Dijo en alguna ocasión que no le gustaba vivir atropelladamente, que no tenía prisa por hacerse mayor, pero ante la coyuntura de que la vida pasara en un suspiro, se aferró a la idea de explorarla e interpretarla. Durante años Sandra Barneda ha dado voz a lo que nos pasa en informativos de televisión. Más tarde, en programas de entretenimiento, dio alas a lo que nos pasa por el corazón.
Hay en la literatura de Sandra Barneda una honestidad que subyace sus tramas y los giros argumentales que transitan sus textos. Sus personajes, magníficamente construidos, podrían haberse inspirado en cualquiera de nosotros. Es una escritora que le toma el pulso a la vida sobre el papel. En sus textos rastrilla sentimientos, miedos, pasiones ya olvidadas y secretos inconfesables, y los hila conformando historias memorables.
Hay algo en la literatura de Barneda que la hace indestructible. Quizá sea ese afán por trascender más allá de lo que nos está contando, esa necesidad de narrar la esencia de lo que somos. Quizá sea porque, con un relato como el que acaba de publicar, el lector puede sentirse verdaderamente libre. Quizá sea porque muchas veces sus narraciones conmueven, duelen, nos escuecen.
En Zenda queremos descubrir su narrativa, ahondar en las bambalinas de Un océano para llegar a ti, su última novela publicada que, en pocas semanas, ha recibido el cálido abrazo de lectores y críticos. Nos encontramos con la escritora una tarde de diciembre en la librería Lé de Madrid. Hablamos con ella de Un océano para llegar a ti, de escritura y emociones; de cómo una joven que deseaba convertirse en inventora consiguió serlo, imaginando ficciones que nos ayudan a entendernos.
—Cuéntenos de qué trata Un océano para llegar a ti.
—Un océano para llegar a ti es una novela coral que cuenta cómo personas que se han distanciado con el tiempo restablecen sus puentes emocionales. Es la historia de cómo Gabriele, una mujer de unos cuarenta años, regresa al pueblo para reencontrarse con su padre y, a partir de ahí, descubre secretos familiares que provocarán que cada uno de los personajes se modifique. Es una novela que habla de la vulnerabilidad como motor de vida, habla de la necesidad de superar nuestras pérdidas.
—¿Cómo definiría a Gabriele, la protagonista de su novela?
—Gabriele es una mujer que desde siempre ha hecho una huida hacia adelante. No se ha responsabilizado mucho ni de su trabajo ni de la vida en general. Huye del compromiso. A raíz de la muerte de su madre, la vida común la detiene y empieza a tomar las riendas de su propia vida.
—En su novela, los personajes son incapaces de mostrar sus sentimientos. ¿Cree que con la lectura de una novela como esta los lectores podrían abrirse con sus seres queridos?
—Creo que es una novela que te reconforta en lo imperfectos que podemos llegar a ser. A veces tenemos dificultad para gestionar nuestras emociones. Es una novela en la que el lector viaja con los propios protagonistas y se puede sentir, como te digo, reconfortado, e incluso sentir la necesidad de solucionar o volver a conversar con personas con las que ya no tiene contacto.
—“La muerte, cuando merodea, despierta a los vivos”, dice un personaje de su novela. ¿Qué despierta a Sandra Barneda para escribir?
—Creo que la necesidad de reinterpretarme y la necesidad de reinterpretar el mundo en el que vivo. Siempre he dicho que escribir para mí… intento pintar que el mundo sea más bonito de lo que a veces lo pintamos. Me gusta recordar que es mejor la vida vista desde el vaso medio lleno que medio vacío.
—¿Cuánto le ha costado escribir esta novela?
—Un año y medio, te diría. Entre año y medio y dos años escribiendo. No sé decirte exactamente cuándo la empecé, porque al principio está mucho en la cabeza hasta que la empiezo, te diría año y medio o dos años.
—¿Cómo llegó a la historia, o cómo la historia la encontró a usted?
—Fíjate, la historia llegó a mí con una frase. Estaba de viaje en coche y estaba intentando definirme sobre lo que quería contar, y me vino una frase. Tuve que parar y apuntarla en las notas del móvil (siempre hago lo mismo cuando empiezo a gestar la historia): “Gente extraordinaria con una vida ordinaria”. Quiero hablar de eso, quiero hablar de volver a lo esencial, de volver a fijarnos en lo cotidiano, en lo ordinario, en aquello que está a nuestro lado, que es realmente donde se halla el valor de nuestra vida.
—¿Por qué ambientó Un océano para llegar a ti en Candeleda?
—Necesitaba un pueblo cercano a Madrid, que rezumara belleza y al mismo tiempo que fuera algo abrupto en cuanto a su naturaleza. Me funcionaba muy bien Candeleda, porque es un pueblo único, tiene una distancia de 1500 metros (el propio pueblo), y está rodeado de la cara sur de Gredos, con el Almanzor. Candeleda es un pueblo muy particular, lo llaman “la pequeña Suiza”, y me gustaba mucho que estuviera presente la montaña, y que estuviera cercano a Madrid.
—En este título, la protagonista para su vida tras la muerte de su madre, Greta. Se toma un descanso para asimilar su pérdida, para reflexionar, para decidir qué hacer. ¿Bastan 49 días para cambiar una vida?
—Te diría que basta un segundo para cambiar una vida, no 49 días (risas). Un segundo y te cambia la vida. En este caso era un recurso que busqué. ¿Cómo obligo a estar juntas a dos personas que no se hablan? Es en esas últimas voluntades de la madre, y esos 49 días que es —según los budistas— el tiempo que tarda el alma en reencarnarse en otro cuerpo.
—Cuando estaba escribiendo Un océano para llegar a ti, ¿qué soñaba para él?
—Lo que está ocurriendo. Es una novela de la que siempre decía: “Es una novela pequeña. Estoy haciendo como de cirujana emocional”. Me encantaría que la gente se sintiera acompañada, que llegara al corazón de las personas. Me decían: “Pequeña, ¿en qué sentido?” Yo respondía: “Voy a la esencia, a la esencia de la vida”.
—¿Había considerado alguna vez presentarse al premio Planeta?
—Es algo que siempre está presente, pero es como algo grande. Siempre contemplas presentarte.
—¿Qué experiencia tiene con los premios?
—Poca, la verdad. Tengo poca experiencia con los premios, creo que es el primer premio que gano.
—La muerte de Greta es un revulsivo para todos los que la rodearon: se atreven a hacer cosas que antes no pensaban hacer, o cuyo sólo pensamiento les paralizaba. ¿Dónde encuentra Sandra Barneda su revulsivo para empezar un proyecto?
—En lo que necesito contar. En encontrar qué es aquello que necesito contarme. Siempre digo que el escritor, o el autor, es el primer lector. Y esa historia, o lo que quiero contar, me va a acompañar los próximos dos años de mi vida. Me tiene que interesar. No es fácil elegir la historia. A veces te puedes confundir. Me ha ocurrido que he empezado una historia y he visto que no era la historia que deseaba contar primero a mí misma. Y la he tenido que dejar.
—¿Qué tiene que tener una historia para que acabe convirtiéndose en una novela?
—Al final es un mensaje por debajo que me interese a mí. No sé quién dijo que los escritores o los artistas utilizamos el arte para expiar nuestros propios demonios. Pues, ¿sobre qué demonios o sobre qué tema quiero ahondar?
—¿Cuál es su Almanzor literario? ¿Esa lectura a la que vuelve, en la que encuentra respuestas?
—Hay bastantes libros a los que recurro, libros que me gusta tener como fetiche. Pero te diría que hay uno concreto que siempre me gusta cogerlo y releerlo: las memorias de Churchill. No tiene nada que ver con la literatura, porque es un ensayo, pero es un personaje que me atrapa de principio a fin. Fíjate que fue dos veces primer ministro, y premio Nobel.
—¿Quiénes son sus referentes literarios?
—Muchos y muy variados. Me gustan mucho Capote, Jane Austen, Susan Sontag, Rilke o Tolstoi.
—Sexta edición en muy pocas semanas. ¿Cómo está llevando el éxito de la novela?
—Con una felicidad tremenda e inesperada, sobre todo por las buenas críticas que está recibiendo el libro. Ya empieza a funcionar el boca a oreja de los lectores, ese apasionamiento con el que me escriben una media de 30 emails diarios. ¡Es una barbaridad!
—Después de ser finalista del premio Planeta, ¿qué futuros proyectos literarios tiene entre manos?
—Te diría que esperar que me caiga la ficha para la siguiente historia que quiero contar y… ¡disfrutar! Hay que tomarse el éxito con mucha prudencia, y sobre todo que no te bloquee. Por eso es tan importante elegir bien la historia que quieres contar.
—¿Recuerda cuando empezó a escribir su primera novela? ¿Cómo fue?
—Sí. Sería una necesidad, porque siempre he escrito —como te he dicho— para interpretar el mundo e interpretarme a mí, pero fue una necesidad de ser valiente y mostrarme.
—¿En qué se diferencia la Sandra escritora de entonces de la de ahora?
—La propia persona ha evolucionado. Es muy difícil que un libro que tienes inacabado puedas, con el tiempo, acabarlo, porque pierdes la voz narrativa. La propia voz narrativa ya es otra. No eres la misma persona, y es muy difícil continuar una novela.
—Cuando era niña, ¿qué quería ser de mayor?
—¡Me hubiera gustado ser inventora!
—Lo es.
—Sí, exacto, inventora de historias. Inventora, exploradora…siempre con la aventura.
—¿Escribir es mirar al abismo?
—Sí.
—¿Qué es escribir?
—Escribir es un trabajo de humildad. Tiene que gustarte mucho. Es ese vértigo de cuando te pones y dices: «A ver hacia dónde vas a ir». Ese trabajo con el inconsciente desde el consciente que te apasiona. ¿De dónde sale? Es un misterio de dónde salen las historias. Cuando me lo preguntan dices: «Sí, el trabajo, estructurar las novelas…», pero hay algo que todavía no sé responder, no sé de dónde sale.
—¿Le tiene miedo a la página en blanco?
—No. Me apasiona la página en blanco. Le tengo respeto, pero me apasiona. Es adictivo.
—¿Cómo se ve como escritora en diez años?
—Escribiendo mucho más en el campo (risas). Dentro de diez años me encantaría tener un refugio en el campo con una ventana muy grande a una arboleda y que fuera uno de mis lugares para escribir.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: