El escritor Rafael Sánchez Ferlosio frecuentó las plazas de toros y durante parte de su vida aspiró a convertirse en un «entendido», pero en sus últimos años llegó a escribir la exclamación «Odio los toroooos», unas contradicciones y una evolución que ahora se ponen de manifiesto en la recopilación de sus escritos taurinos.
También se recogen textos curiosos como una carta al director del diario El País, un artículo no incluido antes en libro ni en su obra ensayística titulado «El abyecto», y hasta una «Justificación» escrita con motivo de que su amigo el periodista Miguel Ángel Aguilar, entonces director de Diario 16, le pidiera comentarios sobre las corridas de la feria madrileña de mayo de 1980.
En aquellas fechas —»Coleándome a mí todavía alguna afición a la fiesta nacional», explicó entonces el autor de El Jarama en aquella «Justificación» acerca de aquellos trabajos periodísticos de asunto taurino— es cuando el escritor recurrió a rescatar un escrito suyo de los años sesenta titulado El as de espadas, sobre Rafael Ortega.
El as de espadas se publicó en 1980 en tres entregas periodísticas, como parte de la argucia a la que recurrió Ferlosio (Roma, 1927 – Madrid, 2019) por no poder cumplir, salvo en tres ocasiones, con el encargo de acudir inmediatamente después de la corrida a la redacción y poner sus impresiones por escrito.
Interludio taurino reúne además de reflexiones sobre temática taurina otras sobre la ficción, la representación, la narración, el espectáculo y la cultura.
Esa circunstancia, unida a la peculiar personalidad de Ferlosio, hacen que esta colección de textos vayan más allá de polémicas como las que caracterizan el actual debate entre antitaurinos y partidarios de la fiesta e incluso, aseguran los editores, pueden clarificar «los complejos procesos de pensamiento y creación» de quien intervino en tantas discusiones de su tiempo como el autor de «Industrias y andanzas de Alfanhui».
En varios de estos textos, curiosamente en los que los editores han agrupado bajo el epígrafe de «Escritos antitaurinos», Ferlosio parece esforzarse en aclarar que no tiene nada en contra del hecho del toreo, pero sí contra cualquier ademán de «españolez».
Antes que de la fiesta de los toros, el autor de Industrias y andanzas de Alfanhui fue un crítico feroz de ese ente particular del mundo taurino que se denomina «el público», como lo fue contra toda exhibición identitaria de «lo español», que el escritor también detectó en ámbitos del deporte.
En el mismo texto que define a Curro Romero como «uno de los caballeros más elegantes y más educados que ha pisado los ruedos españoles», personaliza al prototipo del aficionado que critica al torero sevillano en «el abyecto», que es «un tipo español que estará encarnado en una docena de individuos» y que la víspera de la corrida se preocupa de adquirir «un par de rollos de papel del retrete» para luego lanzárselos «como serpentinas».
Por hechos como ése, llegó Ferlosio a la siguiente conclusión: «Los españoles, que ya en la calle son gente bastante despreciable, se llevan a la plaza de toros lo más despreciable que tienen. Lo que más les gusta no es que les den buenas cosas y los sirvan bien, sino que se las den malas, que los sirvan mal y protestar por ello».
Sí, los españoles somos despreciables. Menos mal que hay gente que es sublime y perfecta como ustedes.