Rayuela negra

Ese latir en libertad es lo que demanda Los Días Felices (AdN, 2023), la nueva novela de Benito Olmo (Cádiz, 1980), que solicita de los lectores una implicación para jugar con él, pues en una breve nota introductoria ofrece dos posibles modos de lectura: una forma tradicional, o sea, desde la primera página hasta la última y sin saltarse nada, y una lectura alternativa, en la que se debe leer en primer lugar ciertos pasajes antes de acometer la lectura completa del texto. Algo parecido a lo que hizo Cortázar en Rayuela, pero en el género negro. Queda clara la firme voluntad de entretener.

He disfrutado mucho con Los Días Felices —un título con el que también juega con lector, porque Los Días Felices es un desguace y no la entrada de una instagrammer en bikini—, y estoy seguro de que mucha gente puede encontrar el mismo disfrute. Mientras que en muchas novelas negras nos preguntamos quién se cargó al muerto y quién cargará con el muerto, a Olmo le interesa contar la explotación del ser humano por el ser humano, la soledad del individuo, la violencia o la imposibilidad de amar, mostrando de nuevo el lado más oscuro de Frankfurt, la ciudad alemana donde se desarrolla la trama. El resultado es una crónica de nuestro tiempo con las peleas clandestinas y las redes de explotación de mendigos, “una moderna forma de esclavitud” (pág. 229), como trasfondo. Todo puede sonar bastante duro, pero el gaditano sabe bien que debe mantener su novela ligera si quiere que tenga atractivo. Y lo consigue, vaya si lo consigue.

Esta antiepopeya la protagonizan otra vez la adolescente Ayla y el detective privado Mascarell, como ocurría en El Gran Rojo (AdN, 2021), que podríamos catalogar como el hallazgo, mientras que esta segunda historia, independiente de la primera, sería el desarrollo. Porque Ayla lo tiene todo en contra. Con dieciséis años, es inmigrante, se gana la vida boxeando y debe cuidar a su padre enfermo de alzhéimer. La irrupción de alguien de su pasado propiciará el reencuentro con Mascarell, que se conduce como un estoico que enfrenta las cosas como vienen. Su ayuda a la chica espolea la acción de esta novela, que nos recuerda que Puerto Hurraco no fue una novela. No entraremos en más detalles.

El autor sólo tiene una responsabilidad: contar bien sus historias. Y Benito Olmo ha contado muy bien una historia de aroma clásico, adictiva, que se lee con fluidez gracias, en parte, a capítulos cortos que ayudan al ritmo de la acción. Y donde el lector no queda relegado a un plano pasivo.

Esta saga tiene ya, en sólo dos entregas, una coherencia estructural que se aprecia bien en la evolución de los personajes y en el elenco de atractivos secundarios (Baobab, De la Fuente, los Popescu, Garmendia, Tia…). En este sentido, el autor andaluz ha alcanzado una madurez narrativa superior a la de sus obras anteriores, por lo que se encarama a los puestos punteros de las letras negras españolas.

Benito Olmo, con esa voluntad indesmayable que el paso de los años no ha disminuido un ápice, sigue construyendo con Los Días Felices una obra sólida y atractiva de primer orden, como ya predije desde su debut. E irá a más —si el éxito no le ahoga— por su afán de superación, por la pasión narrativa que le pone a todos sus libros y por ser un esforzado trabajador. Hoy abrigo todavía menos dudas al respecto.

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Autor: Benito Olmo. Título: Los días felices. Editorial: ADN. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.