El material de los sueños, de Santiago Roncagliolo, explora las fricciones entre la realidad y la ficción, a menudo con repercusiones difusas en ambos terrenos. Pero esta obra no se limita al cine: también la música, la moda y la cultura pop están repletas de historias en las que se agrietaron las fronteras entre el arte y la realidad. Lo cuenta su autor de primera mano para los lectores de Zenda.
Hace unos años, mi novela Pudor fue llevada al cine. Pero en la adaptación a la gran pantalla, me quitaron el sentido del humor y el sexo duro.
La historia original —una radiografía de la intimidad de una familia— estaba teñida de humor negro e incluía encuentros amatorios bastante explícitos. La película, bajo la dirección de Tristán y David Ulloa, cargaba las tintas en el drama y pasaba con más discreción por los pasajes eróticos.
Y sin embargo, aunque filtradas, ahí seguían las anécdotas, los retazos vitales, las piezas del rompecabezas que yo había ensamblado para el papel: mi abuela y sus problemas de memoria, que en el libro se había convertido en abuelo, y en la película tenía acento español. Mi gato, que en el libro cargaba con una dosis importante de comedia, y ahora apenas aparecía en un par de planos.
Era mi historia, pero contada por directores de otro país, con otras experiencias, con otra mirada. Todos sus elementos habían llegado al final, pero transfigurados, o más bien, reorganizados.
Los artistas debemos producir emociones: una novela o una película que no causen sentimientos no sirven de nada. Pero para emocionar a los otros solo contamos con nuestra propia sensibilidad. Incluso para narrar la misma historia, cada mundo interior es único. Toda obra de arte parte de una pretensión bastante desvergonzada de su autor: «Lo que me conmueve a mí debe conmover a los demás».
Mi libro El material de los sueños persigue esas sensibilidades. Durante más de una década, he investigado para El País y Vanity Fair sobre lo que los artistas viven mientras producen sus obras: sobre las emociones que usan para emocionarnos.
Algunas de esas historias las construí cruzando biografías de los grandes nombres del cine. Por ejemplo, el relato del delirante rodaje de Lolita. Su director, Stanley Kubrick, era un obsesivo. Controlaba cada detalle de sus producciones. Y en los años cincuenta, la historia de un pederasta era toda una provocación. Una de las actrices incluso pidió permiso a su párroco para aparecer en la cinta. Pero a Kubrick no le importaba nada: engañó al autor de la novela, manipuló la censura, torturó a sus actores. Solo le interesaba exprimir de este mundo todo lo que necesitase para crear su propio mundo.
En otras ocasiones, los creadores lucharon contra sí mismos: Marlon Brando, en un momento de parálisis de su carrera y caos de su vida personal, encontró en El Padrino un flotador para no hundirse en el desánimo. David Bowie huyó a Berlín en plena Guerra Fría para dejar de ser una estrella de rock cocainómana y volver a ser un artista.
Con los artistas vivos disfruté más, porque pude tener contacto directo: pasé dos semanas bailando con el Circo del Sol, viviendo como uno de sus artistas, para descubrir por dentro uno de los espectáculos más maravillosos del mundo. Compartí una noche con el equipo de Apocalipsis REC grabando persecuciones zombies en un siniestro barco abandonado. Asistí a la primera vez que Isabel Coixet presentó una de sus películas ante sus actores, y fui testigo de la conexión íntima que se había generado entre ellos.
Leído de principio a fin, El material de los sueños narra setenta años de show business: el desarrollo de una industria que empezó limitada a las pantallas y el escenario pero acabó devorando todo: la vida privada, la política, la literatura. Las últimas historias cuentan cómo Lady Di inventó el reality show y lo pagó con su vida. Cómo Mario Vargas Llosa trata de resistirse a ser pasto de la prensa del corazón. O como la it girl Elena Perminova puede convertir su propia vida en un espectáculo con millones de espectadores en Instagram.
Leído a saltos, picando de historia en historia, El material de los sueños cuenta los momentos en que se produce el milagro. Desnuda a los creadores mientras convierten su universo interior en sonidos e imágenes capaces de transformar el universo interior de los demás. Viaja a los puntos de contacto que se producen entre el arte y la realidad. Y nos enseña los rastros de vida que se han quedado pegados, como por descuido, a los espectáculos que nos han hecho soñar.
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Autor: Santiago Roncagliolo. Título: El material de los sueños. “Historias del cine y del espectáculo». Editorial: Arpa. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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