Ruedo ibérico y José Martínez: La imposibilidad feroz de lo posible (Pepitas de Calabaza), de Alberto Hernando, es un magnífico acercamiento a la historia pública y privada de una apuesta tan ambiciosa como finalmente fallida.
Todo se hunde en la niebla del olvido
pero cuando la niebla se despeja
el olvido está lleno de memoria
Mario Benedetti
El 12 de marzo de 1986, víspera del referéndum sobre el ingreso de España en la OTAN, Pepe Martínez se hallaba en la cocina de su domicilio ocupado en alguno de sus escritos, posiblemente revisando la traducción de Le sourire du chat de François Maspero. Según nos había comentado, ese era el lugar más cálido de la casa. Se debió sentir indispuesto, intuyó lo que sucedía, intentó levantarse y tras unos pasos cayó fulminado. El silente e inodoro monóxido de carbono actuó implacable. Muerte dulce, según dicen. Hubo especulaciones sobre si su muerte pudiera haber sido un suicidio, pues Pepe Martínez solía aludir al respecto y su estado de ánimo por aquellas fechas era bajo. Sin embargo no fue así. La salida de humos del calefactor estaba prácticamente obturada por cascotes de las obras de la reciente rehabilitación de la casa de Matías Turrión en Madrid. ¿Negligencia o funesta revancha de los albañiles con los que solía abroncarse Pepe Martínez por su incompetencia? Nunca lo sabremos, pero este detalle es indicativo de la pertinaz fatalidad que acompañó a Pepe Martínez durante toda su vida.
José Martínez Guerricabeitia nació en Villar del Arzobispo (Valencia) el 18 de junio de 1921. Cuatro años después, su familia, por motivos laborales, establecería la residencia en Requena (Valencia). Los ideales libertarios presidieron la infancia y juventud de José Martínez, pues su padre pertenecía a la Federación Regional de Campesinos de Valencia de la CNT. En 1937, debido a los graves sucesos de mayo en Barcelona, en los que grupos de la CNT y el POUM se enfrentaron a otras fuerzas republicanas, Pepe Martínez realizó en Requena una pintada a favor de los libertarios reprimidos que decía «Nada por la república. Todo por la revolución». A causa de ello fue encarcelado en Valencia. La predisposición de Pepe para apuntarse a causas perdidas, como vemos, era precoz. Cuando al cabo de unos días y gracias a la intervención de su padre salió de prisión, finalizado el bachillerato y con apenas dieciséis años, abandonará Requena para unirse a las Milicias de Cultura —cuya función primordial consistía en alfabetizar a los milicianos—, adscritas a la 25 División comandada por el anarcosindicalista Miguel García Vivancos en el frente de Aragón.
En ese destino permanecería hasta marzo de 1939, una vez que el ejército republicano estaba ya prácticamente derrotado. Dos meses más tarde, sería detenido en Requena e internado durante cinco meses en la prisión del Molino de Alagüey. A continuación, dado que era menor de edad, le ingresarían en el reformatorio Colonia de San Vicente. Allí permanecerá hasta que en mayo de 1942 tuvo que realizar el obligatorio servicio militar, que cumplió en el Regimiento de Artillería con sede en Paterna. En octubre de 1945, al licenciarse del ejército, por fin Pepe pudo disponer libremente de su vida. En ese mismo año, su padre, encarcelado desde 1939, también recobraría la libertad merced a un indulto general.
Pepe Martínez reanudó de inmediato sus contactos con los medios clandestinos libertarios. En 1946 formará parte, como secretario de organización, del comité regional de Levante de las Juventudes Libertarias. Los miembros de dicho comité serán detenidos por la policía franquista en abril de 1947, permaneciendo recluido Pepe en la Cárcel Modelo de Valencia hasta finales de ese año. En libertad condicional a la espera de juicio, Pepe, al que pedían doce años de condena, abandonará España al ser designado como delegado a una conferencia de las Juventudes Libertarias en París. Una vez en la capital francesa, se quedará allí como refugiado.
En aquella época las disputas y la división entre las distintas fuerzas políticas republicanas eran constantes y, asimismo, dentro del movimiento libertario en el exilio dos facciones se disputaban las siglas. Ante esa situación, Pepe prefirió colaborar con la FUE (Federación Universitaria de Estudiantes), organización estudiantil en la que llegó a ocupar el cargo de secretario general. De esa época data la amistad con Nicolás Sánchez Albornoz, Josep Pallach, Enrique Cruz Salido y Paco Benet, con quien Pepe pergeñaría la revista Península, que publicó tan solo dos números.
Durante un tiempo trabaja como ajustador en la fábrica Brandt, pero será despedido tras una pelea con otro operario, iniciada por motivos ideológicos. Este incidente le acarreará graves consecuencias, pues al no acudir al juicio de faltas por las lesiones que causó a su rival será condenado a ocho meses de cárcel que tuvo que cumplir, a partir de diciembre de 1951, en la prisión de Châtaigneraie. El encarcelamiento interrumpió sus estudios universitarios en la Facultad de Letras de La Sorbona, que había iniciado en 1950, gracias a una beca dotada por el gobierno de Noruega. En la universidad conocerá a Francisco Carrasquer, con quien mantendrá una intensa amistad hasta el final de sus días.
Pepe Martínez no logrará culminar su licenciatura universitaria, al dedicar más tiempo a ganarse la vida y a las ocupaciones en las organizaciones estudiantiles que representaba (FUE e Interayuda Universitaria Española) que a preparar las asignaturas. Este hecho siempre pesó en el carácter de Pepe, pues frente a sus amigos con brillantes carreras universitarias, inconfesablemente se sentía, en cierta manera, apocado, sentimiento que contrastaba con su amplia y autodidacta cultura, pues la curiosidad intelectual de Pepe era constante. Incluso asistió, entre octubre de 1959 y mayo de 1961, al seminario libre de historia que impartía Pierre Vilar. Fue siempre un lector empedernido y con una capacidad memorística admirable.
Nunca se casó, pero en 1954 tuvo una hija con la dirigente comunista Elena Romo. En diciembre de 1957, Pepe conoció a Marianne Brüll, con quien mantuvo una larga relación de pareja.
Sinopsis de Ruedo ibérico y José Martínez: La imposibilidad feroz de lo posible, de Alberto Hernando
Este breve y certero ensayo es a la vez una pequeña biografía de Ruedo ibérico ―y por supuesto de su editor: José Martínez― y un balance crítico de lo que fue uno de los proyectos editoriales y políticos más importantes de nuestro pasado reciente. Usando como base muchos textos inéditos (principalmente la correspondencia del autor con Pepe Martínez), este libro es un magnífico acercamiento a la historia pública y privada de una apuesta tan ambiciosa como finalmente fallida. Un proyecto que es recordado con devoción para así olvidarlo mejor. Olvido que nos recuerda aquel «contra Franco vivíamos mejor» que enmascara la claudicación, el acomodo y la derrota de toda una generación.
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Autor: Alberto Hernando. Título: Ruedo ibérico y José Martínez: La imposibilidad feroz de lo posible. Editorial: Pepitas de Calabaza. Venta: Amazon
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