Inicio > Series y películas > Malditos, heterodoxos y alucinados > Rubi, la abuela que lloraba al novio del conjunto beat

Rubi, la abuela que lloraba al novio del conjunto beat

Rubi, la abuela que lloraba al novio del conjunto beat

El tiempo pasa para todos y Rubi, aquella chica que en el 82 lloraba a un novio que tocaba en un conjunto beat, ya es abuela y responde a su verdadero nombre: María Teresa Campilongo. No suele cantar en las fiestas familiares. Pero, llegado el caso, tampoco se puede negar. Y seguro que cuenta a sus tres nietos su experiencia en el pop español de los años 80. En definitiva, nada que ver con aquellos abuelos que se jactaban ante sus vástagos de las batallas ganadas en su juventud. Ahora, cuando en los blogs de mujeres le preguntan por el descontrol que al cabo fueron los años 80, cuando ella lloraba al novio del conjunto beat, recuerda que pudo criar a su hija sin problemas porque entonces “España era muy tranquila y podía llevarla a todas partes. Y por otro lado, siempre fui muy reticente con el mundo de la noche, del alcohol y las drogas, que estaban muy de moda entonces. Yo actuaba, y rápido a mi casa. Siempre aposté por la vida sana y hui de los vicios y las experiencias autodestructivas”. Casi podría decirse que, en medio de aquel delirio, Rubi seguía siendo esa niña buena que asistía a las clarisas italianas de Buenos Aires —su ciudad natal—, y que llevaba tan bien los estudios que las monjas alentaban su inquietud musical.

Con todo, «Yo tenía un novio (que tocaba en un conjunto beat)» fue una de las canciones señeras de aquel desenfreno, si es que en verdad lo fueron los años 80. Y también fue la guinda, el colofón a toda esa vitalidad que aportó el rock argentino al rock español cuando la música autóctona más lo necesitaba. Vayamos por partes.

La impronta del rock latinoamericano en el español es tan grande que hay autores como Salvador Domínguez —Bienvenido Mr. Rock (SGAE, 2002)— que abren la historia del rock autóctono con un capítulo dedicado al rock & roll de los Teen Tops. Sin ir más lejos, esta formación mexicana, liderada por el venezolano Enrique Guzmán, fue la que acuñó el verbo rocanrolear, alfa y omega de nuestra entrega constante a la eterna pasión: “Ahí viene la plaga, le gusta bailar / y cuando está rocanroleando / es la reina del lugar”… Traducción libre donde las haya, no tiene nada que ver con la original de Good Golly Miss Molly, pieza inmortal de Robert Blackwell y John Marascalco, que Little Richard llevó al repertorio clásico del rock & roll seminal.

"Se dice que cuando a Joe Borsani, siendo un niño, le preguntaban que qué quería ser de mayor, el respondía que español"

Bien es cierto que toda esa pulsión sexual del tema estadounidense en la versión española se perdía —Rock en español se titulaba el primer EP de los Teen Tops, lo de “latino” es un invento de los políticos que aún estaba por llegar—, como también lo es que en 1983 el primer verso de esta canción, “ahí viene la plaga”, sirvió de lema al festival celebrado en el Pabellón de Deportes del Real Madrid, que reunió a la entonces considerable comunidad de fanáticos del rock & roll. Mi amigo el gran Miguel Trillo hizo allí algunos de sus esplendidos retratos de la juventud de entonces. Particularmente cifro el renacer del rock & roll que conoció la España de los años 80 entre el estreno de American Graffiti (1973) y aquel festival en mi ciudad.

Unos años antes, en 1976, la irrupción de Tequila —fundada por los argentinos Alejo Stivel y Ariel Roth— había devuelto la esencia del rock & roll a un panorama musical copado por la canción de autor —comprometida con el estalinismo, especialmente el latinoamericano— y el rock urbano, mucho más interesante pero voluntariamente condenado a la marginalidad. Hijos del agobio”, llamó a aquellos grupos Jesús Ordovás. Excusaré detenerme en el frescor y la alegría que trajeron temas de Tequila como «Rock & roll en la plaza del pueblo», «Dime que me quieres» o «¡Salta!», incluidas por alguien muy sabio en la banda sonora de aquel tiempo y de este país.

Como los principales miembros de Tequila, argentinos llegados a España huyendo de la dictadura militar que el 29 de marzo del 76 tomó el poder en el país —el rock & roll, dada su capacidad para soliviantar a la juventud, es perseguido por los tiranos a ambos lados del espectro político—, Rubi y su marido de entonces, el músico y animador culturar Joe Borsani, también decidieron abandonar el país. Tras una primera estancia en Colombia, acabaron en Madrid. Se dice que cuando a Borsani, siendo un niño, le preguntaban que qué quería ser de mayor, el respondía que “español”.

"Y Rubi y los Casinos hubieran sido uno de esos grupos de un solo éxito de no ser, entre otras cosas, por todo el protofeminismo que entraña la canción"

Ya entre nosotros, Rubi, antes que nada, terminó sus estudios de psicología. Aunque se separó de Borsani —ya convertido en productor de músicos como Fernando Márquez, Germán Coppini o Herminio Molero—, siempre les unió una sincera amistad, tan grande que fue Borsani el primero que animó a Rubi a formar una banda y grabar, entre otros temas, uno que habían interpretado durante su etapa argentina, como integrantes de la banda Los Tíos Queridos. En efecto, era «Yo tenía un novio (que tocaba en un conjunto beat)», aunque no lo parecía porque era una versión muy distinta.

Rubi y los Casinos, el grupo de la joven, nacieron así. “Rubi”, el apodo de ella, era un homenaje a Blondie, la formación liderada por Debbie Harry —una de las referencias obligadas en la mitología de nuestra vocalista y la rubia por excelencia de la New Wave—, los Casinos —Ciro Folgiatta (teclista), Tito Larregui (guitarra), Antonio Melgar (batería) y Antonio de la Vega (bajo)— debía su nombre a la calle donde se encontraba el local donde ensayaban, y a una indicación de Rafael Abitbol, uno de los grandes comentaristas que tuvo la Nueva Ola en España.

"Creo que fue Alaska quien señaló que, con anterioridad a los años 80, las chicas no cantaban porque los novios no las dejaban cantar"

Y Rubi y los Casinos hubieran sido uno de esos grupos de un solo éxito —one-hit wonder, que llaman en el mercado anglosajón a los músicos que solo ascienden en las listas de los éxitos una vez— de no ser, entre otras cosas, por todo el protofeminismo que entraña la canción. Creo que fue Alaska quien señaló que, con anterioridad a los años 80, las chicas no cantaban porque los novios no las dejaban cantar. Con todo, «Yo tenía un novio…» es una de las canciones más representativas del buen humor de aquellos años.

Ya en el 83, no obstante su comedimiento en el escenario —a los doce años, cuando se puso delante del público por primera vez, confesó a su madre que había pasado tanta vergüenza que no lo volvería a hacer—, Rubi se erotizó. Así, versionó «My Heart Belongs to Daddy», pieza clave en el repertorio de Marilyn Monroe, en su álbum de entonces: Todas fueron buenas chicas. Tras un último elepé con los Casinos, Hay amores que matan (1988), se retiró.

Y así pasaron 20 años, paréntesis tras el que volvió De la mano de Françoise Hardy. Fue su álbum de despedida, puesto a la venta en 2008. Su versión de «Ce petit coeur» se hizo notar. Más incluso que la de «Tous les garçons et les filles». Pero el recuerdo de Rubi ya estaba formado, y en él lloraba —por así decir, ya que se trataba de un tema muy alegre— al novio que tocaba en un conjunto beat.

4.9/5 (18 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios