Raúl del Pozo (Cuenca, 1936) juega al tenis con los piropos hasta que, en un momento dado, guillotina la retahíla parafraseando al señor Lobo de Pulp Fiction: «Vamos a dejar de chuparnos las pollas». El maestro es un oxímoron personificado, un periodista honesto que combina experiencia y nervio joven, que informa en sus columnas –sí, esto es posible–, que exhibe lecturas y nombres propios –e impropios– sin tufo pedante. El gran Jesús Quintero me lo define como «el Paco de Lucía de los columnistas: el segundo mejor está a años luz de él». En sus textos, el hoy se perenniza con sabiduría, belleza, sensualidad y mala leche. Por ello, la editorial Círculo de Tiza publica una compilación titulada El último pistolero, una bomba literaria cargada de metralla y seda, un inventario organizado en torno a lo divino, lo humano y lo sensitivo. Zenda aprovecha la ocasión para hablar con este sumo sacerdote que repudia la solemnidad, con este espalda plateada del gremio –iba a escribir macho alfa, pero no quiero problemas con los del «vosotros y vosotras», etcétera–. Conversamos en su jardín, con la perra por fin callada, dos copitas de Oporto sobre la mesa y un consejo previo: «Tienes que irte a ligar al Museo del Prado. Van mujeres maravillosas».
P: Señor del Pozo, ¿el futuro será un crimen?
R: Es muy posible, hay muchos indicios y muchos sospechosos. Están destruyendo las especies y hay una guerra secreta que no para. Este mono sigue siendo pajillero y asesino.
P: La Historia es una sucesión de genocidios.
R: Sí. Yo no creo en la Biblia, aunque está muy bien escrita. Los norteamericanos escriben tan bien porque llevaron en el Mayflower la Biblia. Es un libro de ficción pero, en cualquier caso, si algo tiene de realidad es la serie continuada de crímenes, incestos, cortaban el prepucio a la gente, exterminaban a los enemigos, asolaban a los otros pueblos. La Historia es una sucesión de matanzas con periodos de ilustración, razonamiento, en los que se han inventado los derechos humanos. Ha habido periodos de serenidad e inteligencia, pero siempre se vuelve al genocidio. El siglo XX fue una sucesión de genocidios; el XIX, de guerras.
P: Si dispusiera de control absoluto sobre todos los seres vivos, ¿qué sería lo primero que haría?
R: Convertir la ciencia en religión.
P: Escribe que Dios había muerto, pero en las barricadas. ¿Ha sido alguna vez un hombre religioso?
R: Sí, claro. He tenido una fuerte formación religiosa. Me eduqué en pleno nacionalcatolicismo, y hacía ejercicios espirituales, confesiones, comuniones y todas esas cosas. La recuerdo como una época que debiera tener sus cosas bellas, pero era de coacción, de miedo.
P: Recuerdo ese pasaje del evangelio en que Pilatos pregunta a Cristo que qué es la verdad. ¿Qué es o debe ser la verdad… para un periodista?
R: Pilatos hizo una muy buena pregunta, y se fue sin esperar la respuesta. La verdad no existe. Existen aproximaciones, existe la objetividad, la honestidad, la búsqueda de la claridad, pero la verdad, como tal, es un concepto abstracto con el que se han roto los cuernos muchos filósofos. Y no la han descubierto. Hay muchas verdades.
P: Como profesional, ¿usted ha mentido alguna vez?
R: No. Puedo haber utilizado la metáfora, la retórica, la boutade, pero mentir a sabiendas, decir algo que no ha ocurrido como que ha ocurrido, nunca.
P: Señor del Pozo, ¿el periodismo está herido de muerte?
R: Sí, sí. Tal y como lo entendíamos, está herido de muerte. La oruga no termina de hacerse mariposa. No sólo el periodismo: están amenazados los periodistas, pero también los cineastas, los bancarios, que no los banqueros… Hay muchas profesiones amenazadas, pero el periodismo, especialmente. El periodismo que nace en la Ilustración y que ha sido vital en la conquista de la razón y de la democracia, uno de los pilares básicos de la democracia, tal y como lo entendíamos, está amenazado de muerte. Existe un campo infinito, que es internet, donde hay una acumulación de información como nunca hubo en la Historia, pero que camina libremente, sin ningún tipo de control de calidad o veracidad. Los periódicos de papel están muriendo no sólo por la competencia de la posverdad. A la crisis del papel, a la crisis económica, se añade el momento de transición entre el papel y las nubes. Todavía tarda mucho en agonizar. Se han dado cuenta de que lo que no está escrito en papel, está escrito en el aire. Los periódicos hacen toda clase de maniobras para intentar que la sustitución sea un éxito, pero no lo terminan de arreglar. El papel es como la reserva de oro del periodismo. Si en una web no hay al lado una certificación escrita en papel, las noticias no tienen credibilidad. Un Watergate sería imposible en una web.
P: Un profesor de la Complutense, amigo mío, me dice que los nuevos estudiantes de periodismo apenas preguntan y se pasan las clases tomando apuntes, de un modo cuasi robótico, y mirando las redes sociales.
R: En internet circula más información en un día que la que ha circulado durante un siglo. Eso es muy bueno. Internet es la nueva rueda, es mucho más que la imprenta. Es la posibilidad de acceso de todos los seres humanos a la información, al saber, a los libros, a la filosofía, a la historia. Pero también es una selva salvaje. Junto a las verdades y la ciencia, funciona la calumnia, la mentira y, otra vez, la superstición: sectas y toda clase de delincuentes. Internet es el comienzo de un nuevo tiempo y va a ocasionar catástrofes, va a dejar a mucha gente sin trabajo, pero es el comienzo de algo extraordinario: por vez primera, todos los seres humanos, nazcan donde nazcan, si tienen un pequeño soporte, tienen acceso al conocimiento, a la información, a la moda, a las tendencias, pueden aprender oficios, a escribir, y, también, desgraciadamente, a matar.
P: El profesor no iba por ahí. Me contaba que, en lugar de atender, estaban mirando las redes sociales, que si las fotos del fin de semana, etcétera. Mi pregunta es: ¿Cree que se ha perdido el nervio en la cantera?
R: El periodismo no se aprende en las escuelas. Ni ahora ni nunca. El periodismo se aprende en las comisarías y en las esquinas, como hacen las putas.
P: Una vez, usted me dijo, de mala leche, que, ahora, los jóvenes periodistas ya no querían cubrir guerras o ser Miguel de la Quadra Salcedo, sino columnistas y tertulianos. ¿Está perdiendo interés la noticia como tal?
R: Antes, los jóvenes periodistas querían ir en un tanque con los guerrilleros, al lado de una chica con flores. Querían ser Miguel de la Quadra Salcedo y Pérez-Reverte. Luego quisieron ser columnistas pero ahora, como pagan tan poco, han cambiado de opinión. Quieren ser estrellas de la tele o del corazón. ¿Ha perdido interés la noticia? Yo creo que no. La opinión, en el fondo, es una manipulación hecha por profesionales rigurosos. Da elementos de claridad y ayuda, pero lo primero es la información. El hombre no tiene ni puta idea de dónde viene o adónde va, pero en periodismo sí hay que saber de dónde se viene y adónde se va, qué ha pasado y por qué ha pasado. El lector que se acerca a un quiosco o a una web quiere saber qué ha pasado y por qué. Parece una perogrullada, pero es así. A la gente hay que darle objetividad, las vigas maestras de un suceso. Si no, se pierde.
P: También define el columnismo como una «puta costumbre española, como la Guardia Civil, El Corte Inglés y la Zarzuela».
R: Sí. Hay columnismo en todo el mundo, pero aquí, o en Italia, tiene otra connotación más subjetiva, hay más periodismo de autor. El columnismo, tal y como yo lo entiendo, no es como un predicador que pone su culo en una silla y da lecciones a todo el mundo de moral y de ética y de democracia. Yo creo que el columnista también tiene que contar lo que pasa. Y no sólo lo que piensa él, que todos los días es lo mismo. Si uno escribe sin consultar a la gente, sin escuchar a la gente, termina haciéndose una paja diaria y repitiéndose. El columnista tiene que tener, como los indios, la oreja pegada al suelo. Y escuchar, y hablar, y llamar por teléfono. Si no, se repite. Contagia sus obsesiones a sus lectores.
P: ¿Ha dado la libertad un salto atrás?
R: Creo que no. Yo, que he escrito durante el franquismo, la transición, la democracia…, ahora, no sé qué es esto. (Piensa) El periodismo siempre tiene coacciones, mordazas, amenazas. Censuras cubiertas o encubiertas. El que escribe se proscribe. En cualquier tecla puede haber una bomba. En cualquier caso, en este momento de zafarrancho y apoteosis de la libertad, por Internet y las redes, también hay libertad en el periodismo. Sí que te pueden echar a la puta calle porque sobras. La censura se llama ERE.
P: Hace unas semanas, la APM denunció presiones y acoso de miembros de Podemos a algunos periodistas. Esto no es nuevo ni es algo exclusivo del partido de Pablo Iglesias, ¿verdad?
R: Hay que denunciar cualquier intento. Venga de donde venga. La censura es siempre una serpiente escondida, que ataca cuando uno menos se lo espera. Hacen bien en protestar. Por supuesto, no es algo exclusivo del partido de Pablo Iglesias. Son más inteligentes los independentistas. A mí me hicieron trending topic por un artículo en el que mencionaba a Rufián. Pero no me metía con él, sino con la peste del nacionalismo.
P: ¿Le han censurado alguna vez?
R: Por supuesto, pero no en este momento. Llevo años en que no me han metido la tijera. Siglos (Risas).
P: ¿Le han puesto en el paredón las hordas tuiteras?
R: No. Siempre he tratado con gente muy razonable. Alguna gente me ha llamado para decirme «oye, esto está en los límites del Código Penal». La censura que he soportado ha sido de amigos, cercana y razonable. Digo en la democracia. Antes, pues no había que hacer nada: sabías que si te pasabas, no se publicaba y ya está.
P: ¿Se ha convertido la red en la capital del odio?
R: Sí. Hay mucho odio y resentimiento. Un gran odio al que destaca, a los veteranos. Un rencor inexplicable en unas generaciones que no han vivido ni el hambre, ni la represión, ni el miedo ni la censura, y que se ponen, simbólicamente, disparando con un fusil al que asoma la cabeza, al que destaca, al que diga cosas que no gusten. Dicho esto, no hay que prohibir nada. Primero, es imposible; segundo, sería una estupidez. Que cada uno haga lo que quiera y al que delinca, que lo trinquen. Es fastuoso ver cómo respira el mundo, un encefalograma de la sociedad actual. De tus amigos y tus enemigos. Saber lo que se dice de ti, las calumnias y las verdades. Es fastuoso entrar en las redes sociales, aunque te machaquen. Hay hijos de puta y psicópatas. Hay alguno que ha dicho: «¿Por qué no odiamos más a este tipo?». Hay mucha basura, pero es un psicoanálisis de la sociedad, y sabemos cómo somos.
P: ¿Y al revés? ¿Se puede uno enamorar por Twitter, Facebook y derivados?
R: Antes, paseábamos con las chicas por las plazas mayores, por las calles, por la carreterita de Cuenca… Ahora, la plaza mayor es el universo. Hay miles de posibilidades de entablar conversaciones, iniciar aventuras románticas o no románticas. La plaza mayor se ha hecho tan grande como un continente. Las posibilidades de relación, información, comunicación, amistad y amor son infinitas.
P: ¿El amor es cosa de poetas, como dijo Freud?
R: Esta pregunta es como la de la verdad, demasiado difícil para mí.
P: Hábleme de Natalia.
R: Natalia es Italia, la belleza, el arte, el renacimiento de mi vida, la libertad. Si no hubiese sido por ella, hubiera sido siempre un bala perdida.
P: Jesucristo dijo que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. ¿Lo suscribe usted?
R: Hombre, no sé… Sí, hay muchas razones para dar la vida: por la libertad, la democracia, la amistad, el amor… Pero mejor no tener que hacerlo (Risas).
P: Si yo le digo Cela, Umbral y Quintero…
R: Cela: conocer a un genio; Umbral: el lenguaje de mi generación; Quintero: cómo se puede convertir un padrenuestro en una sinfonía.
P: ¿Qué es lo que más le gusta de España?
R: Me gusta todo. Es un país apasionante, del vino y las canciones. En el siglo XVI, conquistó el mundo entero. No como los griegos en busca del vellocino, para escribir poemas. El nuestro es un pueblo lleno de imaginación y talento, siempre socavado por los taifas y por una pulsión suicida de deshacerse, de descuartizarse a sí mismo. Pero es el país donde mejor se come, se canta, se ama. Y donde puedes echarte la siesta.
P: ¿Y lo que más le inquieta?
R: La pulsión suicida de autodestruirnos, los análisis incorrectos de la realidad. Cuando los análisis no se hacen por hipérbole, sino por odio. Me inquietan las opiniones sectarias, con rencor. La falta de análisis, de cartesianismo. Por ejemplo: la izquierda ha dicho cosas de los recortes que son falsas. Por eso pierden elecciones, porque no hay cosa peor que los análisis incorrectos. Esos siempre producen catástrofes. Claro que ha habido injusticias en la última recesión, claro que la gente se ha quedado sin trabajo y que lo ha pasado terriblemente mal, como en la posguerra, pero dicen cosas, como lo del copago, que son mentira. En España, a pesar de la salvaje recesión, se pagó lo que se pudo haber pagado, se han mantenido la educación o la sanidad. En definitiva, el Estado del bienestar. La prueba está en que Europa nos dice que gastamos demasiado. Este Gobierno es susceptible de ser criticado, pero esta derecha, sea por miedo o por lo que sea, ha mantenido algunos rasgos socialdemócratas. La pintan como neoliberales salvajes, enemiga de los niños y los pobres, pero eso no es así.
P: ¿Bárcenas ha pasado a mejor vida mediática?
R: Seguramente, le van a quitar el dinero y le van a meter en la trena. La gente se acuerda menos. Hicimos bien en denunciar la corrupción y, pese a que se dice que aquí no hay justicia, ha habido castigo para los culpables, hay mucha gente procesada, mucha gente terminará en la cárcel. Ha habido una catarsis. Se han limpiado las cloacas. Pero la mierda se ha convertido en manierismo. Nos hemos convertido en un comité de salud pública sin guillotina y ese furor se ha tornado cansino. Pero la lucha contra la corrupción siempre ha sido y seguirá siendo justa e imprescindible.
P: ¿Vencerán los populismos?
R: Europa ha vivido momentos muy peligrosos y sigue viviéndolos. Siempre hablamos de los muros de Trump, pero no de los que hacemos nosotros: en España, en Sicilia, en Grecia. Del odio al inmigrante y al refugiado. En Europa no hay estatua de la Libertad. Y ese miedo del futuro de las clases medias, miedo al que viene, al extranjero, está generando una Europa insolidaria y políticamente peligrosa.
P: Para finalizar. Suponga que viene una nave extraterrestre a destruir el planeta, y usted debe dar un motivo para evitar el apocalipsis. ¿Cuál sería?
R: Este mono lleno de odio escribió Hamlet.
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Autor: Raúl del Pozo. Título: El último pistolero. Editorial: Círculo de tiza. Venta: Amazon
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