Breve, precisa y alabada por la crítica anglosajona, la novela Muro fantasma, de Sarah Moss, recién publicada en español, invita a cuestionarse el auge de los nacionalismos y de las fronteras. «Tenemos que encontrar formas de sentir que pertenecemos a un sitio sin creer que somos dueños», dice a EFE.
Y precisamente esta idea inspiró a Moss a elegir el título del libro, que empezó a escribir justo después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunciara que iba a construir su «hermoso muro» en la frontera con México y en pleno debate sobre la identidad británica suscitado por el Brexit. «Pensé en cómo todos esos muros son paredes fantasmas, siempre son intentos mágicos de mantener a los forasteros fuera», ha explicado la también profesora de escritura creativa de la Universidad de Warwick. Sin embargo, para ella «sería mucho más constructivo si algo de ese sentimiento nacionalista que está surgiendo en este momento en todo el mundo se pudiera aprovechar al ecologismo».
En el libro, que ha sido traducido por Vanesa García Cazorla, la joven Silvie participa junto a su familia en un curso de antropología que recrea la vida y costumbres de los antiguos británicos en la Edad de Hierro, violencia y sacrificios incluidos. En este contexto, la protagonista, de 17 años, ve su vida y su cuerpo constreñidos por la autoridad de su padre, Bill, y por una violencia intrafamiliar que la oprime tanto a ella como a su madre. Desde ese punto de partida, la escritora expone la normalización de la violencia hacia las mujeres y disecciona las relaciones humanas, donde ellas tienen «más espacio y permiso para construir buenas relaciones. Mientras, los hombres del libro están gobernados por unas «imágenes destructivas de masculinidad», según Moss, encarnadas en Bill y el profesor de antropología, que ejercen de jefes del grupo. «Es mucho más difícil para los hombres desarrollar amistades cálidas y pensar en los sentimientos y apoyarse mutuamente, de modo que también soy muy consciente del daño que el patriarcado hace a los hombres jóvenes«, ha comentado la escritora.
Y aunque en el libro la vuelta al pasado trae consigo la reproducción de ciertos roles de género, Moss ha querido recordar que «no se sabe nada» sobre el género en la Edad de Hierro. «Tal vez las mujeres estaban cazando y los hombres estaban sentados en casa mirando a los bebés y cosiendo», ha planteado la autora.
Moss, cuyo séptimo libro, Summerwater, acaba de ser publicado en Reino Unido, confiesa que su escritura está influida por el estilo de Shirley Jackson, Miriam Toews y Kathleen Jamie. A esta última le debe su interés por la naturaleza, el lugar y la pertenencia. Escritoras, todas ellas mujeres, que contribuyen a aumentar la diversidad de voces en el mundo editorial, pero que todavía muchas siguen sin ser traducidas a otros idiomas. «Tradicionalmente muy poco de lo que se ha traducido ha sido hecho por mujeres, entonces las voces de las mujeres no atraviesan las fronteras lingüísticas», ha lamentado Moss.
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