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Sagitario Films: luces (cámara y acción) para una productora fundamental de la posguerra española

Sagitario Films: luces (cámara y acción) para una productora fundamental de la posguerra española

A pesar de las décadas de investigación transcurridas que han otorgado objetividad y perspectiva al tema, todavía a día de hoy siguen existiendo lagunas preocupantes en la Historia del cine español. En concreto, el tiempo transcurrido desde sus inicios hasta el final del franquismo. A los estudios insuficientes en torno a productoras, producciones, cineastas, técnicos, guionistas o intérpretes, se suma la desaparición de parte del material de las primeras épocas o los todavía numerosos prejuicios históricos de índole ideológico que incomprensiblemente perduran. Todo ello ha venido opacando la justa valoración de un cine que atesora auténticas pepitas doradas, sepultadas en el fondo de un río demasiado enturbiado.

Por fortuna, cada vez son más los estudios dedicados a rescatar del olvido estos fragmentos de nuestra identidad cultural en forma de celuloide. Como los buscadores de oro del Far West, no cejan en su espíritu romántico —aunque objetivo y científico, qué duda cabe—. Solo a través de su labor el público puede acceder a lo que de otra manera permanecería oculto. Los resultados obtenidos visibilizan lo que parecía inexistente y lo ponen en valor, quitándole capas de sucio barniz para hacerlo refulgir en su naturaleza primera. Conviene decir que, en buena medida, nos salvan de nuestra propia naturaleza, pues somos los primeros no solo en no valorar nuestro patrimonio, sino en echarlo a los pies de los caballos. Lo que otros países han podido tener de chovinistas lo tenemos nosotros de cainitas.

Ejemplo de esta encomiable labor de recuperación patrimonial cinematográfica la viene representando, desde hace años, Santiago Aguilar (Madrid, 1959), quien tanto en solitario como conformando con Felipe Cabrerizo la mítica “dupla Aguilar y Cabrerizo” nos ha brindado una fructífera producción de títulos bibliográficos indispensables asociados al séptimo arte patrio, como Edgar Neville: tres sainetes criminales (2002), Conchita Montes, una mujer ante el espejo (2018), La Codorniz. De la revista a la pantalla (y viceversa), (2019), 2 celuloides rancios (2020), Las Montenegro (2021), Cinefotocolor. El color de la autarquía (2022) o Zoom a Lazaga (2022).

"Será en 2021 cuando Aguilar reciba el Premio Muñoz Suay de la Academia de Cine española por Sagitario Films. Oro nazi para el cine español"

Un encomiable trabajo el de Aguilar que se inicia hace casi 40 años, cuando en 1985 se profesionaliza como documentalista para Filmoteca Española. Tras una década dedicada a esta labor, continuará colaborando con dicho organismo, ya en calidad de investigador, hasta el presente. Con todo ello, no se ha conformado Aguilar con ver los toros desde la barrera —si se me permite el símil taurino— sino que decidió saltar al ruedo cogiendo la cámara por los cuernos para concebir —formando el tándem de “La Cuadrilla” junto a Luis Guridi— la célebre trilogía de largometrajes Justino, un asesino de la tercera edad (1994), Matías, juez de línea (1996) y Atilano, Presidente (1998). Junto a éstos, cabe reseñar el montante de más de 40 cortometrajes en 35 mm y Super 8.

Será en 2021 cuando Aguilar reciba el Premio Muñoz Suay de la Academia de Cine española por Sagitario Films. Oro nazi para el cine español. Un libro bien interesante, editado ese mismo año por Shangrila Ediciones, y que en sus 186 páginas viene a arrojar todavía más luz, como decíamos, a la histórica odisea fílmica patria. El estudio representa la más exhaustiva investigación hasta la fecha en torno a una de las productoras más relevantes de la España de la primera posguerra. Sagitario Films (1947-1951) posee no sólo un inventario de títulos personalísimos, sino una historia de novela dentro de nuestra Historia y la de la Europa de esos años pre y post bélicos. Como explica en el prólogo Asier Aranzubia —profesor en el Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid—, la “extrema precariedad del entramado industrial y el férreo control ideológico que por activa y, sobre todo, por pasiva ejercía la administración franquista sobre los cineastas de posguerra no impidió que se produjeran varias decenas de películas notables”. En este sentido, el libro de Aguilar representa el ejemplo de “cómo la reconstrucción de la actividad de una productora cinematográfica puede iluminar un periodo histórico concreto”. Nos encontramos ante “un periodo de máxima conflictividad política, extraordinariamente delicado para el Régimen franquista”, donde participarán —precisamente debido a este momento de excepción— “personajes tan increíbles” como Johannes Eberhard Franz Bernhardt (1897-1980). Él será el principal artífice de Sagitario Films, además de General honorario de la SS y “director del consorcio empresarial alemán más importante de cuantos operan en España entre 1936 y 1945”. Nos encontramos, por tanto, ante “el ciudadano alemán más influyente en España durante la II Guerra Mundial”. Como afirma Aranzubia, la productora cinematográfica que fundó en España supuso para el teutón “el vehículo a través del cual trata de lavar y desbloquear su fortuna”.

"Sagitario Films produce un total de diez largometrajes y cuenta en su plantilla técnica y artística con un elenco de figuras fundamentales para nuestra historia cinematográfica"

Sagitario Films produce un total de diez largometrajes y cuenta en su plantilla técnica y artística con un elenco de figuras fundamentales para nuestra historia cinematográfica, tanto por la calidad como por la originalidad de su trabajo. Nombres como los de los cineastas Edgar Neville, Antonio del Amo, Manuel Mur Oti, Enrique Gómez, Arturo Ruiz Castillo o Luis Escobar, directores de fotografía como Enrique Guerner o el reciente ganador del Goya de Honor Juan Mariné, compositores como Jesús Garcia Leoz, decoradores como Sigfrido Burmann o Fernando Mignoni e intérpretes como Carlos Muñoz, Conchita Montes, Fernando Fernán-Gómez, Francisco Rabal, Ana Mariscal, Alberto Romea o Antonio Vilar nos dan una idea de la heterogeneidad de la productora. En palabras del propio Aguilar: “Cómo llegaron a entrar en contacto con Johannes Bernhardt Antonio del Amo —comunista condenado a muerte—, Jesús García Leoz —afiliado también al Partido Comunista y voluntario en el ejército de la República—, Manuel Mur Oti —articulista en El Socialista y miembro del Estado Mayor de Valentín González “El Campesino”— o Juan Mariné —operador en el entierro de Buenaventura Durruti e internado en campos de concentración del sur de Francia en 1939— es, si no un misterio, sí parte de la mitología del cine español”.

Dicha pluralidad haría de Sagitario Films una de las plataformas artísticas más interesantes de la época, por cuanto sus participantes apostaron por dotar a la productora de un sello estilístico único e innovador. Como bien explica Aguilar, “si nos ceñimos a la taxonomía acuñada por el profesor José Luis Castro de Paz para el cine español de la posguerra, la primera etapa de Sagitario Films se movería formalmente en el ámbito de los modelos obsesivo-delirante y sainetesco-costumbrista”. Habría una serie de elementos destacables —cuya detección representa uno de los hallazgos más interesantes del libro—, como el onirismo, la sublimación de la mujer amada o la imagen del doble o doppelganger, todos ellos a su vez presentes en la tradición cultural germánica.

Sagitario films se articula como libro en nueve capítulos, sin incluir el prólogo referido de Aranzubia, la introducción del propio Aguilar —titulada Vamos a ver…— y dos apartados finales: una filmografía completa de la productora —con la recabación más completa de sus datos— y un apéndice bibliográfico o de fuentes documentales. El primero de los capítulos —Bernhardt, capitán de industria— supone una exhaustiva biografía del empresario alemán y activista nazi, acercando al lector su historia personal y aclarando los motivos que le llevaron a fundar Sagitario Films: su nacimiento en la ciudad prusiana de Osterode, los estudios de Derecho o Economía y Finanzas, la participación como combatiente en la Gran Guerra y los primeros negocios en armamento en San Petersburgo, Sao Paulo o Hamburgo. A ello se suma sus negocios en Marruecos, donde se alía con los hermanos Herbert y Oskar Wilmer para llevar a cabo negocios comerciales o servicios de información alemanes y en operaciones de propaganda. Allí entablará relación con mandos del ejército que participarán en el golpe militar que dará inicio a la Guerra Civil. Bernhardt se ofrece para mediar en la ayuda alemana a los sublevados, actuando de intermediario entre Franco y Hitler. Gracias a los ingresos económicos que progresivamente le reportan sus servicios y a la deuda que España acaba contrayendo con Alemania, Bernhardt conforma su negocio en torno a la exportación de materias primas que sirven de pago, incluyendo el wolframio. Tras la guerra, se convierte en uno de los alemanes más buscados. Antes de huir a Argentina con su familia, tendrá tiempo de crear y disolver Sagitario Films.

"El segundo capítulo, El centauro que disparaba sus flechas al cielo, se inicia con la constitución de la productora en 1947"

El segundo capítulo, El centauro que disparaba sus flechas al cielo, se inicia con la constitución de la productora en 1947 “bajo la dirección del ingeniero del Cuerpo Nacional de Topógrafos Félix Bueno de Linares” —titular de la distribuidora Europa Films— y la compra y reflote de los estudios de rodaje y sonorización Cinearte —donde se rodarán las películas de Sagitario y se doblarán los films distribuidos por Europa Films—. Si bien se desconoce el origen de la vinculación de Antonio del Amo con la productora, se sabe que entabló amistad con Mur Oti durante la guerra. Éste se decidirá a convertir su novela Destino negro a guion durante el reencuentro con Del Amo en casa de García Leoz. Tras presentarlo al concurso convocado por el Sindicato Nacional del Espectáculo en 1946, obtiene el segundo premio en la categoría de “comedia dramática” y, por mediación de Santiago Peláez, se entrevistará con Bernhardt para financiar su filmación. Esa sería la génesis de Sagitario Films, siendo Mur Oti el ideólogo incluso del propio nombre del centauro arquero.

El tercer capítulo, Primera jornada, ahonda en el análisis de los tres primeros films de la productora: Cuatro mujeres (1947), cuyo argumento —escrito por Mur Oti y filmado por del Amo— versa sobre cuatro jugadores de cartas de un cafetín argentino que, tras ver irrumpir en el local a una mujer, creen reconocerla de tiempos pasados asignándole cada uno una identidad distinta; El huésped de las tinieblas (1948) escrita y dirigida igualmente por los anteriores— representa como dicen sus títulos de crédito una “interpretación fantástica de los sueños atormentados y sublimes” del poeta Gustavo Adolfo Bécquer; La fiesta sigue (1948) supone una historia taurina contraria a los cánones de este tipo de relato cinematográfico, dirigida por el “telúrico” Enrique Gómez y caracterizada —como las dos cintas anteriores— por la sublimación de la mujer amada y por cierto componente onírico.

El cuarto capítulo, Tres cintas anómalas, se encarga del análisis de El señor Esteve (1948), Noventa minutos (1949) —producida fuera de Sagitario mediante cooperativa— y Alas de juventud (1949); en la primera —de corte sainetesco— entra en escena por primera vez Edgar Neville, adaptando la novela de Santiago Rusiñol L’auca del senyor Esteve (1907)mientras lo compagina con el rodaje de El marqués de Salamanca (1948)—, en torno a cuatro generaciones que regentan la mercería barcelonesa La Puntual; la segunda, escrita oficialmente por Mur Oti —aunque la paternidad del guion lo reivindica Francisco Rovira-Veleta— y dirigida por Antonio del Amo, tiene como original argumento la convivencia en un sótano de una comunidad de vecinos durante un bombardeo acaecido en el Londres de la II Guerra Mundial; la tercera se rueda paralelamente a la anterior, siendo escrita y dirigida por del Amo y Mur Oti y con un argumento que trata de emular el éxito de Botón de ancla (Ramón Torrado, 1948), buscando congraciarse con la administración al elegir un argumento de “exaltación cuartelera”.

"El séptimo capítulo, Las últimas flechas del carcaj, cierra el análisis fílmico del catálogo de la productora con un nuevo film de Neville desgraciadamente desaparecido, Cuento de hadas"

El quinto capítulo, Nuevos horizontes, se inicia con el análisis del último proyecto de Mur Oti llevado a cabo en la productora, además de ser el primero dirigido por él: Un hombre va por el camino (1949). Este film “supone el triunfo del paisaje sobre la dramaturgia”, casi adoptando apariencia de western. La honradez de la cerradura (1950) será el siguiente film de la productora, adaptación de la obra escénica homónima del Premio Nobel Jacinto Benavente y dirigida por el hasta entonces director de teatro Luis Escobar —y futuro protagonista de la saga “nacional” de Berlanga—. Éste entrará en la productora gracias a su hermano José Ignacio, germanófilo y amigo de Bernhardt. En la película debutará el actor Francisco Rabal y colaborará José Luis López Vázquez en la adaptación de la obra al formato cinematográfico. La obra plantea “las consecuencias para un matrimonio feliz de apropiarse del dinero que una vecina dedicada al préstamo con usura les ha dejado en depósito”. En este capítulo también se ahonda en el ambicioso proyecto frustrado de Mur Oti de adaptar al cine la novela de Carlos Caba ¡Wolfram, wolfram! (1947), sobre el contrabando de wolframio en torno a 1943.

El sexto capítulo, En los platós de Cinearte, refiere a la recuperación de los estudios a mediados de 1949. Se analiza el film Gente sin importancia (1950), que tuvo la peor suerte de todos los rodados. Inspirado originalmente en la novela de Dostoievski Humillados y ofendidos, su trama acaba derivando en un folletín ambientado en el Madrid contemporáneo. El director, José G. Ubieta, es “uno de los puntales del grupo telúrico” que sin embargo acaba convirtiéndose en un “cineasta fantasma”, pues sus dos únicas películas como realizador no se conservan —la otra será Em-Nar, la ciudad de fuego (1951)—. El otro film estudiado será el drama rural coproducido con Francia Malaire / Tempête sur le Mauvents (Gilbert Dupé y Alejandro Perla, 1951).

El séptimo capítulo, Las últimas flechas del carcaj, cierra el análisis fílmico del catálogo de la productora con un nuevo film de Neville desgraciadamente desaparecido, Cuento de hadas (1951) —cuyo argumento fantástico trata de dos personajes feéricos que buscan reconciliar a una pareja de enamorados en constante confrontación—, y el segundo y último film de Escobar, La canción de Malibrán —biopic de la célebre cantante romántica mundial de origen español, María Felicia García—.

"A lo largo de sus diferentes partes, el lector disfrutará de un pormenorizado desglose de datos, extraído de distintas fuentes como noticias de prensa, correspondencia, guiones manuscritos"

El penúltimo capítulo, Académicos, bailarinas y criminales de guerra, cuenta cómo la marcha de Bernhardt de la productora y la crisis económica que ésta atraviesa manda al traste proyectos avanzados en 1951 como La otra vertiente —guion del académico Wenceslao Fernández Flórez inspirado en el Monsieoux Verdoux de Chaplin (1947) que dirigiría Wiatcheslaw Tourjansky—, una superproducción sobre san Juan Bosco, la coproducción con Italia Siempre Carmen, un biopic sobre Antonina Mercé “La Argentina” —que baraja contar con la participación de George Raft, José Cansinos (padre de Rita Hayworth), Claudette Colbert o Mirna Loy— o el proyecto Los experimentos del doctor Tagliardini —sobre un argumento de Josef Hans Lazar, jefe de prensa de la embajada alemana en Madrid, cuya biografía es casi tan delirante como esta historia ideada por él—.

Finaliza el libro con el capítulo Más allá de Sagitario, que pone en contexto al lector frente a lo que sucede una vez Sagitario Films abandona Cinearte. Será cuando algunos profesionales de la extinta productora adquieran el estudio, rodándose en él el cortometraje Fantasía andaluza (José H. Gan, 1953) o el largometraje Ha desaparecido un pasajero (Alejandro Perla, 1953) —con un argumento de cine negro—.

A lo largo de sus diferentes partes, el lector disfrutará de un pormenorizado desglose de datos, extraído de distintas fuentes como noticias de prensa, correspondencia, guiones manuscritos, informes de censura o rastreo de fondos fílmicos. Información que en absoluto resulta farragosa sino más bien al contrario, se encuentra hilvanada a la perfección siguiendo el patrón general del discurso del autor sobre el tema. Una voz que tiene como muy meritorio el personalísimo estilo aun tratándose de un estudio o investigación —a los que siempre se achaca la seriedad y consiguiente aridez—. Es Aguilar, como su compañero Cabrerizo, un acérrimo seguidor del espíritu narrativo de esa Otra Generación del 27 que tanto han admirado y estudiado, tanto cinematográficamente como en los ámbitos literario e incluso estético o artístico. Un punto más que a favor para democratizar la divulgación cultural, llegando al mayor número de lectores posible al darle facilidades y no obstaculizar el interés que siempre lleva a la lectura. En definitiva, una delicia para estudiosos de nuestro patrimonio cultural fílmico, para cinéfilos en general y bibliófilos en particular.

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