Una joven judía sobrevive en el Berlín clandestino entre 1940 y 1945. ¿Quién es capaz de no emprender esta lectura?
El pueblo judío fue perseguido durante muchos siglos; en la Edad Media, en muchas ocasiones, vivieron en guetos; sobre el año 1350, durante la epidemia de la peste, fueron expulsados y perseguidos, así como después del asesinato del zar ruso Alejandro II en 1881.
Sin embargo, tras la masacre del Holocausto, el pueblo judío no actúa de forma ética, la Nakba palestina (“catástrofe” en árabe) es la expulsión masiva de palestinos árabes durante la creación de Israel (1947-1949), una limpieza étnica que no fue un resultado involuntario de la guerra palestino-judía. Fue un acto deliberado y sistemático que tiene sus raíces en el movimiento de los judíos sionistas del siglo XIX, con el apoyo de Europa y EEUU. Justo después del Holocausto, el pueblo judío expulsa al pueblo palestino de sus hogares para crear el Estado judío de Israel. Hoy son más de siete millones de refugiados y desplazados palestinos, de los que 800.000 tuvieron que huir de sus territorios en 1948. Con el apoyo de la recién creada ONU, los judíos fundan un país expulsando a los palestinos de su tierra.
Marie cuenta sus vivencias en el Berlín nazi de los años 40, tiempo en el que aprende a sobrevivir, a camuflarse entre la gente para no ser deportada como judía. Cuenta cómo se cruza en su camino con todo tipo de personajes, nazis, pronazis, antinazis, judíos que colaboraban con la Gestapo, así como amigos.
Nuestra protagonista enseguida se da cuenta de que aquellas situaciones tan humillantes para el pueblo judío eran provocadas de forma intencionada, por lo que deduce, con apenas 19 años, que “en una situación anormal no hay que hacer lo normal. Hay que adaptarse”.
Narra la muerte de su padre como una liberación para ella misma: “mi padre había muerto para despejarme el camino”, para que ella pudiera vivir. Con una precisa observación y análisis biológico (no tenía comida) entiende que los trabajos forzados la llevarán a la tumba y por ello provoca varias expulsiones de sus empleos hasta ser borrada del fichero de la seguridad social. El objetivo único era sobrevivir, porque el siguiente paso eran las deportaciones que conducían a la muerte.
Narra los periodos compartidos con diferentes personas que encuentra en su huida, la colaboracionista Toni Kirschstein, su novio Ernst Wolff, su amiga Irene Scherhey, la que fuera novia de su tío Arthur, Hilde Hauschild, la señora Hannchen Koch, quien le proporcionaría una ración de comida durante años, la anciana Ida Kahnke, la limpiadora de retretes, la señora Schulz, el ginecólogo Benno Heller y su mujer, la tía Sylvia Asarch, el falsificador Herbert Koebner o el búlgaro Mirko, con quien huye a Bulgaria para volver expulsada a Berlín siete semanas después.
Una vez que regresa a Berlín, pasa una noche con Tódor Nedelchev, una semana en “casa” del capitán Klaar, dos semanas con la ex acróbata Karola Schenk. Después está un tiempo con Gerda Janicke, haciéndose pasar por enfermera, y en diciembre de 1942 se va a vivir durante dos semanas con Camilla Fiochi, cuñada de Karola. Está otro breve periodo en el barracón del tullido Galecki y regresa por segunda vez con Camilla y nuevamente con Janicke, donde en su segunda estancia conoce a otra chica clandestina, Eva Deutschkron, quien le cuenta su historia, digna de ser leída. “En estos tiempos absurdos todo es absurdo. Solo conseguiréis salvaros de forma absurda, porque los nazis quieren mataros a todos”, les decía el doctor Benno Heller.
Trude Neuke, que había prometido cuidarla hasta el final, le decía que cada día que pasaba era un día ganado que les acercaba a la liberación. Marie vive otras seis semanas en Magdeburgo, capital de Sajonia, con Erna Hecker, quien la cuidó bien. Su siguiente destino será con el holandés Gerrit Burgers, que tenía una habitación alquilada en casa de la señora Blase y donde permanecen hasta ser bombardeado el edificio en marzo del 45. Después, cada cual seguirá su propio camino.
Nos recuerda las esperanzas que albergó tras el atentado contra Hitler, del 20 de julio de 1944, también conocido como el Plan Valquiria, pero todo fue en vano y aprendió otra premisa para seguir sobreviviendo: “No acudas a donde no te llaman”.
En abril de 1945 las tropas soviéticas entran en Berlín, pero el panorama de salvación dista mucho de lo esperado por Marie: violaciones masivas, vejaciones, malas formas. Marie consigue su propósito de vivir sola, aunque fuera en un piso pequeño, retoma sus estudios universitarios y se doctora. En 1973 es nombrada catedrática de Historia de la Literatura y la Cultura Antiguas.
Marie Jalowicz representa la esencia de la resiliencia en tiempos de guerra, bajando la cabeza y callando para no opinar, escuchado todo tipo de amenazas y sufriendo vejaciones y abusos. “Los judíos que viven en la clandestinidad no se ponen enfermos”.
Solo había que hacerse pasar por tonto para que un ángel de la guarda te ayudara. Marie Jalowicz sobrevive por azar, que no por el destino, manteniendo toda su vida un perfil bajo en sus declaraciones políticas, llegando a no permitir que su nombre apareciera en las entrevistas que otorgó durante su vida. Marie mantuvo hasta el final de sus días su “decencia”, a la que tantas referencias hace durante las confesiones que narra a su hijo y que son ordenadas y trascritas en este libro.
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Autora: Marie Jalowicz Simon. Título: Clandestina. Traducción: Ibon Zubiaur Mirantes. Editorial: Periférica & Errata Naturae. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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