Pocos diseñadores de moda han sido tan esquivos como Cristóbal Balenciaga. Se dice, de hecho, que seguía sus propios pases de modelos a través de un agujero practicado en las cortinas de terciopelo de su mansión. Tal era su obsesión por no dejarse ver ni siquiera en sus propios desfiles. Por suerte, llega a las librerías una investigación en torno a su figura.
En este Making of, María Fernández-Miranda cuenta los motivos que le llevaron a escribir El enigma Balenciaga (Plaza & Janés).
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Investigar sobre Cristóbal Balenciaga ha sido una tarea apasionante y, en ocasiones, también llena de frustración. El creador vasco sólo concedió dos entrevistas a lo largo de toda su vida y era un hombre misterioso que ni siquiera salía a saludar al final de sus desfiles. Por eso, a lo largo de mi trabajo me he topado con multitud de inexactitudes y contradicciones. ¿Cómo vadear las lagunas? Ni más ni menos que echándole imaginación. Así, en El enigma Balenciaga encontrarán una parte de riguroso análisis periodístico (con declaraciones de diseñadores como Lorenzo Caprile, Stéphane Rolland, Rosa Clará o Fernando Lemoniez; de clientas como Carmen Martínez-Bordiú o Sonsoles Díez de Rivera…), pero también hay ficción, aprovechando la magia de la escritura para rellenar los huecos de los archivos. Por ejemplo, he novelado el primer encuentro de Balenciaga con Chanel —que supuestamente tuvo lugar en el Casino de San Sebastián, allá por 1917—, ante la imposibilidad de certificar lo que aquel jovencísimo Cristóbal le dijo a la entonces ya consagrada Gabrielle.
Esa es una de las escenas que recreo en mi libro, pero no la única. También llevo al lector de viaje hasta aquella Guetaria de 1905 en la que un Cristóbal de sólo doce años tuvo el arrojo de pedirle a la marquesa de Casa Torres que le permitiera copiar su vestido de alta costura. O al París donde Balenciaga abrió junto a sus socios una sofisticada maison francesa en 1937, mientras España estaba inmersa en la tristeza de la guerra civil. O al Madrid de 1940 en el que el couturier conoció a Sonsoles de Icaza, marquesa de Llanzol, que desde ese momento se convertiría en su musa y amiga. A lo largo de las páginas, nuestro personaje irá evolucionando y cumpliendo años, y del niño que acompaña a su madre por esas calles empedradas de Guetaria que tanto le inspiraron llegamos hasta el Cristóbal de 73 años que, exhausto de tanto trabajar y confuso ante el avance del prêt-á-porter, decide retirarse. “Diré a mis clientas que a partir de ahora vayan a vestirse a su casa”, le promete a su amigo Hubert de Givenchy, a quien aconsejaba como a un pupilo. Porque el maestro, además de inaccesible, perfeccionista, exigente y susceptible, también era un hombre generoso, según he podido comprobar.
Ya he mencionado al principio de este texto que Cristóbal Balenciaga únicamente concedió un par de entrevistas (las tengo aquí, delante de mí, como si fueran dos piedras preciosas) y que siempre quiso mantenerse en el anonimato, pero aun así he conseguido pescar —en el océano inasible de su trayectoria vital— algunas frases que él dejó dichas y que nos ayudan a adivinar algunos matices de su personalidad. Esas citas abren cada uno de los capítulos. Una de mis preferidas es esta: “Dame un cuerpo imperfecto y lo haré perfecto”. También ha llegado a nuestros días la manera que él tenía de concebir su oficio: “Un modisto debe ser arquitecto de la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para la medida”.
Balenciaga fue un genio, eso es indiscutible. Sin embargo, en España no le hemos reivindicado como merece. En el momento en el que escribo estas líneas, Disney+ acaba de anunciar que estrenará su biopic sobre el modista vasco el 19 de enero de 2024. Ojalá que entre todos consigamos desentrañar su enigma…
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Autora: María Fernández-Miranda. Título: El enigma Balenciaga. Editorial: Plaza & Janés. Venta: Todostuslibros.
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