Al padre de Frank Bascombe le escoltan Eduardo Lago y Juan Gabriel Vásquez, que escuchan atentos la sabiduría del escritor de Mississippi. Lleva en Málaga un par de días con Kristina, su mujer, y está a punto de reflexionar durante una hora, como ya lo hizo en Flores en las grietas, sobre la vida y la literatura.
Richard Ford, estrella del Festival literario Escribidores.
El Día de la Independencia. Acción de gracias. Canadá. Son obras capitales que explican su trayectoria y la de un lugar, Estados Unidos, tan atractivo como contradictorio. Hay muchos Ford. Aquí van cuatro: el niño que no leía libros; el joven que empezó a entusiasmarse con la lectura, el que cursó estudios de Escritura Creativa y el reportero.
El periodista deportivo, de 1986, es la obra que le situó entre los más grandes escritores de su tiempo. Esa fue la primera novela donde aparecía Bascombe. Ha protagonizado otras cuatro. “Su personaje ha ido envejeciendo con él y con el país”, resalta Lago, ex director del Instituto Cervantes en Nueva York.
La última novela protagonizada por el personaje que vivía en Nueva Jersey “en una gran casa estilo Tudor que compré cuando le vendí un libro de relatos a un productor de cine con un montón de dinero” es Be Mine. Se publicó en Estados Unidos en el arranque del verano de 2023. En España se editará en mayo de este año.
Frank Bascombe le aportó a Richard Ford, que busca sonidos que encajen bien, que lee poesía para inspirarse, que elige palabras con un color que no se encontraría en un sinónimo, una manera de hablar y una voz que podría ser al mismo tiempo seria y divertida. Una voz que también le animó a profundizar en territorios más complejos, en todas las facetas del creador. “Había partes de mí que yo no veía útiles para mi literatura. Todo lo que me preocupaba tenía cabida en los libros”.
Tenía 19 años cuando leyó ¡Absalón, Absalón!, de Faulkner. Este libro, célebre por su lenguaje y considerado por muchos como una obra cumbre de la literatura, contenía una cita “maravillosa” que le animó en su carrera de novelista: “Hay otro mundo mejor”. Se dio cuenta Ford que ese mundo estaba en sus manos y eso enriqueció su vida de forma extraordinaria. Porque el niño Richard había pensado en ser escritor. “Era algo gratis; solo tenía que hacer un pequeño agujero en la pared y mirar ahí fuera”.
Su mirada, tan particular, exige constancia y talento. Pero Ford, que teje universos creativos con personajes solitarios, no es un escritor al que le guste enseñar su cocina creativa, los trucos. Quiere guardar el misterio de cómo escribe sus libros. “No me quiero fijar mucho en las dificultades que tengo, no quiero poner el foco en esos impedimentos”.
Quizá ya pasó el momento de las novelas largas para Ford. Para él es algo agotador. La ambición de El Día de la Independencia, una obra descomunal que le demandaba un minucioso y exigente trabajo diario. Georges Simenon, que escribió casi 200 novelas, se hacía chequeos médicos cada vez que empezaba un libro. Quería tener a punto su físico. Philip Roth le confesó a Lago en qué consistía su proceso de escritura: “Levantarse por la mañana, entrar en un estado mental concreto, en una zona oscura, y entonces ponerte a escribir”.
—¿Tienes alguna definición de lo que es literatura?
La pregunta la lanzaba Ford a sus alumnos de Escritura Creativa.
Cada estudiante contestaba de una manera diferente o se quedaba pensando. El escritor de Canadá atesora la suya: “La literatura es la manera de renovar nuestro mundo sensorial y emocional, algo que no podemos encontrar en otro sitio en el mundo”.
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