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Roma en el bolsillo: novela en tres actos

Roma en el bolsillo: novela en tres actos

Llegamos a Madrid una tarde de primavera para presentar mi primera novela: Madagascar y a la mañana siguiente despertamos agotados. La intensidad de la vida con tres niños de diez, ocho y cinco años, que habíamos dejado con sus abuelos, nos hacía sentir una rara libertad cuando empezamos a caminar  calle Fuencarral abajo, sin prisa alguna, hacía el museo del Prado. Al franquear sus puertas, tras casi dos décadas sin visitarlo, me pareció adentrarme en un mundo olvidado. Redescubrir a Rafael, Tiziano, Rubens, El Greco, Velázquez, Goya era un placer inédito. ¿Cómo no había estado allí hacía tanto…? Entre la grandilocuencia de reyes, mitologías y batallas, me fascinaron, recuerdo, esos dos cuadritos velazqueños que representan sendos paisajes de la Villa Médici en Roma. La web del museo contiene reproducciones que permiten ampliarlos hasta el máximo detalle, agrandándolos tal vez más que los originales. Uno puede advertir la voluntad de Velázquez de pintar exactamente lo que ve, sin idealizar ni satirizar, sin adornos ni exageraciones de ningún tipo: justo lo que entra por sus ojos aquellas tardes primaverales de 1630. Por aquel entonces era ya pintor de cámara. El rey lo había pensionado para viajar a Italia y completar su formación imitando a los maestros del Renacimiento. Pero en los dos cuadritos no hay grandes temas, no hay dioses, ni héroes, ni santos… Solo la  vida que transcurre frente a él: los jardines de la villa con los personajes anónimos que pasan por allí y los efectos del sol sobre árboles y arquitecturas. El joven maestro parece registrar aquello que mira y dejar constancia, sin perseguir un objetivo aparente.

Antes de salir del museo para tomar unas tapas, Marta y yo nos detuvimos en la tienda. Llamó mi atención un cuaderno de color negro cuya portada rezaba: Roma en el bolsillo. Al principio pensé que se trataría de una guía turística, pero al abrirlo observé que sus páginas estaban en blanco. Mientras sacaba la cartera para pagarlo, decidí escribir en esas páginas con pluma un cuento titulado: Roma en el bolsillo.

"Al modo de Velázquez en 1630, Piero registra en su cuaderno la realidad más prosaica, cómo comprar sábanas nuevas; cambiar el contrato de la luz; ducharse con agua ardiente en el viejo baño de su tía"

Corre el mes de agosto de 2018. Me encuentro en un pueblo de la costa de Tarragona. A primera hora de la mañana, Marta y los niños todavía duermen; me echo a la calle con mi cuaderno romano y la Parker 61 de mi abuelo Ricardo. El calor todavía es soportable en el paseo marítimo cuando me meto en la taberna más madrugadora: un antro vasco regentado por chinos. Mientras espero que me sirvan un café, en una mesa frente al mar, comienzo a escribir: Llegó a Roma un día de primavera, hacía calor cuando entró en la notaría del señor Lombardi…

El protagonista de mi cuento es un tal Piero Hermil, que viaja a la Ciudad Eterna para aceptar la inopinada herencia de su tía Fabrizia, a quien no ve hace décadas. Atraviesa una crisis y opta por mudarse a la casa heredada: Había resuelto olvidar todo su pasado, y que lo olvidara también el lector de este relato. Decidió escribir cuanto le sucediera en Roma en cuadernos de tapas duras que llevaría siempre en su bolsillo…

Al modo de Velázquez en 1630, Piero registra en su cuaderno la realidad más prosaica, cómo comprar sábanas nuevas; cambiar el contrato de la luz; ducharse con agua ardiente en el viejo baño de su tía o cocinar pasta picante. Todo tiene cabida en su cuaderno, nada sobra… El caso es que me sentía tan cómodo escribiendo con la pluma que las páginas de mi cuaderno pronto llegaron a su fin. ¿Qué hacer…? Andaba yo entonces leyendo a Dickens y a Dostoievski y, de pronto, di con la solución: escribir una suerte de novela por entregas, por capítulos… pero, ¿cómo…?

En este punto comienza el segundo acto de la obra: había empezado a colaborar con la web Zenda Libros, un espacio de libertad literaria auspiciado por el maestro Arturo Pérez Reverte y dirigido por Leandro Pérez que acaba de cumplir siete años de existencia. Al principio, cuando le planteé a Leandro mi idea de una novela por entregas ambientada en Roma, reaccionó con cierta perplejidad; pero al fin, una tarde de octubre de 2018 en que tuvo tiempo de leer los primeros capítulos, me respondió con entusiasmo: ¡Venga, Ricardo, nos lanzamos…! Pongo en copia a Miguel Ángel Santamarina, editor de Zenda…

"El tiempo transcurrido me ha obligado a pensar: ¿Qué hacer con mis aventuras romanas…? ¿Puedo seguir publicándolas por internet…?"

Y mano a mano con Miguel Ángel, entre el otoño de 2018 y el verano de 2019 fueron saliendo los diez primeros capítulos de la novela, inspirados por las magníficas ilustraciones de Norra Danciu, artista rumana que diseñó Madagascar. Recuerdo que en ocasiones le mandaba a Norra el capítulo y ella hacía un dibujo recreándolo. En otras, el dibujo partía de una vaga idea mía de lo que iba a suceder, que le contaba en un breve mensaje; más tarde, escribía inspirándome en su dibujo. Fueron meses de felicidad narrativa.

Pero, del modo más simbólico, todo verano toca a su fin, y el verano terminó felizmente con la publicación de mi segunda novela: Un amor de Redon, por la madrileña editorial Fórcola. El otoño y el invierno los dediqué a su promoción en distintas ciudades, librerías, bibliotecas… La escritura de Roma en el bolsillo quedó de nuevo interrumpida.

El tercer y último acto de la obra comienza en plena pandemia, en abril de 2020. El tiempo transcurrido me ha obligado a pensar: ¿Qué hacer con mis aventuras romanas…? ¿Puedo seguir publicándolas por internet…? Es evidente que sí, pero algo me dice que no debo hacerlo. La red posee la inmediatez, la comunicación directa con el lector; pero una novela que se precie exige reflexión, y la reflexión solo se alcanza en la soledad del novelista, en las relecturas que van cambiando y dando forma a lo que queremos expresar y nos obligan a cambiar frases, a eliminar o agregar capítulos, a insertar párrafos. Hasta que, de pronto, nos decimos: esto es lo que quería decir, ya no puedo cambiarlo; será bueno, mediocre o malo, pero detrás de estas palabras estoy yo, está lo que deseo transmitir al lector y dejar en letra impresa: lo que quiero que permanezca en papel.

"Escribimos sobre nuestra felicidad e infelicidad y, con el transcurso del tiempo, lo único que parece perdurar es el libro que finalmente publicamos"

La novela en veinticinco capítulos que ahora publica la editorial Funambulista, gracias a su editor Max Lacruz, incluye una cita de Natalia Ginzburg que dice así: Cuando uno escribe, no puede esperar conservar intacta y fresca su querida felicidad o su querida infelicidad, todo se aleja y desaparece, y se queda solo con su página. En efecto, a los escritores nos sucede así: escribimos sobre nuestra felicidad e infelicidad y, con el transcurso del tiempo, lo único que parece perdurar es el libro que finalmente publicamos, que va tornándose amarillento con el paso de las décadas, al igual que nosotros envejecemos sin remedio y advertimos que, más allá de nuestros libros, lo único que importa es el presente, el instante que vivimos.

¡En fin!, ya perdonareis, que me ponga tan estupendo y tan trascendente. A mi modo de ver, Roma en el bolsillo es una novela ligera que se lee con agrado, aunque también tenga sus dosis de ansiedad y amargura. Si deseáis llevarme la contraria en algo os ruego que abráis sus páginas a partir de hoy, 7 de diciembre de 2023, y lleguéis a Roma junto a Piero Hermil, un día de primavera, de esos que hace calor al entrar en la notaría del señor Lombardi…

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Autor: Ricardo Lladosa. Título: Roma en el bolsillo. Editorial: Funambulista. Venta: Todostuslibros.

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