La escritora Rosa Ribas, considerada una de las damas de la novela negra española, lleva siempre unos cuantos lápices en el bolso, porque para ella son una herramienta fundamental para su oficio de creación de vidas ajenas. Con uno de estos lapiceros empezó a perfilar Un asunto demasiado familiar.
En una entrevista con Efe, la autora explica que su nueva novela, la primera de una serie, se centra en una familia, «el material más interesante con el que se puede topar un autor, porque hay vinculaciones fortísimas, indestructibles, de sangre, y a la vez, en todas las historias de este tipo hay partes oscuras, secretos, zonas de sombra».
Publicada por Tusquets y Capital Books en catalán, en su último título relata el día a día de una agencia de detectives, del barrio barcelonés de Sant Andreu, encabezada por Mateo Hernández, y en la que trabajan sus hijos Marc y Amalia, además de un asistente, Ayala, encargado de los asuntos más sucios. A la vez, cuentan con la ayuda, especialmente a través de sus intuiciones, de la mujer de Mateo, Lola, a quien, en el arranque de la historia, el lector encontrará en horas bajas, igual que el resto del grupo, porque Nora, la hija mayor del matrimonio, ha desaparecido, lo que está erosionando la convivencia entre todos ellos.
Ribas resalta que en esta ocasión «lo más negro de la novela es esta familia, que, encima, se encuentra con que un constructor llamado Carlos Guzmán los requiere para que encuentren a su hijo, que también ha desaparecido. Me gustaba —prosigue la autora catalana— que unas personas que, por oficio, son los encargados de descubrir los secretos de otra gente, ellos mismos ignoren mucho de los unos y los otros, lo que no deja de ser una paradoja». Ahonda, además, en que «de donde salen los grandes conflictos es de las relaciones de familia, de los lazos entre padres e hijos, que son de lo más complejo, mucho más que entre los que se establecen entre las parejas, porque en ellos no hay voluntariedad: uno nunca se puede separar de sus padres».
Residente en Alemania desde hace 28 años y creadora de la comisaria hispanoalemana Cornelia Weber-Tejedor y de otro personaje como Ana Martí, reconoce que ambientar esta nueva saga en Barcelona es como volver: «Tiene que ver con que añoro cosas, aunque me gusta mucho vivir en Alemania y allí estoy muy a gusto». Tampoco obvia que, en un primer momento, quiso que Un asunto demasiado familiar fuera una única novela, pero «la familia fue cogiendo mucha potencia» y vio que le quedaba mucho por explicar de ellos. «Así que decidí cambiar algunas cosas del final y dejarlo abierto para poder continuar», apostilla. Confiesa, por otra parte, que se acaba haciendo adicta a sus personajes: «Igual que hay gente que no quieres dejar de ver, yo me engancho a ellos, como ya me ocurrió con Cornelia, que, de momento, sigue ahí, y Ana Martí, cuya saga sí ha concluido».
Sobre la novela de género, defiende que es un buen vehículo para poder mostrar cuestiones sociales, y como mucho de lo que escribe «es a partir de la pura observación», en el momento actual no puede dejar de describir «lacras» como la de la dificultad de acceder a la vivienda. A su juicio, no se trata solo de un problema de España, sino que en Alemania —ella reside en Fráncfort— «también existe un problema brutal de especulación inmobiliaria, de gente que no puede vivir en determinados barrios de algunas ciudades».
Rosa Ribas, que ya está pensando en nuevas tramas en las que implicar a la agencia de detectives de Mateo Hernández, concluye que a los miembros de la familia todavía les quedan secretos por desvelar, pero advierte: «A veces son necesarios. En ocasiones es mejor no saber, porque igual cuando se desvelen, no podrás soportarlo».
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