Pensaba yo en una escena literaria con la que dar comienzo como cada martes esta sección, cuando por mi cabeza cruzaron, inevitablemente, las tres obras decimonónicas que mejor trataron el adulterio: Madame Bovary, Ana Karenina y La Regenta. No es casualidad que tres gigantes del siglo escribieran sobre el tema. El XIX había sido el siglo de la burguesía, por cuanto se trata del período en que se establece como sujeto político, y el adulterio amenaza el corazón burgués por excelencia: la familia. El autor de la época tenía la obligación de tratar el tema y así se hizo. El matiz en estas obras tiene que ver con el tratamiento que se hace de la mujer, la desigualdad con la que un acto destructor como el adulterio era aceptado en caso de ser hombre, y condenado en caso de ser mujer. En las tres novelas se abre el debate de la liberación del personaje femenino, entendida esta como la capacidad para ser tratada en igualdad aun en el acto más socialmente condenable. «La mujer no tiene derechos por la insuficiencia de su instrucción, y su insuficiencia de instrucción procede de su falta de derechos», llega a escribir Tolstoi. Las tres novelas acaban mal, síntoma inequívoco de que la sociedad del XIX no estaba preparada para esta condición igualitaria.
En los últimos días hemos asistido al enésimo capítulo de muerte familiar por adulterio. Shakira llegaba a casa después de un concierto y se encontraba el tarro de la mermelada que odiaba Piqué semivacío. Está el diablo en los pequeños detalles, y de la cotidianidad de una nevera pasamos al vodevil conyugal. La cantante descubrió la infidelidad, agarró las maletas, las fotos de la familia que no incluyen al otro, el tubo de pasta de dientes que apretaba por el extremo inferior, la parte de la estantería con sus novelas negras y la certeza de que ahora, en la edad de las redes, la venganza es un plato que se sirve caliente. Semanas más tarde, Shakira publica una canción rajando de ese amor que todavía escuece, y que ya no sirve de parapeto para proteger esas otras cosas de la relación que se odian en secreto: me encasquetaste a la suegra, mucho gimnasio y poco Kierkegaard, paga a Hacienda lo que debes, etc.
Hasta aquí todo normal. Shakira factura unos cuantos millones de dólares por su despecho toda vez que la canción es el debut más escuchado de la historia en Spotify en idioma cervantino. Lo que no esperaba yo es que el asunto se convirtiese en carne de perspectiva de género. Que si Shakira no ha demostrado sororidad con la amante de su marido, que si Piqué es un machista porque trata a las mujeres como a un quilo de carne, que si hay que pensar en los hijos y eso sólo lo hace la mujer, etc. Señores y señoras, dejen de politizarlo todo. Aquí lo que hay es un despecho y una venganza, hechos a menudo indivisibles desde que el mundo es mundo. Aquí lo que hay es una mujer jodida por amor, que intenta salir del paso entre sesiones de psicoterapia y canciones superventas. Métanse su sororidad por la parte ulterior del coxis: hoy, al contrario que en tiempos de Tolstoi, Flaubert y Clarín, la mujer tiene todas las armas del mundo para defenderse. Dejad a los chicos que camelen, carajo.
Confieso mi ignorancia. Cuando he leido el término sororidad no he sabido de qué iba la fiesta. He tenido que buscarlo. Moderneces, pero, bueno, está en la Rae. Con su significado me he quedado perplejo: solidaridad entre mujeres, más o menos. Efectivamente parece un término de caracter político y… excluyente. Parece haberse inventado desde el absurdo: que exista una necesidad de expresar que no hay solidaridad de los hombres hacia las mujeres. Absurdo y falso. Y excluyente. Que yo sepa, pero dentro de mi asumida ignorancia todo es posible, no he podido observar un término equivalente para solidaridad entre hombres. Qué curioso. Porque necesidad de ello, haberla hayla. Parece un término monjil, por lo de «sor», digo.
Respecto al resto del tema, como ya he comentado en otro artículo, tofo esto es un problema de publicitar hasta la saciedad las vidas personales. Desde publicitar los enamoramientos especiales, únicos y diferentes, hasta publicitar sus rupturas estrepitosas, desastrosas y escatológicas. En definitiva, ni política, ni sororidad, ni espectáculo, ni nada, es la historia de dos descerebrados.
El término que buscas es fraternidad, amigo. Ve a DRAE otra vez.
Siento decirle que ese término ya lo conocía y también siento decirle que no es específico de género ya que implica tanto a mujeres como a hombres y a la fraternidad entre ambos sexos. Fraternidad se puede aplicar al caso de las mujeres también sin necesidad de sororidad qye, pir cierto, es un palabro horrible aunque lo admita la Rae. Sigo insistiendo en que no hay uno específico para hombres. A no ser que se invente algo así como la homoridad o curoridad.
Es que los americanos tienen dos palabras: «brotherhood» (hermandad de hombres) y «sisterhood» (hermandad de mujeres). El idioma español no tenía, hasta que se acuñó «sororidad», esa distinción.
Gracias, Paula. Parece que, en este caso, los anglosajones son más consecuentes.
¡Finalmente alguien lo dice! Es que Shakira es humana antes que mujer. Ella también llora, sufre, se despecha y sigue pa’ Lante. Y dime tú, ¿Tendrías empatía a la amante de tu marido? Porque serías más santa que la Virgen María mi reina.
¿La familia, corazón burgués? ¿Y qué tenemos los de clase trabajadora, un soviet de padres, hijos y abuelos?
Ya lo dijo el teórico de su cuerda, el ídolo proletario, el ínclito Carlos Marx: «¡Abolición de la familia!».
¿De su cuerda? ¿De la de quién? Ni soy marxista, ni he leído que Marx dijera jamás que hubiera que abolir la familia. Gradúese la vista.
Sr. Wales, en tono jocoso pero certero decirle que ningún marxista declarado ha leído nunca a Marx. Efectivamente, si se lee a Marx quedan pocas ganas de ser marxista. Y, efectivamente, los que se declaran marxistas se dedican a atribuirle cosas que nunca escribió. Eso sí, es cierto que hace falta graduarse la vista para decir que usted es marxista, creo yo, vamos.
El marxismo nunca apuntó a disolver la familia. Tal vez lo que ocurre es que, como sí se oponía a la religión, y para la religión la célula fundamental de la sociedad es la familia… hay quienes creen que el marxismo promovía la disolución de esta última.
A mi ver, y dejando al lado las cientos de consideraciones que se pueden hacer respecto al caso, los dineros de ambos, los hijos, etc. En definitiva, se me queda en un caso más.
¿Qué es lo que ha pasado? pues lo más normal y muy habitual.
Una cantante de éxito, con pareja formal por años (De la Rua), se encapricha de un jovenzuelo jugador de fútbol europeo al que saca 10 años. Se entienden, se enamoran y…. deja al suramericano con los pantalones bajados y sale pitando hacia el catalán. Sin más.
Ahora que se lo hacen a ella, sale gritando al modo colombiano colocando a la nueva pareja del susodicho como una baratija en comparación con ella, que si es 20 años menor que él, que si hacienda, el nombre de los enamorados, la suegra que si tal y cual.
Los cuernos y sustituciones duelen y joden que revientan, tanto a mujeres como hombres , pero lo de esta mujer, a mi ver, sólo pone de manifiesto lo que es: una hortera de narices, rabiosa y más corrida que una mona.
Y él…tan hortera como ella, haciendo lo que ella hizo antes con otro.
Cuanto lío retórico… que tendrá que ver las churras con las merinas…
Pués… que todas son ovejas. Y ya se sabe, creo, cada pareja con su oveja. O, quizás era al contrario. Aunque, en este caso, las ovejas terminen trasquiladas. La retórica es una ciencia de la discusión, la retórica es eso que no saben hacer los políticos. Mejor dicho la retórica es lo que los políticos hacen en exceso y mal. Lo que desconocen completamente es la dialéctica, que sí que es un arte. ¿O no? Pero, bueno, hablarle a un político del Trivium y el Quadrivium es como hablarle a las ovejas, sean estas churras o merinas, sea el político de los churros o de los merinos. Estoy desbarrando, vaya conversación más churra… y todo por los amoríos de dos ovejas… o de tres.
Por dos horteras, más bien que generan modelos que solo tienen que ver con la perspectivade de eso mismo. Salud.