Red One es el típico invento a caballo entre la extravagancia y el estudio de mercado que se puede disfrutar. Exige, eso sí, que uno compre el artificio de película de acción de los noventa y fantasía navideña que propone el film, pilotado en calidad de estrella y productor por el forzudo Dwayne Johnson. Bien es cierto que la fórmula a caballo entre el cine de secuestros (¡Santa Claus raptado!) y el cuento familiar navideño, dirigida por un despistado Jake Kasdan (encargado de los remakes de Jumanji para el mismo actor) podría haber sido mejor, si en su descarada incautación de recursos de otro cine hubiera atinado en esa esquiva diana de cine camp digital que, por ejemplo, un gamberro como Stephen Sommers aprendió a pulsar tan bien en el blockbuster de los 2000 con películas como La Momia o Van Helsing.
Pero tras esta andanada de críticas, lo cierto es que el film destinado a Prime Video (pero estrenado poco antes en cines, con resultados más que decentes) se deja ver como uno de esos blockbusters bizarros estilo Howard, un nuevo héroe con los que la industria acostumbra a desbarrar. Johnson, como un elfo vengador en un Polo Norte militarizado por Papá Noel (J. K. Simmons) se desenvuelve en un film donde tecnología y magia, y por tanto ciencia ficción y fantasía, se dan la mano mientras se suceden unas cuentas ocurrencias muy buenas: esos juguetes que se vuelven reales, los detalles legendarios que rodean la trama y justifican la presencia de la mejor actriz de todo el reparto, Kiernan Shipka…
Si el director Jake Kasdan hubiera estado más inspirado con los gags de colegas de Johnson y Evans, y los dos actores hubieran entrenado un mínimo de química, estaríamos hablando de otra cuestión distinta. Red One, al fin y al cabo y como todo buen relato navideño, acierta en su reflexión sobre el valor de los símbolos y trata de entender, y recuperar adaptándolo al lenguaje del cine superheroico, la infinita habilidad de hits de los 80 como a la hora de basar el espectáculo en el carisma de sus estrellas. No lo consigue, pero por el camino, con su banda sonora evocando sonidos de Alan Silvestri, sí reparte algunos momentos de genuina ilusión que solo puede proporcionar el cine vulgar.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: