Hubo un tiempo en el que los justicieros urbanos proliferaban por doquier en las pantallas. La serie Reacher, basada en las novelas de Lee Child, es una ficción que aparentemente remite a esa época, que según a quien pregunten podría ser definida como de oro, plata o cualquier otra sustancia menos apreciada. Eran años en los que los héroes podían tener el rostro de Charles Bronson y librar las calles de políticos corruptos o peligrosos punkis sin que nadie se echase las manos a la cabeza en lo ideológico, y eso supone pagar un cierto precio en tiempos melindrosos.
Solo que, oh sorpresa, el absolutamente invencible personaje ideado por Child para la literatura policiaca no reduce sus impulsos a un mero afán de justicia callejera. Este caballero andante concebido como una verdadera masa de músculos y hueso de dos metros, ex investigador militar devenido en vagabundo de EEUU, combina su fuerza con una extraordinaria inteligencia, una habilidad para el cálculo matemático primordial y una capacidad de deducción capaz de ridiculizar al mismísimo Sherlock Holmes. Otra cosa es la extrema precisión y retorcido humor con los que Child aborda los episodios violentos de sus novelas, en los que Reacher —-un sujeto con el cuerpo de un gorila y la inteligencia de un Dios— se desata de una manera cuasi-poética, apocalíptica, gozosamente destrozona.
Los 25 volúmenes de Child, en efecto, son artilugios únicos en su clase, incluso cuando su clase es la de las novelas de aeropuerto sin más pretensiones que gozar de un héroe masculino que no se avergüenza de unas capacidades en la linde de lo humano. En su breve ensayo El héroe, publicado en España por Blatt & Ríos, Child se entretiene en excavar en la etimología de una palabra, héroe, que en efecto parece sustentarse en la adicción a determinadas sustancias narcóticas y alucinógenas. Con un razonamiento preciso y descarado, pero de alucinante lógica, el británico explora el concepto más allá de nociones de pura estructura narrativa. El resultado les sorprenderá, porque es evidente que la verdad —como en las novelas de Reacher— siempre ha estado delante de nuestras narices.
La serie ideada por Nick Santora y protagonizada por Alan Ritchson (Titanes) captura perfectamente bien la esencia franca y masculina de Jack Reacher, esa que Tom Cruise adaptó a su enjuta fisionomía en dos películas francamente decentes. No lo hace con ese estilo punzante y brutal de los libros (al contrario, lamentablemente su carácter es un tanto genérico) pero sí lo imita con un estilo de procedimental policial honesto y plagado de one-liners y réplicas ingeniosas a manos de un Reacher muy bien interpretado. Amable y sardónico, sádico y brutal, y obscenamente carismático, el Reacher de Alan Ritchson supone un feliz regreso a esa época en la que actores como Stallone y Schwarzenegger proporcionaban acción y consuelo a unos espectadores complacidos con una ficción liberadora.
Quizá por eso Reacher, por esa honestidad que remite a tiempos pasados, se ha convertido en uno de los programas de más éxito de Prime Video en sus primeros días y, cuando ustedes lean estas líneas, ya estará renovada para una segunda temporada. Esta primera, centrada en la primera de las novelas de Reacher, Zona peligrosa (por cierto: pueden leer cualquiera de las 25 novelas de Child/Reacher en cualquier orden, háganlo) tiene una intriga previsible pero decorada con giros y sorpresas suficientes para impulsarse hacia delante todo el tiempo durante ocho cómodos capítulos que no descubren absolutamente nada, pero que por eso mismo se gozan el doble.
Coincido totalmente. Si cabe solo una queja, las repeticiones en cuanto a los crímenes de los hombres de plástico, cuestión que se repite unas cuantas veces y que alarga la trama en la mitad de la serie. Grandes personajes, Roco y el Inspector Finley, que dan perfecta réplica al personaje principal de Reacher. Saludos.