Responde la periodista Sandra Barneda a Efe por teléfono, puesto que hace unos días dio positivo en coronavirus y está, desde entonces, encerrada en casa. Sin embargo, se muestra feliz por haber sido la finalista del Premio Planeta con una historia íntima, Un océano para llegar a ti.
Se encuentra bien y con ganas de hablar de su cuarta novela, en la que trata sobre la vulnerabilidad y la pérdida, y que cree sumergirá al lector en un argumento donde «lo ordinario será extraordinario», donde verá, como está ocurriendo en este tiempo de pandemia, «la importancia de las pequeñas cosas, de lo que tenemos a nuestro alrededor, de lo que necesitamos».
A pesar de ser actualmente muy popular por su faceta televisiva y por presentar el formato de éxito La isla de las tentaciones, precisa que escribe desde muy joven y rememora tardes pasadas en un bar en las que llegó a anotar sus ideas en una servilleta. «No puedo vivir sin la escritura. Creo que se me da mejor escribir que hablar, porque en el fondo soy muy tímida y porque tengo un punto naíf, porque la vida me parece demasiado grande para poder captar toda su esencia. Necesito escribir y escribir para entenderla. Necesito llenar la vida de palabras, historias y personajes, que a la vez me dan la vida», apunta.
Tras debutar en 2013 con Reír al viento (Suma), que forma parte de una tetralogía basada en el círculo de la vida, prosiguió su carrera literaria con La tierra de las mujeres y Las hijas del agua, todas ellas publicadas en sellos del grupo Penguin Random House.
Ahora será Planeta quien le editará su cuarto título en narrativa —también es autora de la obra de no ficción Hablarán de nosotras— en el que el lector conocerá a Gabriel, una mujer en la cuarentena que viajará al pueblo de su padre, Candeleda, en la sierra de Gredos, en Ávila, un lugar con predicamento entre los que practican zen y donde cambiará el concepto que tenía de su progenitor, de quien estaba distanciada. A lo largo de 49 días, que son los que los budistas creen que necesita el alma para reencarnarse en el cuerpo, se sucederán una serie de acontecimientos que sacudirán a Gabriel y le mostrarán un camino de esperanza.
La escritora mantiene que cuando la vida «te sacude con una pérdida no puedes sostener las corazas que nos vamos construyendo para protegernos, para parecer más fuertes. Es por ello que esta novela habla de la desnudez de uno mismo para llegar a la verdadera esencia«. Avanza que «parte de las pérdidas y de cómo sacuden a los diferentes personajes de la obra. La vuelta a casa de Gabriel es como el viaje del héroe, quien, con desasosiego, se da cuenta de que su vida no se sostiene, de que hay ciertas mentiras y verdades veladas en la familia que le han llevado a ir por una senda que no le satisface lo suficiente».
Barneda piensa que «a veces nos comportamos como los burros: nos ponemos una venda en los ojos y seguimos, y en esta novela Gabriel cruzará ese océano interior para llegar a ella misma y a su padre. Al final es la historia de una relación entre padre e hija, de cómo ellos van desnudándose y descubriéndose, de los malentendidos que los han llevado a la distancia y a la lejanía». Asegura que su artefacto literario es una «oda a la vulnerabilidad», pero advierte que es optimista, aunque trate sobre la pérdida, a la vez que desliza que «te enamoras de los personajes, de su aroma, porque algunos son esos ángeles elegidos o de sangre, que te tocan». Destaca, por otra parte, una frase de la obra, en la que indica que «solo hay algo más fuerte que la voluntad, y es el amor», porque «la novela trata sobre eso, del amor por encima de todo. Por tanto, es una gran historia de amor». Con ganas de volver al ámbito rural, como ya ocurría en La tierra de las mujeres, Sandra Barneda, que ha estado más de dos años trabajando en este relato, remarca que la muerte sigue siendo un tabú, aunque «los muertos nos enseñen».
Respecto a su faceta televisiva, asevera que se siente agradecida de poder estar al frente, actualmente, de La isla de las tentaciones, porque «entretiene y hace que la gente desconecte de sus problemas», pero después de más de dos décadas de profesión «el éxito hay que relativizarlo porque se esfuma muy rápido». Tampoco deja pasar que cada uno «debe saborear su porción, sin desear quedarse el quesito entero, porque el éxito, en este caso, es de más de un centenar de personas que hacen posible el formato».
«Creo que haber sido finalista del Planeta y presentar este programa me define, porque nunca me ha gustado que me encasillen, y creo que en la vida puedes hacer lo que te propongas. Nunca me ha detenido nada, y soy de las que pienso que no se hubiera avanzado ni inventado nada nuevo si sólo nos fijáramos en lo que dicen los otros». Por ello, bromea con que aún puede volver a presentarse al premio para ganarlo, algo que no podrá hacer Eva García Sáenz de Urturi, con quien le parece «fantástico» compartirlo, y de quien destaca que es alguien «maravilloso» y «una escritora muy precisa». «Ya tocaba que hubiera dos mujeres en la noche del Planeta, y me congratula muchísimo. Vamos a hacer un tándem muy bueno», concluye.
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