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Represión, horror y técnica literaria

Represión, horror y técnica literaria

Hay paralelismos evidentes entre los tiempos victorianos y los nuestros. Tal vez el más obvio sea el encubrimiento de un malestar profundo que se filtra en nuestras vidas como humedad bajo las puertas. Incluso es peor en nuestros tiempos, porque en la época victoriana no se exigía la felicidad, solo el cumplimiento estricto de las normas. Virginia Feito, en Victorian Psycho, no solo reconoce este malestar: lo amplifica, lo deforma y lo ofrece al lector en una mezcla de crudeza, rencor social y negrísimo humor.

Desde su ironía inicial —el eco de American Psycho aparece en el título, aunque Winifred Notty, la protagonista, tenga poco que ver con Jason Bateman— la novela desafía las expectativas. Feito coincide con Easton Ellis en cierto sarcasmo hiriente, pero no en el narcisismo de su protagonista. Winifred no busca nada, no anhela reconocimiento, es solo un agente del caos. Tan oscura como las habitaciones que describe, está emocionalmente mutilada, es incapaz de reconocer la belleza o conmoverse ante su propia muerte o la de los otros. Podría afirmarse que es una figura existencialista, hija del absurdo, más cercana al extranjero de Camus que al asesino pop de Ellis. Como Mersault, Winifred narra su historia desde la indiferencia, una apatía que no se limita al otro, sino que alcanza su propia existencia. La suciedad y la humedad impregnan sus percepciones; los detalles que recuerda, en el umbral de la muerte, en ese túnel que suele estar lleno de lo más bello que hemos vivido, así lo demuestran: “Una mosca que zumba encerrada en un puño… mis manitas regordetas de niña partiéndole por la mitad el pico a un pato”. No hay espacio para lo sublime, ni siquiera en el último instante.

"El sentido, o su ausencia, de Victorian Psycho podría remitir, al Marqués de Sade y a Freud, dos figuras que, desde ópticas diferentes, exploraron el mal"

Además, Feito consigue lo que Easton Ellis ni logró ni buscó: cierta empatía con la protagonista, una conexión que incomoda porque no deja de ser una asesina inmisericorde. En esa conexión hay un aspecto fundamental: el personaje de Easton Ellis asesina a personas que se encuentran supeditadas a él, mientras que la psychokiller de Feito mata a la familia a la que sirve. Este toque social, profundamente subversivo, incrementa la empatía del lector. Es decir: encontramos a una criada que dedica sus días a lo mismo que tantas referencias cinematográficas o literarias, desde Lo que queda del día a Downtown Abbey. Sin embargo, mientras estas se guardan su ira, la criada de Feito la expulsa sin mirar atrás. Supone, por lo tanto, una ruptura radical en el género británico por excelencia hecha, además, por una extranjera. ¿Es Victorian Psycho una novela social, una crítica? Ignoro cuáles son las intenciones de la autora y si la narración de las consecuencias de una crianza tan terrible —es una novela profundamente determinista— implica una crítica o solo una exposición de una sociedad degradada. Me inclino hacia la simple exposición, un tanto hobbesiana, pero cada lector extraerá sus conclusiones.

El sentido, o su ausencia, de Victorian Psycho podría remitir, al Marqués de Sade y a Freud, dos figuras que, desde ópticas diferentes, exploraron el mal. En Winifred late algo profundamente sadiano: una aceptación casi científica, casi cínica, de que el mal y la crueldad no son aberraciones, sino posibilidades naturales de la existencia humana. Como los personajes de Sade, la protagonista actúa desde un lugar de desapego absoluto, donde la violencia no es solo una acción, sino una forma de relacionarse con el mundo. No es una actitud tan demencial: la mostramos cada día con nuestra indiferencia ante, por ejemplo, las miles de muertes en conflictos bélicos.  En cuanto a Freud, lo reprimido, lo que no puede ser expresado en la superficie de las convenciones sociales, emerge en Victorian Psycho convertido en un torrente de violencia, humor negro y, finalmente, liberación, una suerte de sublimación invertida: el malestar se convierte en destrucción.

"En el tramo final, Feito se atreve a entrar en un gore casi cómico, entre el surrealismo y, por ejemplo, el cine extremo francés"

Victorian Psycho puede considerarse una continuación espiritual de La señora March. Mientras esta retrataba la paranoia y el aislamiento desde una perspectiva contenida, casi minimalista, Victorian Psycho se orienta hacia una violencia más explícita y una protagonista aún más incapaz de encontrar redención. Ambas novelas comparten una característica esencial: el mal no viene de fuera, sino que brota del interior de los personajes. Consciente de la necesidad de un correlato objetivo acorde, Feito nos lleva al interior de una Inglaterra que no tiene nada de idílica ni aristocrática, sino que resulta abiertamente repulsiva.

Las escenas violentas son rápidas, contundentes, como un bisturí que corta con precisión quirúrgica. En el tramo final, Feito se atreve a entrar en un gore casi cómico, entre el surrealismo y, por ejemplo, el cine extremo francés. Nos recuerda que, bajo la superficie macabra, esta es una novela profundamente lúdica. Un divertimento brutal, como lo llamaría alguien que entienda que el horror también puede ser una forma de risa. Pero no todo es juego. La maldad de la protagonista, o más bien su vacío, nace de la ausencia absoluta de apego, de una incapacidad radical para conectar con el otro.

Victorian Psycho, concluyendo, es una obra liberadora en el sentido más visceral del término, pero también profundamente incómoda.

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Autora: Virginia Feito. Título: Victorian Psycho. Traducción: Gemma Rovira Ortega. Editorial: Lumen. Venta: Todos tus libros.

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Raoul
Raoul
15 ddís hace

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