La periodista y escritora Rosa Montero, quien ha reunido en un nuevo libro sus crónicas y reportajes de El País entre 1978 y 1988, cree que volver a la España de los 80 es «como viajar a Marte». «Los seres humanos caminamos en una espiral y, aunque nunca volvemos a lo mismo, nos equivocamos una y otra vez», asegura.
—¿Cómo surge el interés de recuperar todas estas crónicas?
—Me llamaron César Vallejo y Ángela Gallardo, que estaban haciendo un documental para RTVE sobre el juicio de El Nani de 1988. Como lo había cubierto, me querían entrevistar. No me acordaba de nada, así que pedí los textos para poder contestarles. Al tenerlos conmigo, me di cuenta de que España era cómo asomarse a un pozo de víboras y ver cómo eran las cloacas estatales heredadas del franquismo. Me parecieron muy interesantes, así que me propuse recuperarlos junto a otros reportajes de la época.
—¿Hay algo más que le haya llamado la atención de este proceso?
—Volver a la España de los años 80 es como viajar a Marte. Se nos ha olvidado cómo era el país. Muchas crónicas y reportajes están escritos cómo si fueran cuentos y con herramientas perfectamente narrativas. Parecen relatos, pero ese tipo de periodismo ya no se hace porque para conseguir documentarte de esa manera y con detalles tan pequeños tienes que dedicarle más tiempo y las empresas no quieren.
—¿Traer estos hechos al presente permite no cometer los mismos errores?
—La España que se refleja es muy pobre, no tiene derechos sociales, está en unas condiciones terroríficas y pasa por una crisis de heroína. También estaba ETA matando a 80 personas al año y la extrema derecha amenazaba. Creo que con el libro te queda la sensación de que todo ha avanzado y también el miedo a que todos estos logros se puedan perder. Nada es permanente y hay que defender cada derecho conseguido.
—¿Se ha olvidado lo vivido? El 9 de junio fueron las elecciones europeas.
—Los seres humanos caminamos en una espiral. Nunca volvemos a lo mismo, pero nos equivocamos una y otra vez. En cada generación volvemos a inventar la gaseosa. Olvidamos lo que hicieron nuestros abuelos o padres. Llevamos 20 años de un proceso muy preocupante como es una crisis de credibilidad e ilegitimidad del sistema democrático, de un aumento de los dogmatismos y una especie de añoranza de los totalitarismos y los partidos del odio. Se salió de la crisis de 2008 de una manera muy falsa y con el empobrecimiento del 25% de la población mundial. Esa gente que ha visto que ha bajado en el nivel social de manera bárbara y que sus hijos van a ser más pobres que ellos creen que los causantes de esta crisis se han vuelto más ricos.
—Y, por lo tanto, apoyan a la extrema derecha.
—Ese 25% piensa que la democracia no los defiende, que no habla por ellos y que no están representados en los sistemas democráticos. Sin embargo, es una crítica legítima. Lo malo es que, como son gente por lo general con poca formación, se dejan engañar por la falsa pureza del dogma que se está viendo con los demagogos, cantamañanas, extremistas y los que dan las respuestas en vez de las preguntas. Esto ya pasó antes en la República de Weimar con Hitler a consecuencia de la crisis de 1929. Desgraciadamente, los seres humanos nos repetimos y no nos acordamos ni de lo que cenamos ayer.
—Estos cuentos nacen de un periodo periodístico de su carrera. ¿Cómo ve la profesión hoy en día?
—Al periodismo no le veo avance por ningún lado. Llevamos 20 años con una crisis del modelo de mercado y, con la adaptación a las nuevas tecnologías, se ha encontrado una manera de ganar dinero suficiente. En los últimos 20 años, han desaparecido el 95% de los periódicos del mundo. Esto quiere decir no solo un empobrecimiento brutal de los medios de comunicación, sino del sistema democrático. No es casual que haya un progresivo deterioro de la credibilidad democrática del mundo y de la sostenibilidad de los medios de comunicación.
—¿Cómo ha influido todo ello en quién es hoy?
—Todo lo que somos y hemos hecho forma parte de lo que tú eres aunque no seas consciente de ello. He crecido en el Franquismo y coartada por la dictadura y he vivido la Transición, que fue tremenda y emocionante. No puedo decir cómo ni de qué manera influye en mi presente, pero todo lo que he vivido me ha marcado. Estoy muy contenta del tiempo que me ha tocado vivir. Viví el ‘hippismo’, viví un momento de esperanza en mi juventud, viví el amor libre sin que hubiera aparecido el sida… Ahora vivimos un momento de mierda respecto al futuro.
Todavía el wokismo no ha muerto, y ya tiene viudas.