Imagen de portada: Richard Ford por Antonio Chatelain-1840-Galeria Nacional de Retratos de Londres.
Buscando cierto libro en mi bien desordenada biblioteca, me encontré con otro que nubló mi interés por el anterior. Se trata de uno de los libros de viaje por España que escribió el inglés Richard Ford en el primer tercio del siglo XIX y dio a la imprenta en el año 1845, ya de regreso a su casa, después de tres años de estancia entre nosotros. Este libro, Manual para viajeros por España y lectores en casa, estaba en mi biblioteca junto a La Biblia en España, de George Borrow, que vino por aquél tiempo a vender biblias protestantes entre los españoles indecisos.
Richard Ford fue uno de tantos viajeros extranjeros que vinieron a España en 1830 porque no se la acababa de creer. Bien es cierto que él tenía una buena razón para viajar y permanecer un tiempo entre nosotros. Con la disculpa, realmente estupenda, de venir a Andalucía en busca de buenas temperaturas que mejoraran la salud de su esposa, Richard Ford realizó entre 1830 y 1833 un conjunto de viajes por las regiones de España para conocer el paisaje y el paisanaje, escribiendo y dibujando, pues también era notable ilustrador. Dicen que hizo alrededor de 400 dibujos de paisajes y tipos humanos. Hizo como dibujante lo que unos años después, al inventarse la cámara fotográfica, hicieron Clifford y Laurent: recorrer España para fotografiar sus paisajes y monumentos. Los Ford tuvieron su cuartel general en dos sitios verdaderamente magníficos: Sevilla y La Alhambra de Granada, más concretamente el Generalife.
Vino el matrimonio a España en aquel 1830 y se encontraron tan a gusto que se quedaron tres años. Se cuenta que el escritor inglés vestía al modo de los arrieros españoles para identificarse mejor con ellos, ya que con ellos viajaba a caballo; y que, una vez en su país, en Essex, seguía vistiendo a la española y haciendo de su residencia una modesta replica del Generalife, jardines incluidos. No debe de considerarse el mero hecho de vestirse a lo majo con las mismas prendas de los arrieros un detalle inherente a la identificación y amor por los transportistas de antaño. El peculiar detalle tenía algo que ver con la seguridad personal de Ford, que se camuflaba entre gente trabajadora para viajar entre ellos sin la inseguridad que supondría hacerlo solo recorriendo a caballo los inseguros caminos, a causa de los constantes asaltos que sufrían quienes tenían la osadía de viajar solos. Hacerlo en un grupo numeroso garantizaba la necesaria seguridad de las personas y las mercancías.
De su aspecto físico por España, mientras fue cronista a caballo, quedan tres dibujos trazados por un colega pintor llamado José María Domínguez Insausti, que al correr del tiempo resultaría ser el padre del poeta Gustavo Adolfo Bécquer. El retratista sevillano debió tener cierta relación con el viajero extranjero, pues sus tres dibujos acuarelados, los tituló Richard Ford como majo serio en la feria de Mairena (a la que acudirían juntos). La obra, realizada en 1832, se conserva en la Real Academia de San Fernando, en Madrid. Siguiendo con retratos de R. Ford, en la Galería Nacional de Londres existe uno, de muy buen porte, obra del pintor Antonio Chapelain, quizá de 1840, del afamado hispanista inglés que alcanzó su prestigio gracias a sus viajes por España y a la agudeza de su ingenio.
Sus crónicas quedaron reflejadas en su obra Manual para viajeros por España y lectores en casa, obra publicada, en principio, en dos volúmenes, en Londres en 1845. Fue tan grande el éxito de público y crítica, que los editores decidieron fragmentar la voluminosa obra y hacer un volumen con las crónicas de cada región y ciudades visitadas. Así, encontraremos ediciones dedicadas a León, ambas Castillas, Andalucía, Reino de Aragón, Cataluña, País Vasco y Navarra, Aragón, Valencia y Murcia, y Granada, Ronda, Gibraltar, Málaga, Jaén y Almería, estas últimas ciudades reunidas en un mismo volumen. Cuando aparecieron aquellos dos volúmenes de España vista por un inglés, la crítica en seguida los consideró una joya de la literatura de viajes del siglo XIX. Había antecedentes, pero Ford se dejó llevar poco por lo folklórico y tuvo tiempo de profundizar en los asuntos.
En el volumen dedicado a las dos Castillas, y concretamente en sus crónicas madrileñas, nos encontramos con el siguiente párrafo, en las páginas 145 y 146, acerca de la principal preocupación de Ford por España y los españoles: la deficiencia de los gobernantes.
“La maldición endémica de la malhadada España es el mal gobierno. Sus ministros, con pocas excepciones, han sido durante dos siglos o incapaces o bribones. ‘Lo que más falta le hace a esta nación’, escribió el Duque (parte de guerra del 20 de julio de 1813), ‘son hombres capaces de llevar los negocios, cualesquiera que sean; y la revolución, como se dice ahora, en lugar de haber hecho mejoras a este respecto, ha, por el contrario, empeorado el mal, poniendo en los cargos públicos de importancia a más gente sin experiencia y dando a muchos hombres, en general, ideas falsas y completamente incompatibles con sus negocios’. Y no se crea que desde entonces han cambiado mucho las cosas, porque ahora la Empleomanía ha infeccionado a la nación entera y aquí los empleos, como en oriente, son la verdadera fuente del poder y el dinero; en consecuencia, el palurdo empleado, el villano con poder, armado con esa autoridad, es suficiente para oprimir a miles, de la misma manera que la quijada de un asno en manos de Sansón”.
Hablando de los funcionarios, Ford no escatima calificativos.
“El objeto de todo funcionario es hacer su fortuna lo más rápidamente que le sea posible, y como tiene prisa, no se siente demasiado escrupuloso, porque la posesión de su empleo es breve e incierta, ya que hay innumerables rivales que tratan de echarle y ponerse en su lugar. De esta manera la sanguijuela saciada es sucedida por otra peor y más hambrienta, la oruga sucede a la langosta y los verdaderos males del Estado no solamente no se enderezan, sino que aumentan. Pobre España; como un paciente moribundo, en vano cambia de ministros, agitándose en su inquieta cama de un lado para otro, de un sacamuelas al siguiente, porque cada uno de ellos, a su vez, se convierte en el objeto que ha de ser destruido y todos ellos gritan ‘que sus días de poder sean cortos, y otro pueda ocupar su puesto’ (Salmos, CIX, 8). De 1800 a 1844 ha habido setenta y cuatro ministros de finanzas y todos ellos ‘sin efecto alguno’. Nueve ministerios se han formado entre mayo de 1843 y mayo de 1844, y cada uno de ellos ha sido más bien peor que el anterior, y todos han desaparecido en la fiebre de su propia impopularidad e ineficiencia”.
Estas opiniones del viajero inglés parecen un reflejo de la vida española de hoy. No lo crean. Ya no hay sacamuelas…
Una selección de los dibujos que Richard Ford realizó en sus viajes por España, muy escasamente divulgados por el mundo, tuvimos la suerte de verlos en una magnífica exposición organizada por la Real Academia de San Fernando, en Madrid, y la Fundación Mapfre, durante unos meses de 2014 y hasta febrero de 2015, en las instalaciones de dicha Academia.
Leyendo a Richard Ford ahora comprobamos lo mucho que España y los españoles hemos cambiado, tanto en muestras costumbres como en la gastronomía, la culinaria y los vinos que elaboramos (de los que también tuvo el gusto de escribir). De la transformación política, piensen que sólo han pasado 190 años.
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