La escritura en colaboración existe desde hace décadas —pensemos por ejemplo en los célebres Dominique Lapierre y Larry Collins—, pero desde aquellos creadores de best sellers de los setenta estuvo dormida, casi reservada al ámbito de la escritura cinematográfica. Es lógico, por lo tanto, que hayan sido los tres guionistas de Carmen Mola quienes la han vuelto a impulsar. No es un reto fácil. Exige una coordinación absoluta y una renuncia al ego de la que pocos escritores parecen capaces. En este caso, según afirma la información suministrada por la editorial, cada uno de los autores ha escrito un capítulo. No es una información necesaria, porque cada uno parece haberse adaptado, con más o menos esfuerzo, al estilo del otro. Algo de coordinación conjunta debe de haber existido, sea por su parte o por parte de la editorial. Sin embargo, una vez sabida la distribución de la escritura, se percibe que los capítulos que corresponden a Rosa Montero tienen mayor profundidad y los de Olivier Truc un ritmo más acelerado, más diálogos y menos reflexión. Se encuentran más cerca de los patrones habituales del género. Son, en suma, más televisivos. Concretando aún más, podemos intuir que la parte más psicológica y los matices del personaje de Clara pertenecen a Rosa Montero y la pura acción, el personaje del policía, tan apegado a los arquetipos del género, son de Olivier Truc.
La desconocida es un policiaco clásico, género en el que los franceses tienen una notable tradición, el polar, que destaca en el ámbito cinematográfico —recordemos aquellas películas de Jean Pierre Melville con Alain Delon— o literario, del cual Olivier Truc es un digno representante. Rosa Montero no es una recién llegada al género negro. Muchos autores literarios han desembarcado en tan popular género, buscando, posiblemente, una mayor audiencia. Sin embargo Rosa Montero, con su personaje de Bruna Husky, había utilizado el género para experimentar, situando su trilogía en un futuro próximo, rozando la distopía y la ciencia ficción y tratando temas como la sobrepoblación, la implantación de tecnología en el cuerpo humano o la extinción de los recursos del planeta. Aquí también incorpora la denuncia de un tema tan grave como son las mafias internacionales y el tráfico de personas. ¿Qué esconden esos contenedores que llegan a miles a nuestros puertos y que no pueden revisarse porque se obstruiría el comercio internacional?
El planteamiento es clásico y eficaz. Una joven, con un brote de amnesia, aparece sola en un contenedor del puerto de Barcelona. La propiedad del contenedor es confusa, pero lleva a Francia. Y ahí aparece el antihéroe que esta novela necesita, un policía expedientado, poco amigo de las reglas, pero intuitivo, duro y valiente. Perfecto para convertirse en el protagonista de una saga, similar al Melchor Marín de Javier Cercas y a tantos otros. A partir de ahí ocurre la investigación, protagonizada por el detective francés, y la barcelonesa Ana Ripoll. Veremos si este intento se convierte en una saga o se queda en una sola novela. De momento, la unión entre Francia y España, que parece necesaria para el buen fin de la novela, no está forzada, resulta verosímil.
Lo mejor de la novela ocurre cuando Montero escribe con libertad, en el tramo central de la obra, por ejemplo en descripciones de personajes como: “… es fundamentalmente un buen hombre, una de esas personas que aprietan los tubos de dentífrico desde abajo hasta arriba y que ponen un periódico meticulosamente doblado en el fondo del cubo de basura para que no se manche” o en la trabajada, y ajena al tópico, salida de la disociación de la protagonista, cuando se rompe su amnesia y recupera la memoria. Esas páginas, escritas con maestría, podrían considerarse el auténtico clímax de la obra, lo que le concede valor diferencial: “Ese olor, ese olor específico, estalla en su cabeza como una bomba, junto al brillo sucio y empañado de los azulejos de las paredes. Todo ello abre una compuerta de su memoria y el pasado la inunda”. La contribución de Montero convierte a La desconocida en un interesante estudio sobre el dolor y la identidad, dos de los temas predilectos de su autora. Es, sin duda, el mejor personaje de la novela, bastante por encima de un Zapori deudor de miles de personajes del género, aunque siempre eficaz. Ana Ripoll, la comisaria de Barcelona, se sitúa en un terreno intermedio.
Seamos claros, Rosa Montero ha escrito La desconocida sin despeinarse y la contribución de Olivier Truc, siendo meritoria, no tiene un interés desmesurado. Sin embargo, Montero acumula tanto conocimiento narrativo y del ser humano que eleva a La desconocida sobre el promedio y la convierte en un experimento de calidad, un entretenimiento que abre caminos hacia una concepción distinta de la narrativa, más próxima a lo cinematográfico y tal vez imprescindible para que se mantenga viva durante estos tiempos, en los que convergen tantas fuentes de atención.
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Autor: Rosa Montero y Olivier Truc. Título: La desconocida. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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