El cuento que encabeza Ciertas cenizas marca el tono de las quince piezas que componen este brillante libro de María Cureses. “Su pasto y su reposo”, título de ese primer relato, presenta una estructura compleja y muy elaborada, en la que se cruzan las distintas voces narrativas que se mueven en el interior de una casa gobernada por una abuela autoritaria; es la vieja mansión de tres generaciones:
…esta casa con raíces de hierro, raíces que como las de los castaños centenarios navegan por la tierra del jardín y descienden hasta el mar. Que atraviesan la finca y el cementerio antiguo levantando losas y cruces de piedra…
El espacio doméstico y sus tensiones internas constituye, en efecto, el núcleo de este volumen, de buena parte de sus cuentos, y las poderosas raíces de la historia familiar, sus sombras y cenizas, determinan la vida de unos personajes atemorizados, sometidos al poder de quien domina en la casa, sea la autoridad paterna, la pareja propia o una abuela caprichosa. La huida, la necesidad de romper esas cadenas, es por tanto el afán primero de unos personajes atenazados, que sufren esa violencia inmediata, la ley de hierro incrustada en las paredes, las sábanas, los árboles. El título del cuento (como en “Punto de fuga”) puede anunciar ya esa posibilidad, el deseo de huir, y la maleta hecha es el signo de una liberación no siempre lograda, pues la vida se ha vuelto hosca, sin música ni florecillas.
En cuanto alegoría de esa opresión, la casa gana con facilidad otros contornos aún más inclementes y cerrados, se transforma en cárcel, residencia de ancianos, hospital infantil o piso vacío en el que se ha cometido un crimen. El puño del poder lo detentan entonces policías, enfermeros o gobernantas, una tropa diversa de vigilantes. Y entre los cautivos —es cierto— también pueden encontrarse asesinos o locos.
Este universo narrativo, donde laten de continuo la violencia y el miedo, se expone sin embargo con toda delicadeza, de modo sugerente y más bien elíptico, completamente ajeno a cualquier pathos efectista. La cuidada estructura formal de los cuentos (cambios en el punto de vista, cortes temporales) está en sintonía con esa elegancia narrativa, responde al mismo principio estético. La escritura de María Cureses abre así un espacio propio y de notable altura, en el que todo resulta tan abierto e inquietante como bien anudado (“Espina a todas horas”) y donde poco se gana cuando la información es más gruesa (“Los ojos”).
Narradas preferentemente en primera persona (también en tercera y en la combinación y contrapunto de ambas), las historias de Ciertas cenizas, por más que sus antecedentes sean antiguos, suceden en nuestro tiempo. Y salvo alguna salida al norte de África (“Amores impares”, “La peste”, evocación de Camus), a la ciudad simbólica donde se inventa el capitalismo (“Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny”, tras Brecht) o al ámbito latinoamericano de “Nely cantaba boleros” (sones de Cabrera Infante), nos movemos en un entorno muy próximo a nosotros, contemporáneo, aunque siempre indeterminado. El fundamento narrativo es pues principalmente realista: un realismo nebuloso, blanquecino, un blanco de plomo. Los personajes se presentan no obstante como figuras distintas entre sí, con perfil propio y nombre identificador. Todo es real y común: el carromato del circo, los canalones rotos, el reloj y los perros, esos espejos en lo que solo se refleja tristeza y en los que no dejan de mirarse unos y otros. Aun así, entre los pliegues de estas vidas se filtran a veces ensoñaciones y aires borgianos (“Los guardianes”), pues el sueño y la imaginación son otra cara de la realidad, del mismo modo que la muerte representa el rostro más verdadero de la existencia y las raíces de la casa se agarran a pozos y tumbas desde donde nos miran los muertos.
…todavía se ven las manchas de un blanco más claro que el del muro, blanco de plomo. Recordándonos que la herida sigue abierta.
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Autora: María Cureses. Título: Ciertas cenizas. Editorial: La Umbría y la Solana. Venta: Todostuslibros y Amazon
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