obra. Ahora, con el visto bueno de los herederos de Orwell, aparece un retelling de 1984 desde la perspectiva de este personaje, del que sabíamos que era la amante de Winston Smith, aportando una visión femenina y feminista de una de las distopías más famosas de la literatura bajo la pluma de Sandra Newman.
Newman presenta a Julia en su trabajo mostrando no solo su lugar, si no también los barracones en los que vive con sus compañeras y el trato y aspiraciones, cortas no nos vamos a engañar, que pueden tener las de su género. A partir de ahí entronca con Orwell para explicar el proceso por el que la protagonista llega a encontrarse con Winston, así como un desarrollo más directo de otros temas como las relaciones, el sexo, la ocultación de los márgenes reales del conflicto con Eurasia o el miedo y las desapariciones de las que nadie habla que se producen como algo normal en el entorno de los protagonistas. Newman se sitúa junto a escritoras como Atwood al señalar la valía de las mujeres en sociedades que las utilizan y reprimen y consigue mantener una fachada perfecta mientras se adentra poco a poco en el peligroso territorio del pensamiento crítico. Las personas inquietas siempre encuentran una grieta dentro del totalitarismo en la que desarrollan su capacidad de observación, no solo para no ser pillados en falta, también para encontrar a iguales. Y en esa búsqueda es cuando Julia se fija, inexplicablemente, en el rígido Winston. La relación entre ambos se desarrolla dentro de los mismos parámetros ya conocidos, solo que la visión crítica de la protagonista domina la novela señalando todo aquello que les roba el Partido junto con su libertad. “Estamos muertos” es una constante en sus diálogos con Winston. Cercenar la libertad como una forma de morir en vida y el sexo que Julia utiliza como rebelión se pone a disposición del Partido de una forma cruel convirtiéndola en un arma mientras el lector espera pacientemente que se de cuenta de que la maquinaria del Gran Hermano es como un pulpo gigante cuyos tentáculos llegan más allá de donde pensó en un primer momento.
Julia es precisamente por esto una distopía terrorífica. Puede que Newman enseñe los estragos sociales, el uso de los cuerpos, la reproducción férreamente controlada y la manipulación e incluso supresión de partes de la personalidad de quienes no cumplen las normas, pero el verdadero terror está en el camino tortuoso que emprende la protagonista, y que recuerda a esos héroes que escapan de hordas de zombis mientras corren de pueblo en pueblo, con la esperanza de llegar a un lugar seguro. Ese espíritu de lucha es el que hace que el final de la novela se sienta justo bajo la piel mientras el lector enumera las opciones posibles. Si es que quedan.
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Autor: Sandra Newman. Título: Julia. Traducción: Pilar de la Peña Minguell. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.
Reescribir 1984 es muy 1984, no? La profecía de Orwell se ha autocumplido, es deliciosamente irónico.