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Reconciliarnos con nuestro pasado

Reconciliarnos con nuestro pasado

Este libro partió de una inquietud: captar el ambiente cultural de la guerra civil (1936-1939) marcado por la muerte. Comenzó a elaborarse, además, hace más de diez años: cuando el autor había terminado su tesis doctoral sobre la posguerra en el campo de Andalucía. Al concluirla, nos dimos cuenta de que faltaba algo: ante el dolor de la violencia, de la pérdida de un ser querido, ¿qué sentía la gente? En aquella primera década del siglo XXI, el movimiento por la recuperación de la memoria histórica estaba en pleno vigor, reclamando la dignificación y el recuerdo de las víctimas del franquismo, llegando a impulsar al gobierno socialista de Rodríguez Zapatero a aprobar la primera ley de la memoria histórica (diciembre de 2007). Era tiempo de “guerras de memoria”: en los periódicos aparecían “guerras de esquelas” entre los familiares que habían luchado en cada bando, aludiendo a la muerte o al asesinato de sus seres queridos en aquellos días.

Surgió entonces la pregunta: ¿qué había hecho el franquismo con sus víctimas? ¿Las había recordado? ¿Las había dignificado? Aparecieron ante mí entonces los “monumentos a los caídos por Dios y por España”. En sí mismos eran una fuente histórica, un texto en el que leer el pasado y sus transformaciones, desde su construcción hasta hoy mismo. Era el argumento perfecto para contar una historia sobre la memoria de la guerra civil y el franquismo pero, también, de la Transición y de la democracia hasta nuestros días.

"La dictadura se apropiaba de su memoria, dictando la estética que tenían que tener los monumentos, los emblemas que se insertarían en todos ellos, las celebraciones que tendrían lugar tras la Victoria de 1939"

Aquellos monumentos fueron levantados en los días de la guerra civil y la inmediata posguerra principalmente. Tuvieron una forma ortodoxa y modélica: siempre estaban presididos por una cruz de piedra. Nacieron con la aspiración de no olvidar, de recordar siempre lo sucedido, aquella “Cruzada” contra la anti-España que, siempre según el franquismo, había salvado al país de sus peores enemigos. Las “cruces de los caídos”, como se conocían en el imaginario popular, eran monumentos excluyentes que recordaban tan sólo a la mitad de las víctimas de aquellos días, los que combatieron en su bando o fueron asesinados en el bando republicano. Además, la dictadura se apropiaba de su memoria, dictando la estética que tenían que tener los monumentos, los emblemas que se insertarían en todos ellos, las celebraciones que tendrían lugar tras la “Victoria” de 1939.

Para desentrañar su historia no solo era necesario mirar a las políticas de la memoria trazadas por el franquismo, que fueron muchas e intensas y cuyo principal ejemplo quizá sea el Valle de los Caídos, del que también nos ocupamos. También quería mirar a lo social, al detalle, a lo más popular, pues la memoria es algo siempre plural, humano, cambiante y contradictorio. Por eso me lancé a los archivos municipales, a la prensa local, a las memorias personales, para hacer interactuar las cruces de los caídos con la sociedad en la que nacieron.

"En los años ochenta, algunos decidieron mirar al futuro y no abordar un pasado que estaba presente y volvería. Otros trataron de encontrar soluciones conciliadoras para propiciar la reconciliación de la guerra"

No cabe duda de que aquellas fueron cruces de memoria, de memoria impuesta por el franquismo y compartida por algunos de sus partidarios. Pero también fueron, son, cruces de olvido. El tiempo pasó, la sociedad fue cambiando. Aquellas soflamas que ensalzaban la “Cruzada” para legitimar la dictadura se volvieron huecas, ajenas a una sociedad cada vez más en la modernidad de la sociedad de consumo. El franquismo trató de adaptar aquellos monumentos a la nueva propaganda de una “paz” que supuestamente garantizaba. Pero fue imposible: al final de la dictadura comenzaron a aparecer las primeras grietas de olvido y contestación sobre las cruces, sobre la memoria oficial.

La muerte del dictador puso fin a ese mundo: mas las cruces seguían ocupando el espacio público, las plazas, las calles, las avenidas. En los años ochenta, algunos decidieron mirar al futuro y no abordar un pasado que estaba presente y volvería. Otros trataron de encontrar soluciones conciliadoras para propiciar la reconciliación de la guerra. Hoy no quedan demasiados monumentos a los caídos pero, donde todavía quedan, son espacio de conflicto por una memoria de la guerra civil, reflejando la fracturación de la sociedad.

Comencé escribiendo este libro para conocer la cultura y la atmósfera que acompañó a la muerte que tiñó España de sangre. Terminé comprendiendo que la obra no sólo se ocupaba de eso: reconstruía la historia de las memorias traumáticas de la Guerra Civil desde entonces hasta hoy. Aquellas cruces eran importantes no sólo por lo que fueron, sino por lo que dicen todavía de nuestro presente, de nuestros esfuerzos por reconciliarnos con nuestro pasado.

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Autor: Miguel Ángel del Arco. Título: Cruces de memoria y olvido. Editorial: Crítica. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Pepehillo
Pepehillo
2 años hace

Tengo un abuelo republicano y otro que debió esconderse de los milicianos. Ninguno de los dos hablaba castellano, pero si les hubiera preguntado si se sentían españoles, me hubieran mirado como si les hubiera hecho una pregunta tonta. Soy el típico español, con la típica historia familiar.

Gonzalo Casanova
Gonzalo Casanova
1 año hace

SEGUNDA REPÚBLICA: ¿DOS, O TRES ESPAÑAS?
¡A buenas horas mangas verdes!, manida expresión que debiera por ello evitar, pero nunca ha sido más adecuada que en mi caso. Después de muchos decenios por fin me he decidido a leer un poco sobre la Guerra Civil y 2ª República, habiendo evitado la cuestión mucho tiempo, posiblemente por incomodidad, como apunta D. Ramón Tamames. Creo que este mismo ha influido, convertido en líder de audiencia, compitiendo con el Clásico (¡proeza, épica!); y desde luego tertulias con los amigos: ya toca «tocar» lo de la Guerra, que ha granizado mucho desde entonces, y podemos zambullirnos en ello con calma (¿seguro?). Otro aliciente es la contemporaneidad de la Guerra, y es que en momentos de «sospecha» (los menos conmigo), conjeturo que la izquierda actual usa la Memoria Histórica para arramblar con votos, recordando (alertando) a los convecinos de lo viles que eran (¡son!) los terratenientes, señoritos, militares, reaccionarios, banqueros, plutócratas, empresarios, los burgueses en una palabra. Evitémoslos ahora, ciudadanos, ya que nos aplastaron en 1.939.

El (estupendo) libro de Chaves Nogales me ha dado un sopapo histórico, y además sociopolítico. Resulta que nos describe a los españoles, de las dos zonas, como crueles y cobardes, probablemente lo segundo determinando lo primero; ¡glub! Como he comentado a unos colegas, mi primera impresión fue renunciar a mi ciudadanía carpetovetónica y solicitar la ucraniana, a través de mi ingreso en su Legión Extranjera. Pero no exageremos compañero, porque ESTO (checas, sacas, paseos, fusilamientos indiscriminados, traiciones, cambios de chaqueta y de ropa interior, torturas, saña) pasa en las mejores familias, europeas también.
Considero nuclear a ESTO la tesis de Chaves Nogales de que en la Guerra sólo se enfrentaron los extremistas, y que hubo una 3ª España, demócrata liberal, que sólo fue espectadora forzada de como se mataban (asesinaban) entre sí esos dos Bandos, los cuales la aherrojaron dejándola inerte, condenada a la No-Intervención, como en el caso de las democracias, i.e. Francia e Inglaterra; bueno, en éstas fue decisión propia, muy propia, ¡ay 2ª República!
Desde el principio dudé de que la existencia de esa 3ª España, o mejor dicho de que el porcentaje de clase media en la población, fuera suficientemente elevado para constituirla, como agente político. Pero doctores tiene la Iglesia, e investigadores la Historia para decidirlo, con datos empíricos. Veremos qué concluyen de sus pesquisas: muchos aguardamos expectantes el fallo del Jurado.
En estas estaba, rumiando cavilosamente sobre esa supuesta España no-extremista cuando me encuentro en el libro de Nigel Townson elogios al Gobierno de Lerroux, al menos en su primera fase. ¿Cómo es esto?, pues en la perspectiva de Townson ese Partido Radical sí sería de corte democracia representativa, a pesar, ¡ay!, de que cayó en chanchullos, escándalos (estraperlo), patronazgo, nepotismo, clientelismo (¿a que les suena a Vds.?). En fin lo de siempre en País S.A. (Forges).
¿Se merece Lerroux tal clasificación, de burgués liberal?, pues lo dicho, después de tanta controversia sobre la Memoria Histórica hay que rebuscar más en los documentos. Yo, como lego, no tengo motivos para dudar de las conclusiones de Townson, que sabe más que yo.
En tal caso sería a Lerroux y Cía. a quien habría que reivindicar, y con él el parlamentarismo, que para mí (y muchos) está inextricablemente unido al Mercado, esto es, a la empresa libre, y el mismo calificativo para: prensa, asociaciones, opiniones, elecciones, expresión, Partidos, y medios de comunicación en general.
Pero esa loa a la Libertad no me empuja al comunismo libertario, ni al Individualismo extremo de los ácratas, que les llevó a inspirarse en (!) Nietzsche e Ibsen. ¡No es esto, no es esto!, como diría Ortega. Yo afirmo que sí necesitamos un Estado, y que no se trata del Individuo vs. el Estado, como dilema existencial. Aquél sería el encargado de acabar con la Juerga Revolucionaria en Cataluña, y las colectivizaciones descontroladas en Aragón (Tierra y Libertad, Ken Loach). No entiendo que la libertad y el liberalismo nos arrastren a tales resultados. En fin, hay que huir de la hybris, y evitar la tentación de emigrar a Kiev.

Townson se despacha con un par de aseveraciones de ésas que hacen que te sientas mal dentro de tu piel, de las que pueden ocasionar un seísmo muy alto en la escala de Richter, porque remueven la tierra doctrinal debajo de nuestros pies ideológicos.
*2ª República era completamente incapaz de preservar la Ley y el Orden, con lo cual prácticamente había perdido su legitimidad; ¡cielos! Ciertamente Hombre de Orden era un calificativo típico de los franquistas, los del Régimen, incluso de los fascistas; pero yo argumento que no debería ser así, al menos hoy. Tal denominación debiera aplicarse a cualquier ciudadano de un Estado que merece tal nombre, y que no es un cachondeo político-social, o una casa de … (ya se imaginan Vds. de qué). Igualmente no debiera ser de «derechas» cultura del esfuerzo y ethos calvinista del trabajo; y mucho menos Derecho a la pereza definitorio de los marxistas, del Partido de los trabajadores (oxímoron).
¿Un Estado, 2ª República, desligitimado, porque no cumple su misión? …, entonces Franco y los militares tuvieron «razones», morales incluso, para alzarse contra Algo que no era ya un Estado, funcional; se me hace un nudo en la garganta conceder algún tipo de mérito al Guía (Duce, Führer) que nos tuvo alejados durante cuarenta años de un parlamento electo, y con la boca cerrada, por temor a perder el empleo o incluso ir a la cárcel; fuera de la Europa democrática, como lo estuvieron los países satélites (feudatarios) de la URSS, otra «magnífica» dictadura.
En la caracterización de Max Weber, uno de mis Guías teóricos, el Estado es el que detenta el monopolio de la violencia legítima. Y según Townson, y no está sólo, ello ya no describía a 2ª República en 1.936, según los registros históricos. Porque había muchas Violencias, de checas, partidos, sindicatos, instituciones autónomas, que ejercitaban la violencia. Bueno, se podría argüir que no eran legítimas …, pero los revolucionarios replicarían que era la Violencia, la Justicia, del Pueblo, más genuina que la de un Gobierno de burgueses alienadores. Asunto: el Gobierno de Madrid no domeñaba tales actos desmedidos; peor aún, es que no sólo estaba el de Madrid, sino varios gobiernos/administraciones autónomas, que hacían lo que les salía de las napias: País Vasco, Cataluña, Consejo de Aragón, Cantabria, Asturias. Pero ¿qué casa de … es esto? Y el Orden no es fascistas, y si no que le pregunten a cualquier hijo de vecino de este santo país.
La película que nos cuenta Townson, y otros, es que muchos paisanos (clase media ante todo, pero no sólo), temían no sólo por su propiedad privada, sino por sus vidas, ante el atrevimiento (con revólver en mano) de tantos revolucionarios a quienes les importaba un pimiento el Gobierno de la capital, arropados por muy poderosos sindicatos y Partidos.
Insisto en que la definición de Weber se entiende que incluye la propiedad privada, que es el blanco típico de la violencia, esto es, robar, chorizar.
*2ª República intentó en todo momento ocultar, a las democracias burguesas, la existencia de tantos movimientos revolucionarios, que comprometían el statu quo de Estado liberal-burgués, sus credenciales ante Francia e Inglaterra, a las cuales necesitaban como apoyo internacional, y de proveedores de armamento. Sin éste el Gobierno de Madrid no sobreviviría. Townson emplea el término Gran Camuflaje, que suena francamente fatal: una mascarada. ¿Llegó a tanto el Gobierno central? En cualquier caso estoy convencidísimo de que Ione Belarra e Irene Montero odiarán este este libro y calificarán a Townson de facha, e incluso de machista.
Hay prácticamente unanimidad en que el acuerdo de Munich entre Chamberlain y Herr Adolf hundió a 2ª República, pues si la S.G.M. hubiera estallado entonces las democracias habrían apoyado militarmente a Madrid. Los tiempos no fueron los adecuados para ésta, ¡hum!
Incluso un político inglés razonaba que si España y Francia caían bajo el bolchevismo Inglaterra tendría que aliarse con Hitler. ¡Menuda pesadilla!
Pues sí, mal sueño, de esos que provocan un brusco despertar, sudoroso, a altas horas de la noche. Quizás el de un españolito medio en la Guerra, que ante los fuertes ramalazos revolucionarios de comunistas y ácrtas, se veía obligado a escoger entre el Desorden, o el autoritarismo. ¡Socorro! Es que esto es cómo si te dicen que tienes que escoger entre Hitler o Stalin; ¡pero es que no se puede elegir entre el Demonio y el Diablo, entre Satán y Mefistóteles! No es una alternativa, sino una invitación a meterse debajo de tierra, en ésa en la que hay semejantes sistemas políticos sin Derechos Humanos. No pocos opinan, con todo, que eso es lo que había en Europa: o el zar rojo, o el cabo austríaco pintor fracasado. ¡Madre del amor bendito! Esto sí que una tragedia de 18 quilates, del Ática.
Menos mal que siempre nos quedará la Noble Albión, que sí era una democracia liberal, burguesa, representativa, ilustrada, parlamentaria; ¡contamos contigo Winston!

Después de esta contemplación de la triste situación histórica, que atañe a la contemporánea, voy a tener que dar la razón a Karl Marx, yendo contra uno de mis «focos» ideológicos, Max Weber: el ser social determina la conciencia. Sí, creo que el barbudo revolucionario está aquí más cerca del blanco (teórico).
Oirán Vds. con frecuencia que nuestra época es la del materialismo, economicismo, la del «tanto tienes tanto vales», que implicaría «tanto tienes tanto (así) votas». Si no tienes posesiones, votarás por la anulación de la propiedad privada, por dividirla. Si tienes algo (la lavadora, Dugin) ya serás contrario a la redistribución total. Creo que la tendencia a la posesión privada en los humanos es casi tan natural, instintiva, como la de la supervivencia; y ahora que todos (en Occidente) tenemos algo nadie quiere repartir, ¡ni los del PCE!

Gonzalo Casanova
Gonzalo Casanova
1 año hace

SEGUNDA REPÚBLICA: ¿DOS, O TRES ESPAÑAS?
Ha habido un momento, leyendo en Townson sobre la incapacidad de 2ª República para mantener el Orden, en que me ha venido a la mente, ¡estaba cantado!, todo lo del Contrato Social, en especial la visión «negativa» de Hobbes. Si se rompe el Contrato retornaríamos al estado de naturaleza, la lucha de todos contra todos, el homo homini lupus, bestial, sálvese quién pueda, que el Titanic (Sociedad) se está hundiendo: es la anarquía (¿CNT?).
El caso es que si el Gobierno no cumple con el mandato recibido, al no poder proteger ni tu propiedad privada ni tu vida, pierde su legitimidad, i.e. el Pacto se rompe y los ciudadanos/súbditos pueden buscarse otro Ejecutivo, otro señor feudal que les defienda de los pillajes, u otro sheriff, corajudo y eficaz contra los malos de sombrero negro, p.ej. un John T. Chance o un Will Kane, quienes no huyen con el rabo entre las piernas de Hadleyville.
Estoy convencido de que esta conclusión es válida también para Locke, Rousseau e incluso John Rawls. El libro de este último por cierto quizás sea el más importante de teoría política del siglo XX, y nos ilumina mucho en estas lastimosas circunstancias que experimentó 2ª República, con su hipótesis de la situación original y como para salir de ella los individuos convienen en una Alianza; sigo pensando que esta última es el «axioma» básico (tipo Euclides) para explicar el origen de la colectividad humana, y asimismo para validar el Ejecutivo que la preside.
Por tanto, si la Administración Central no es funcional, entonces …, ¡más glub!, o mejor dicho ¡glu, glu, glu!, y nos hundimos en el piélago del caos, de la situación primigenia de los individuos, robándose y matándose unos a otros. Cierto, Hobbes es aquí melodramático, pero el leitmotiv está claro, y es aviso para navegantes de ese oscuro piélago. Pues sí, seguimos …, en tal circunstancia Franco y sus colegas militares estaban «legitimados», ¡ay Dios!, para romper con ese Gobierno, y cambiarlo por otro. Cierto es desde luego, que no convocaron unas elecciones para que los paisanos escogieran a ese Otro Gabinete. También estoy convencido de que Franco y los otros generales (sin el …ísimo) tampoco mantuvieron discusiones teóricas, hasta la madrugada, sobre el concepto de Acuerdo entre el Pueblo, soberano, y la Autoridad Máxima que va a representarlo. Pero no importaría, siempre que 2ª República no controlara las checas, sacas, paseos, alteraciones del orden público, comidas gratis de los proletarios (a punta de revólver), saqueos, expropiaciones y demás, los militares tenían el Derecho a alzarse.
A los cientos de miles de muertos se suma para más INRI, la cuestión de la filosofía política, ¡ay! Bueno, Franco se rebeló, y obtuvo la victoria militar; pero ésta no convierte en legal un determinado Ejecutivo, sino la Voluntad del Pueblo, la cual no fue consultada en cuarenta años, excepto en un referéndum.
Con todo ahí sigue ese hueso duro de roer, 2ª República y su monopolio o no de la violencia legítima. Y lo de Guatemala o Guatepeor: anarquía o totalitarismo, continuará debatiéndose.