Harto de la vida que lleva, un especialista en pájaros decide tirarlo todo por la borda y viajar a Borneo, donde se unirá a un grupo de personajes de lo más peculiar y donde vivirá unas aventuras —como, por ejemplo, convivir con los misteriosos “moradores del interior”— que le harán comprender que, en realidad, su vida anterior no era tan mala como pensaba.
En este making of Nina Melero describe el impulso que le llevó a escribir Los diamantes de Kalimantán (Contraluz).
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Dicen que los mejores viajes son ésos en los que lloras cuando llegas, pero también cuando te tienes que marchar. Algo así me sucedió a mí en el 2015, durante mi primera expedición a Borneo. Aún no sabía que sería la primera de muchas, ni que lo que viví allí acabaría dando forma a mi siguiente novela, Los diamantes de Kalimantán. Y es que, de una manera u otra, lo que uno escribe siempre está tejido con los hilos de lo que ha vivido: no hay escapatoria.
Decía Blasco Ibáñez que «la Naturaleza sólo es madre cuando el hombre la ha vencido y esclavizado». Donde no es así, nos sigue siendo hostil. En la selva aprendí que lo terrorífico y lo hermoso pueden confundirse, dejándote paralizado: la verdadera belleza siempre intimida. Todo lo que fui descubriendo acabaría convertido en lo que encuentran los personajes de la novela durante su incursión en Borneo. Su perplejidad, miedo, curiosidad y fascinación son los míos.
En entornos como los que se describen en el libro (el mar o la selva), la naturaleza te da mucho, pero también te exige mucho. Todo viaje es aventura, y la aventura está hecha de superación: es el arte de vivir intensamente, consiguiendo sobrevivir. Sólo cuando te enfrentas a la dificultad verdadera, al reto físico extremo, empiezas a entender mejor tu propio instinto y las relaciones entre las personas. Nosotros, a diferencia de otros animales, no somos nada sin el grupo: la selva te recuerda que tienes que confiar en los que saben más que tú y ayudar al que se queda atrás. Allí cobran de nuevo sentido palabras como lealtad, confianza y respeto, porque te juegas mucho cuando no son verdaderas. Y yo quería hablar de eso en el libro, explorar lo que surge entre nosotros cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles.
Uno de los objetivos principales de mis viajes a Borneo era entrar en contacto con la población nativa de la isla, los dayak o «moradores del interior». Se trata de un conjunto de grupos étnicos que antaño eran conocidos por su costumbre de decapitar a sus enemigos y ahumar y recolectar sus cabezas. Estas prácticas están prohibidas desde el período colonial, pero los dayak conservan su estilo de vida seminómada y sus costumbres ancestrales.
Yo sabía que era imposible comprender Borneo sin conocer la realidad, la mentalidad y los problemas de los pueblos que lo habitan, de modo que era fundamental para mí entrar en contacto y convivir con ellos. Centré mi atención en los dayak-ngayu, un grupo que se mueve entre los ríos Barito y Kahayan. He de confesar que mi primer encuentro con ellos fue algo desconcertante. Sólo diré que en la escena hay pijamas, un cuchillo del que mana leche y una misión en ruinas. Los lectores podrán descubrir y entender por qué en las páginas de la novela.
En el libro, además de sal, sudor y selva hay muchas otras cosas… La trama está construida alrededor de un misterio relacionado con el comercio y la artesanía de los diamantes en la isla, que tiene siglos de antigüedad.
Al igual que con mi novela anterior, Archipiélago, mi intención con este libro era que los lectores disfrutaran al máximo viajando conmigo por el Sudeste Asiático. Quería una historia con ritmo, donde predominase la narración, y que estuviera ambientada en la actualidad.
Por otro lado, a mi entender los verdaderos cimientos de cualquier historia son los personajes… Su caracterización y su evolución son esenciales. Siempre les dedico un cuidado especial, creando las voces de cada uno de acuerdo con su personalidad y su manera específica de hablar. Creo que sólo cuando se llega a ese punto en el que el escritor y el lector podrían sentir amor u odio por ellos, éstos se convierten en personas reales. Es entonces cuando la historia empieza a existir. Lo demás por sí sólo no sirve: argumentos y estructuras son para mí meros esqueletos, casas deshabitadas. Por eso me gusta partir de los personajes y dejar que ellos vayan construyendo la historia.
Era precisamente en eso, en los personajes, en lo que pensaba cuando partí de Borneo, mientras veía por la ventanilla cómo se alejaban los manglares de la costa. Pensaba en personas inexistentes pero que al final acabarían existiendo porque yo ya estaba lista para que me contaran su historia. Fuera lo que fuera, aquello yo tenía que escribirlo; o, lo que es lo mismo, compartirlo.
Y esas ganas de llorar que me entraron el primer día, con las botas hundidas en el fango y dos sanguijuelas infladas como tentáculos sobre mi mano, regresaban ahora… Pero eran lágrimas distintas. Estas escocían más: eran nostalgia anticipada, pensando en cuándo volvería. Me consolé diciéndome lo que me digo siempre: que cada encuentro es sólo el primero. Aquella sería una de las muchas expediciones que realizaría a la isla, como acabó siendo al final. Porque ahora Borneo significaba amigos con los que reencontrarme, y lugares e historias que no me había dado tiempo a explorar y… un libro que escribir.
Algunos años (y muchas picaduras) después, aquí está, finalmente: Los diamantes de Kalimantán… Yo cierro el libro para que lo abráis vosotros. Ahora mi historia es vuestra. Disfrutadla hasta el fondo, que para eso la escribí.
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Autora: Nina Melero. Título: Los diamantes de Kalimantán. Editorial: Contraluz. Venta: Todos tus libros.
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