Reencarnación de los carniceros, del poeta chileno Oscar Hahn, reúne poemas que giran en torno al mismo tema: la supervivencia de la especie humana en este planeta. Los interminables conflictos bélicos, la fabricación de armas nucleares cada vez más devastadoras, las mutaciones genéticas producto de la radiactividad y el perturbador caos climático, son enfrentados con la intensidad y la originalidad que caracterizan a la poesía de Oscar Hahn. Estas visiones de la era nuclear, tan reveladoras como inquietantes, son una denuncia y una voz de alerta. Reencarnación de los carniceros es una obra señera de la poesía contemporánea.
Zenda adelanta cinco poemas del libro.
Reencarnación de los carniceros
Y vi que los carniceros al tercer día
al tercer día de la tercera noche
comenzaban a florecer en los cementerios
como brumosos lirios o como líquenes
Y vi que los carniceros al tercer día
llenos de tordos que eran ellos mismos
volaban persiguiéndose persiguiéndose
constelados de azufres fosforescentes
Y vi que los carniceros al tercer día
rojos como una sangre avergonzada
jugaban con siete dados hechos de fuego
pétreos como los dientes del silencio
Y vi que los perdedores al tercer día
se reencarnaban en toros cerdos o carneros
y vegetaban como animales en la tierra
para ser carne de las carnicerías
Y vi que los carniceros al tercer día
se están matando entre ellos perpetuamente
Tened cuidado señores los carniceros
con los terceros días de las terceras noches
Ciudad en llamas
Entrando en la ciudad por alta mar
la grande bestia vi: su rojo ser
Entré por alta luz por alto amor
entréme y encontréme padecer
Un sol al rojo blanco en mi interior
crecía y no crecía sin cesar
y el alma con las hordas del calor
templóse y contemplóse crepitar
Ardiendo el más secreto alrededor
mi cuerpo en llamas vivas vi flotar
y en medio del silencio y del dolor
hundióse y confundióse con la sal:
entrando en la ciudad por alto amor
entrando en la ciudad por alta mar
O púrpura quemada o nieve roja
Batalla de Stalingrado, 1943
Está la sangre púrpura en la nieve
tocando a solas llantos interiores
al soplo de memorias y dolores
y toda la blancura se conmueve
Fluyendo van en ríos de albas flores
los líquidos cabellos de la nieve
y va la sangre en ellos y se mueve
por montes de silencio silbadores
Soñando está la novia del soldado
con aguas y más aguas de dulzura
y el rostro del amado ve pasar
Y luego pasa un río ensangrentado
de blanca y hermosísima hermosura
que va arrastrando el rostro hacia la mar
Visión de Hiroshima
Arrojó sobre la triple ciudad un proyectil
único, cargado con la potencia del universo.
Mamsala Purva
Texto sánscrito milenario
Ojo con el ojo numeroso de la bomba
que se desata bajo el hongo vivo
Con el fulgor del hombre no vidente: ojo y ojo
Los ancianos huían decapitados por el fuego
encallaban los ángeles en cuernos sulfúricos
decapitados por el fuego
se varaban las vírgenes de aureola radiactiva
decapitadas por el fuego
Todos los niños emigraban decapitados por el cielo
No el ojo manco no la piel tullida no sangre
sobre la calle derretida vimos:
los amantes sorprendidos en la cópula
petrificados por el magnesium del infierno
los amantes inmóviles en la vía pública
y la mujer de Lot
convertida en columna de uranio
El hospital caliente se va por los desagües
se va por las letrinas tu corazón helado
se van a gatas por debajo de las camas
se van a gatas verdes e incendiadas
que maúllan cenizas
La vibración de las aguas hace blanquear al cuervo
y ya no puedes olvidar esa piel adherida a los muros
porque derrumbamiento beberás leche en escombros
Vimos las cúpulas fosforecer los ríos
anaranjados pastar los puentes preñados
parir en medio del silencio
El color estridente desgarraba
el corazón de sus propios objetos:
el rojo sangre el rosado leucemia
el lacre llaga enloquecidos por la fisión
El aceite nos arrancaba los dedos de los pies
las sillas golpeaban las ventanas
flotando en marejadas de ojos
los edificios licuados se veían chorrear
por troncos de árboles sin cabeza
y entre las vías lácteas y las cáscaras
soles o cerdos luminosos
chapotear en las charcas celestes
Por los peldaños radiactivos suben los pasos
suben los peces quebrados por el aire fúnebre
¿Y qué haremos con tanta ceniza?
El muerto en Nagasaki
Entramos en un bosque furiosamente quemado
violentamente abrasado
Extraños árboles de pie nos ofrecieron frutos
llamados ascuas flores llamadas brasas
De estos árboles o frutos o flores
la quemadura es la sustancia el ojo en llamas:
ascuas florales quemaduras arbóreas
brasas frutales son
Y había flamencos de carbón que cantaban pavesas
Sólo al muerto en incendio
le es dado ver esas canciones
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Autor: Óscar Hahn. Título: Reencarnación de los carniceros. Editorial: Visor. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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