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Respirar el arte

Recuerda Hume en su ensayo Sobre el gusto el fino paladar de Sancho, el escudero, respecto al vino y el buen comer. ¿De qué modo pudo desarrollar el llano labrador de crecida andorga y habilidad refranera el saber culinario del monarca y de los altos nobles? A partir de la experiencia, del probar y beber vinos y vinos de pellejos, jarras y barriles, sin atención alguna a taninos, sulfitos o bodegas. La tan extendida dimensión academicista, de másteres y estudios, de sumilleres, de narices de oro, de agitar la copa con el meñique alzado y describir en voz alta los matices de roble y frutos del bosque, ha convertido la experiencia misma en una suma desvivida de datos y nociones.

"En la superficie, materia y vacío; en el horizonte, cielo y mar; en la caza, gato y pájaro"

A partir de esta misma perspectiva se inicia el diálogo recogido entre el poeta José Ángel Valente y el cineasta Gonzalo Suárez en El gato y el pájaro, desde el que reivindican vivir el arte sin ínfulas intelectuales ni mayor explicación, permitiendo percibir su propio «ser» y su fluir sin interrupciones. Lo anterior preservará su misterio más íntimo, para que nos siga atrayendo y atrapando, para que conserve esa especie de halo mágico, de aura. Recuerdan así la belleza airada de las piezas de Eduardo Chillida en suspensión, pendientes de cables, gravitando con su peso monumental, cayendo sin dañar nuestras cabezas. Dicho “don de la ligereza”, oxímoron de su piedra, reúne las condiciones de estupor y sublimidad, un colapso que detiene la vida para la contemplación y en el que se disipan las irrelevantes contingencias del día a día. La calidad del sentir dependerá, por tanto, de los grados del saber; y quien poco sepa creerá que el sentimiento nada tiene de elevado y quien mucho conozca verá su experiencia entorpecida por falta de asombro. Son en estos equilibrios, entre el peso y el tensor, entre la caída y la ingravidez, entre el poco y mucho saber, en los que se produce esta revelación que conecta arte y espectador.

Así, el milagro de lo cotidiano nos es dado. A la vista se desvelan los oscuros más cercanos, a través de las formas lo desconocido se deja ver y regresamos al mundo cambiados. Un golpe de realidad (o bofetada) que despierta al héroe interior y del que emergen nuevas vías de esperanza. El periplo dura una vida de preguntas y respuestas. Respuestas sin certeza, tan solo una calma plácida, un suspiro que llena los pulmones del aire que nos rodea y que exhala afuera nuestro interior, un túnel orgánico que conecta uno y otro lado de la boca. En los límites confluyen y se confunden los distintos. En la superficie, materia y vacío; en el horizonte, cielo y mar; en la caza, gato y pájaro. La dureza de la línea se degrada… «El gato es pájaro», reza Valente en su fulgor: salta, se funde. El gato vuela, el vacío adquiere cuerpo. Las esculturas abren huecos, lugares para la posibilidad. La esencia se condensa en la escultura negativa, se protege en sus márgenes porosos y detiene el tiempo, lo manifiesta. El vacío es creado a partir del hormigón, de la piedra. El vacío es fértil desde la nada.

"El artista se olvida de sí, relega su voluntad a encuentros fortuitos, a revelaciones propias de la creación"

Chillida superpone los blancos y los negros de las luces y de las sombras, de los alabastros y de los hierros, de los vacíos y las materias. Lo hace con gesto abierto, generoso al impulso irracional y espontáneo. Son rayos de acción, fuerzas desconocidas que ocupan su cuerpo vaciado y que orientan y resuelven las piezas de manera singular. El artista se olvida de sí, relega su voluntad a encuentros fortuitos, a revelaciones propias de la creación. Resuelve humilde cada pieza, que se asienta y sirve de nuevo peldaño respecto al anterior y así en lo sucesivo, proyectando su investigación desde la duda terrena hacia el concepto universal o suprasensible. Obra y vida alzan así el vuelo, los materiales densos aletean sus partes con apariencia liviana y descubren al artista reflexiones alejadas de la física y de sus leyes. Pensamiento – mano – pensamiento.

En el centenario del nacimiento del artista, Susana Chillida edita esta conversación fundamental mantenida por Valente y Suárez. En un ejercicio contrario al de su padre, Susana dota de materialidad y gravedad a las palabras que se hubiera llevado el viento y que hoy sirven de contrapeso a la fiebre instaurada del análisis fúnebre que tiende a lo robótico. Suerte de diálogo que nos permite recordar el correcto “modo de ver” no sólo del arte, sino del mundo. Recuperar la mirada infantil de la que presumía Chillida, dejarse sucumbir por el asombro y por la duda. Así se vive el arte, como se respira. Con profundidad y sin explicación.

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Autores: José Ángel Valente y Gonzalo Suárez, con Eduardo Chillida de fondo. Edición: Susana Chillida. Título: El gato y el pájaro. Editorial: La Fábrica. Venta: Web de la editorial.

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