En la pintura El jardín de las delicias el Bosco juega con lo imposible haciéndolo posible: una naturaleza fabulosa e híbrida, desbordada de imaginación, se transforma ante nuestros ojos en verosímil para entregarnos una visión única y detallada del mundo, del pecado y sus consecuencias morales en el destino del ser humano. Así Juan Tallón, en El mejor del mundo (Anagrama, 2024), nos aventura a los lectores a una imposible realidad a través de una acertada y medida dosis de ironía y cotidianidad, convenciéndonos de que es factible, con el fin de plantearnos no pocas preguntas sobre nuestra historia personal e identidad, aquellas que nos configuran, a través de un protagonista cuyo apellido parece predestinarle, Antonio Hitler. Éste se ve abocado a una nueva realidad y existencia tras una noche en un local de México, aunque de ello sólo será consciente tras su regreso a España. Únicamente su nombre y fecha de nacimiento permanecen, en apariencia, inalterables entre ambas realidades.
Piensa en cuánto le gustaba ser él. (…) Antonio Hitler había aspirado siempre a ser el que era, y un día lo consiguió. Y cuando cumplió ese destino, que lo hacía amar realmente la vida, algo se lo arrebató, así que ahora estaba siendo otro a la fuerza, en contra de un deseo, de una explicación, de la lógica del sentido natural del mundo. Se pregunta qué es ser Hitler ahora.
¿Qué hacer cuando se nos impone una nueva identidad y vida de manera repentina? ¿Reescribirnos y aceptarlas, aunque no sepamos quiénes somos porque desconocemos nuestro pasado? ¿Y si quienes somos ahora, siendo una persona mejor, no encaja con quién éramos en absoluto? «¿Habrá algo más terrible, piensa, que no saber quién eres?». Antonio Hitler transita por la extrañeza de desconocer quién es y quiénes son quienes conviven con él, y sigue un rastro de migas de pan en la búsqueda de su nueva identidad, como la que emprende Edipo en Edipo rey, de Sófocles, para buscar al asesino de Layo. Así se busca a sí mismo. Y descubre que, a pesar de que esta nueva realidad le ofrece un padre afectuoso, una esposa que lo quiere, una vida desahogada y llena de lujos, un reconocimiento y prestigio social (con un cierto guiño a su anterior novela, Obra maestra, pues es director del Museo de Bellas Artes de Ourense), el vago anhelo de su otra vida puede sobre todo ello, en especial por el amor hacia su hija Irene, así como por la sensación de soledad que le envuelve, porque nadie le conoce en verdad: «Y lo peor no es que esté solo, sino que se siente solo. El vacío de una memoria compartida le aísla».
Explora Juan Tallón las laberínticas relaciones paterno-filiales para reflejar la complejidad y lo contradictorio del carácter humano, mientras es un ser en constante enfrentamiento con su padre:
Saciar esa sed de venganza que le aparece cuando se siente desairado. Solo se lo explica por la detestable herencia familiar, que lo aboca a cumplir con un destino maldito.
Con su hija se muestra como un padre responsable y tierno, vulnerable y cariñoso. En esta hija ha depositado la esperanza de un nuevo linaje:
Con ella había cambiado el paradigma, desparecido el rencor de estirpe, que era una versión más malvada que el rencor de clase, y que hacía que cada nuevo miembro tuviese que aborrecer a su progenitor.
No obstante, el padre, la hija, la esposa, los amigos sólo son espejos en los que Tallón va reflectando al protagonista. Contra ellos choca para devolvernos la ambición y violencia que le definen, dando pleno sentido a la afirmación de Heráclito: El carácter es el destino del ser humano. Su carácter violento ha determinado quién es Antonio Hitler, enlazando su persona con el personaje histórico, aunque ninguna relación guardan, una violencia en ocasiones gratuita y que, multiforme, afecta a todos los personajes en mayor o menor medida, hasta que el propio destino decreta alterar su vida, haciendo germinar un caos interior, al que asistimos perplejos y atrapados los lectores, haciendo buenas las palabras de Eurípides cuando en su tragedia nos presenta a los humanos como marionetas de los dioses.
Porque es incuestionable la capacidad de Juan Tallón para detallar con minucioso realismo la vida cotidiana, acercándose en algunos momentos a la pintura hiperrealista de Antonio López, no deja de sorprender el enlace armónico de esta con una imposible situación que todos hemos podido imaginar en algún momento de nuestras vidas, convirtiendo a esta novela en una audaz propuesta, desafiante ante las convenciones de los géneros, sin dejarnos de interrogar sobre el valor de nuestro pasado, vivencias y decisiones en la arquitectura de nuestra existencia. Quienes se acerquen a esta nueva novela de Juan Tallón, El mejor del mundo, buscando algunos de los trazos que le han asentado como una de las voces narrativas más originales del panorama literario hispánico, hallarán su personal estilo, las reflexiones filosóficas, literarias y culturales, su prosa vívida, directa y afilada, oscilando entre lo poético y lo sarcástico, repleta de imágenes que estallan ante nuestros ojos. La narración fragmentada, no lineal, va en un crescendo donde el lector sopesa las ganancias y pérdidas a las que el azar ha sometido al protagonista, para lanzarnos sobre un final deliberadamente abierto, incierto. Sin embargo, no deseamos otra cosa que Antonio Hitler, con todos sus defectos, retorne a su realidad primigenia, recupere su pasado, y con él su identidad. Poner punto final a una obra maestra sólo puede tener como desenlace ser el mejor del mundo.
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Autor: Juan Tallón. Editorial: El mejor del mundo. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros.
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