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Roderick Beaton: «La influencia de Grecia no terminó con la caída de su civilización»

Roderick Beaton: «La influencia de Grecia no terminó con la caída de su civilización»

Hace más de dos mil años, las ciudades-estado griegas, encabezadas por Atenas y Esparta, sentaron las bases de gran parte de la ciencia, las artes, la política y el derecho moderno, pero «su influencia no terminó con el auge y la caída de esta civilización clásica», sostiene el helenista británico Roderick Beaton.

Beaton es autor de Los griegos (Ático de los Libros), una historia completa de los griegos, desde los micénicos de la Edad del Bronce, que construyeron poderosas fortalezas en su país y sólidas rutas comerciales en el extranjero, pasando por las increíbles conquistas euroasiáticas de Alejandro Magno y por los bizantinos, que trataron de exportar el cristianismo a todo el mundo, hasta la actual diáspora griega.

Durante el Imperio romano, los griegos continuaron siendo una fuerza de primer orden. El Imperio bizantino fue la gran potencia medieval, y la caída de Constantinopla ante los turcos solo redujo en parte el poder de los griegos (de entre sus filas salieron algunos de los administradores más exitosos del Imperio otomano), hasta que finalmente los helenos recuperaron su independencia.

El autor, que acumula décadas de investigación, inició su idilio con Grecia cuando visitó el país con trece años como turista, mientras estudiaba griego antiguo, la lengua de Homero, y posteriormente se especializó en la universidad en griego moderno, hasta que una vez jubilado encontró el momento de volver a explorar la historia de la Grecia antigua y de reconectar con ese «primer amor», un amor que aún fue más intenso cuando en una de sus visitas a Grecia entre 1973 y 1974 vivió la revolución y el golpe de Estado que supuso «un punto de inflexión tras la caída de la dictadura y la transición a la democracia».

«La contribución de los griegos es enorme. Marcó los cimientos de la ciencia, la filosofía, el arte y la arquitectura que conocemos hoy en día y, sobre todo, también nos han dejado un gran legado en todo lo relacionado con la política», apunta Beaton en una entrevista con Efe.

El autor se detiene de manera especial en dos legados fundamentales: «Por un lado la democracia, que en griego significa «el poder para el pueblo», un concepto con el que experimentaron en el contexto de las pequeñas ciudades-estado que comenzaron a aparecer en el siglo VI aC, en las que también surgió, por otra parte, el concepto de Estado de derecho, vital en la historia de Europa y que hoy se está viendo amenazado».

En la comparación con los romanos, Beaton señala que «los griegos no pudieron conseguir un imperio como el romano porque no eran buenos ingenieros ni buenos organizadores, pero también es cierto que muchas de las ideas y principios de Roma eran griegos, y la lengua griega también influyó en su imperio: era hablada por las élites romanas, y en la zona que se extendía desde el mar Adriático hasta el río Éufrates los romanos se expresaban y vivían tanto en latín como en griego».

Habitualmente se olvida el período otomano de Grecia, que duró casi quinientos años y concluyó con la independencia en 1821, unos siglos en los que «se las arreglaron para sobrevivir, para mantener su fe de cristianismo ortodoxo y para mantener la lengua». Por contra, los turcos, asegura el historiador, también aprendieron mucho de los griegos, y de hecho, «una de sus grandes contribuciones fue enseñarles a gestionar y gobernar un imperio, puesto que el imperio turco otomano se podría considerar una continuación del bizantino«. La huella de los otomanos está presente hoy día en la gastronomía (por ejemplo la musaka, un plato de origen turco), y aún quedan vestigios en la música popular de las canciones y el entretenimiento que vienen del Imperio otomano.

Preguntado por la polémica de los frisos del Partenón que hoy se exhiben en el British Museum y que reclama Grecia, Beaton no defiende la acción que llevó a extraerlos en su momento del monumento original, pero reconoce que «gracias a este robo, todas estas piezas se pudieron proteger y se pudieron estudiar unas obras que en ese momento no despertaban aparentemente demasiado interés ni entre los griegos ni entre los otomanos».

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