S. A. Cosby (Shawn Andre Cosby), la nueva voz del southern noir y su paso por Getafe Negro

Cuando empezó a escribir su primera novela trabajaba en una ferretería y odiaba el trabajo. Un día vino un hombre que llevaba un mono por mascota que empezó a defecar y a tirar las heces por las paredes. Fue el propio Cosby quien tuvo que limpiar todo aquel desastre y fue en ese momento cuando pensó que tenía que hacer algo distinto o intentarlo. Cuando terminó la novela (My Darkest Prayer) se sorprendió al comprobar que había sido capaz de hacerlo. En ningún momento había pensado en vender libros, solo en terminar de escribirla. Piensa que es muy cabezota y siempre creyó tener el talento para escribir. No se vino abajo cuando empezó a coleccionar cartas de rechazo de editoriales.

Cree que para ser escritor se necesita una pizca de arrogancia, creer en que eso que vas a contar es especial, que es único. Antes de ponerse a escribir fue un muy buen lector y siempre tuvo claro que si escribía aspiraría a producir en el lector el mismo impacto que sus escritores favoritos le producían a él, aunque ignoraba si finalmente sería capaz. Es fan y amigo de Walter Mosley, de lo cual se sorprende y se enorgullece. Está muy contento de ver que sus libros están en las librerías de España y de otros países y comprobar que sus historias impactan más allá del marco geográfico y social desde el que han sido escritas.

Opina que la violencia es una concepción del dolor. En sus novelas la violencia es intensa porque sus personajes sufren un dolor muy intenso. Utilizan la violencia como forma de comunicación para transmitir lo que tienen dentro, y lo hacen contra lo que tienen alrededor.

Entiende que el género negro es la mejor herramienta literaria para hablar de la pobreza, de las injusticias y del resto de problemas que acosan a las clases sociales más desfavorecidas. La novela negra habla del dolor y se construye a partir del dolor, que es algo que todos los seres humanos tenemos en común. Ya desde que somos bebés se nos enseña a través del dolor porque si acercamos una mano al fuego, nos cortamos o nos caemos aprendemos.

Todo esto nos contaba S. A. Cosby en la pasada edición de Getafe Negro, que se dedicaba a Estados Unidos, y para mí él ha sido la estrella. Es cierto que también estaba invitado Don Winslow, pero para mí Cosby es muy superior. Tuve la oportunidad de participar en una mesa junto al maestro Julián Ibáñez y la recién llegada al panorama negrocriminal Natalia M. Alcalde para hablar de hardboiled, y hubo otra mesa en la que se habló de Chandler y de Hammett, con lo que el festival, una vez más, ha cumplido esa labor didáctica y la de dar a conocer para muchos lectores a un gigante como Cosby.

Cosby cumple en sus novelas con la máxima de que una novela negra no puede acabar del todo bien. Los héroes, que serán antihéroes, no cumplirán sus objetivos totalmente, y lo poco que logren conseguir será pagando un precio muy alto. No hay restablecimiento del orden porque no hay nada que restablecer, y si los personajes viven para contarlo lo harán desde las ruinas de un nuevo presente muy resquebrajado respecto a su realidad ordinaria de partida. La literatura de Cosby se arma en torno a un pasado delictivo de los personajes que han conseguido rehacer su vida. De una forma u otra las cosas se tuercen y no les queda más remedio que volver a las andadas para intentar rehacer un presente que no va a volver a ser el mismo. Suele utilizar un narrador omnisciente impersonal que no llega a ser del todo neutro, lo que hace que a veces parezca una narración en primera persona, porque logra transmitir el lirismo de los personajes, pero con la ventaja de situar la escena en diversos marcos, ofreciendo las versiones de protagonistas y antagonistas. En Lágrimas como navajas, una novela en contra de la intolerancia, del racismo y de la homofobia, no faltan los guiños literarios, como el que hace al clásico detective Easy Rawlins, de su admirado Walter Mosley.

Consiguió los premios Los Angeles Times Book Prize y Anthony Award, además del reconocimiento de mejor libro del año según el New York Times por su novela Maldito asfalto. Y volvió a conseguir el premio Anthony Award con su novela Lágrimas como navajas.

Ha sido calificado como una de las voces más significativas del southern noir, y eso es decir mucho, ya que el subgénero vive una época dorada, con nombres como Daniel Woodrell, Tom Franklin, Donald Ray Pollock o Chris Offutt.

Tanto Maldito asfalto como Lágrimas como navajas, únicas novelas traducidas al español, están publicadas en España y Latinoamérica por el sello Motus, de Trini Vergara Ediciones. Si les gusta la novela negra déjense de sucedáneos y de thrillers trepidantes. Lean a Cosby. Me lo agradecerán.