Quien no quiere a Luz Casal no quiere ni a su madre. Se hace necesario parafrasear a Calamaro para iniciar esta crónica sobre el premio Varela 2023 y su galardonada. Alrededor de Luz Casal se juntaron en el mítico café Varela de Madrid muchos de sus amigos, sus admiradores y gentes que, por quererla y no darle la brasa con que la quieren, nunca la han conocido. Se trataba de demostrar respeto y cariño a una de las grandes de la música de este país, y el jurado de este año, después de premiar en ediciones anteriores a Raúl del Pozo, David Trueba, Juan Manuel de Prada o Antonio Lucas, tuvo la feliz idea de premiar a otra de las habituales del restaurante.
Y llegaron los discursos. Iba a hablar Antonio Lucas, y habló, pero Raúl Cimas asaltó, de sorpresa, el estrado. No existe ser humano más genial, al menos en castellano. Risas cómplices, como en una cena familiar sin cuñados. Sardá se descojonaba.
Lucas destripó, como él destripa, destripar al terciopelo, a Luz Casal y nos recordó la genialidad de Ella. Y entonces la cantante subió a recordar todo lo que la une a la música y al Varela, con mención especial a su regente, Melquíades Álvarez y al precioso texto previo de Antonio Lucas —«te lo voy a pedir para motivarme», sentenció Ella—. Parecía que se acababa la velada y, aunque ella había prometido no cantar —la sala no tiene las condiciones para hacerlo—, se arrancó con un sentido Camariñas: «Ao pasar por Camariñas. / Por Camariñas, cantando. / Ao pasar por Camariñas. / Por Camariñas, cantando. / As nenas de Camariñas / quedan no río lavando. / As nenas de Camariñas / quedan no río lavando».
Esa canción marcó la temperatura de la noche: cálida, gallega y cercana. Algunos, desaparecida Luz hacia el descanso, no nos pudimos quitar el entusiasmo hasta algo —mucho— más tarde. Almeida, nuestra querida Cristina, aún pedía otra canción.
¿Pero Xavier Sardá sigue por ahí? Después de aquel espanto televisivo que perpetró en la década de los noventa del siglo pasado, cabía imaginar que si se acercaba a cualquier sarao, por muy chorras que fuera, lo echarían de allí cubierto de alquitrán y plumas.