¿Qué es un animal? Animales que devoran como animales, que mueren animales y no entienden lo que son. Animales.
Pienso que la culpa no es del autor tanto como del aparato publicitario alrededor. La ciencia está de moda. Aunque sea una materia que aburra en clase, fuera de ella la ciencia vende. Pero más allá de periódicos, divulgación, realities y demás, la ciencia es una cosa muy seria. Es algo que me parece que no queda claro con esta obra. Que sí, está bien como obra de ficción, los cuñados fliparán al leerla porque proporciona un manual para las comidas navideñas. Otra razón para lamentarse por el aforo limitado. Para una vez que pueden blandir un libro. Cosas de la pandemia.
Como digo, el autor lo ha intentado y el libro no está mal escrito. No merece una reseña negativa. Lo dejaré pasar. O no.
Otra de las circunstancias del COVID es que uno dedica más tiempo del que debe a leer artículos no científicos y da con un artículo publicado en este medio en el que Benjamin Labatut afirma: “Basta pasar una noche solo en el bosque para entender que el ser humano ya no es parte de la naturaleza. Quizás nunca lo fue.” Si bien esta opinión me da pie a tratar un tema interesante, deseo separarla del libro. Me tengo que estar haciendo viejo, pues ya no uso las declaraciones de los escritores para darle estopa a sus trabajos.
Eso es todo. Hasta ahí llego, torpe y confuso, con mi gentileza. El libro es una cosa. El autor y sus asertos en período promocional otra distinta. Se debe ser más precavido en las entrevistas cuando se firma un trabajo con información abundante y fuentes confusas —para la próxima tal vez quiera aprender a citar y referenciar adecuadamente, es un consejo gratuito—. Lo que puede ocurrir es que el lector descubra que el autor no conoce el tema que ha abordado a lo largo de 210 páginas. Y qué vergüenza, y vaya apuro. Y quiero mis 20 euros de vuelta.
Dejaré, como dije, lo del libro de lado. Lo importante para mí es la naturaleza. Y el hombre. Y un señor manifestando lo que muchos expresan con sus actos de estrangulamiento del mundo natural. Por si me alejé mucho, me refiero al asunto del hombre desposeído de la naturaleza.
No puedo estar de acuerdo con esa afirmación. No solo me debo manifestar en contra, sino que pienso que es completamente falsa. Más allá de opiniones. Noches he pasado muchas en bosques y sus enigmáticos sonidos. En huertas de vida sibilina que se adapta a la oscuridad antes que a la luz. E incluso en algunos de los mares del planeta. Nunca me he sentido más en mi medio. Y todo esto con una larga formación biológica, consciente de la vida y la muerte, de los peligros, pero lo bastante consciente como para hacer balance y comprender que el canto del búho, los pasos de la liebre entre los matorrales, o el oleaje rasgando el bote valen más que una vida de bonsai. Porque eso es la mencionada opinión de Labatut, así como su visión del mundo y la naturaleza. El resultado de una vida de bonsai a la que el ser humano se ha adaptado durante siglos de forma progresiva. Una evolución evidente. Y a pesar de que hoy día estemos domesticados para el circo del capitalismo y como ruedas de molino, gira o revienta, continuamos siendo animales.
¿A quién puede ocurrírsele pensar que humano y naturaleza van separados? Vaya, para este que escribe es obvio que el hombre está supeditado a la presencia de la naturaleza, por mucho daño que le hayamos hecho y sin importar la fuerza con que algunos crean que la dominan. Sin naturaleza no hay hombre. El ser humano no puede existir aislado de ella, del concepto ni del componente material. Allá donde esta raza, supuestos hijos de Adán y Eva, vaya arrastrará a aquella cuya presencia les da cobijo.
No quiero dar a entender que pertenecer y honrar vayan juntos en este caso. Somos unos hijos bastardos, unos malos cuervos que maltratan a su madre y le pican los ojos. Pero no dejamos de ser naturaleza. ¿Las ciudades, las perforaciones petrolíferas y todo ese brutalismo? Pues siento decir que sí. ¿Deja un pájaro tejedor de pertenecer a la naturaleza en el momento en que construye su elaborado nido? ¿O es un castor menos animal por las obras de ingeniería que son sus presas?
Incluso esa soberbia con la que un humano se atreve a declarar que ya no pertenecemos a la naturaleza, que nunca fuimos parte de ella, es un constituyente del mundo natural. Me altera ligeramente al hippie de mi interior ver que una editorial de la talla de Anagrama da cabida a la publicación de una obra que fácilmente es un corta y pega de Wikipedia con un poquillo de imaginación. Pero aún resulta más preocupante que haya personas allá fuera que vean que el sofisma de que el hombre nunca formó parte de la naturaleza pueda tener algún recorrido. Entiendo que es más sencillo alardear de pensador, de criatura profunda y estudiosa, antes que reconocer que uno es un haragán acomodado al que le pesaría demasiado llevar un estilo de vida con menor impacto para el resto de seres vivos. No lo comparto, pero he de fingir que lo entiendo, porque la tolerancia está sobrevalorada.
Lo de que vivimos tiempos complejos no es ninguna novedad. Sé que todo tiempo pasado pareció mejor. Es otra de nuestras constantes. Pero no es así. Nos disgusta repasar con atención la historia. Y nos resultan más sencillas las evaluaciones superficiales, como aquellos que leen solo el titular de una noticia y ya saben cómo arreglar el mundo. La naturaleza es complicada, y nosotros entes vagos por su orden y disposición. Y en esta ocasión, nuestra tendencia natural se vuelve contra sí misma. En particular, en la actualidad, la complejidad no emana de una pandemia, sino de un mundo modelado para sustentar un tamaño poblacional que no cabe en la imaginación ni del más colgado. Si en una época que requiere de nosotros un compromiso fuerte para resistir de la mejor forma el imparable cambio climático le damos voz a los escapistas morales, a los que creen que la naturaleza es una cosa aparte que funciona según normas misteriosas, creo que es evidente que no vamos a salir de esta.
A mí me apena pensar en todas las vidas que nos vamos a llevar por delante con nuestro egoísmo y nuestra patología intrínseca. Hasta que intento contarlas, una por una. Entonces lo que siento es una ira justificada. Stephen Hawking deseaba llevar a la especie humana más allá del planeta Tierra porque este ya está fundido; Labatut, que no posee ni un gramo del genio del físico, manifiesta ideas de desapego similares, y otros las corean. Con estos truenos, el desaliento que se respira debería ir más allá de una pandemia de la que se ríe la Peste Negra y su recesión económica.
No vamos a salvar nada. Ni ustedes, ni yo. Los tratados por el clima no sirven más que para evidenciar nuestra desunión. Solo los conservacionistas no se enteran de qué va el pescado. Llegados a este punto de no retorno, lo que conviene es aprender lo único útil de la doctrina católica. Un poquito de contrición. Y humildad, señores, humildad. El ser humano pertenece al mundo natural, y es en él donde ha desarrollado el más eficiente sistema de parasitismo conocido. Será bajo las mismas leyes que Labatut encuentra crueles que buena parte del mundo natural sucumba tras nuestras huellas. Animales que devoran como animales, que mueren animales, y no entienden lo que son. Animales.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: