La escritora británica Natasha Brown trata el trauma generacional de los llamados millennials y la herencia colonial en su novela debut, Reunión, convertida en un fenómeno literario insólito, cuyos derechos de traducción se han vendido a más de quince lenguas.
Es una triunfadora que tiene un buen trabajo en el sector financiero y que acaba de ascender. Además tiene un novio de familia adinerada cuyos padres son los que han preparado la fiesta en la campiña inglesa. Sin embargo, en esta existencia teóricamente perfecta hay algunas grietas, y al pasar revista a su vida, como la señora Dalloway de Virginia Woolf, la narradora, aparentemente tan bien integrada en la clasista sociedad inglesa, se replantea muchas cosas.
En la presentación del libro en Barcelona, Brown ha dicho que cree que las comparaciones con Virginia Woolf, «un referente muy amplio», ayudan a entender mejor Reunión, pero quizá es más cercana a Ciudadana, de Claudia Rankine, «en esa tradición modernista y de experimentación formal y donde todo acaba en una gran fiesta».
En contradicción con su generación, confiesa Brown que a ella no le han influido tanto la cultura de las imágenes ni las redes sociales: «Me ha marcado más internet en general y su intertextualización, las referencias múltiples, la ironía, que caracterizan mi manera de escribir».
Presentado por sus editoras en España como «uno de los libros más importantes» que publicarán este año, en Reunión resulta clave, a decir de su autora, la elección de la protagonista, de la que «tenía claros los espacios por los que iría transitando». Dejó Brown que su personaje principal «vendiera la novela» desde «una voz contenida» y que fuera ella la que actuara «no como objeto, sino como sujeto que escoge el camino por el que tiene que deambular el lector».
Natasha Brown, que estuvo una década trabajando en una empresa financiera en la City de Londres, quiso «dejar un espacio tridimensional abierto» en su protagonista para que los lectores se sintieran identificados. A pesar de que autora y narradora comparten ese mundo financiero, confiesa Brown: «No hablo mucho de mí, y es deliberado: son cuestiones identitarias y pueden hacer mal a la obra y a su percepción». En esa economía de información, Brown da más detalles en las escenas de Londres o de la campiña, porque «aporta concreción», pero sobre los personajes prefiere optar por unas pinceladas que tienen «una mayor fuerza evocadora».
De formación matemática y no humanística, Brown ha jugado a «dar el mínimo de información posible para que sea el lector el que complete ese vacío». Sobre su formación, ha dicho que dio la primera clase de escritura en febrero de 2019, pero en la redacción de esta novela ha sido fundamental su pasión por la lectura. «Si he llegado a hacer esta obra ha sido gracias a mi anterior vida intensa como lectora», ha señalado.
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