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Se puede espigar desde la aurora hasta el atardecer

Se puede espigar desde la aurora hasta el atardecer

Mucho cuidado con Lorena Salazar Masso. Porque hay quien dice que es la mejor autora de su generación. De hecho, su anterior novela, Esta herida llena de peces, sorprendió a la crítica, y la nueva, Maldeniña, va por un camino similar. Se trata de una ficción en la que la autora explora la carencia de afecto en la infancia, además de una obra de una calidad extraordinaria.

En este Making of, Lorena Salazar Masso cuenta el origen de Maldeniña (Tránsito).

***

1

Quería escribir un «adentro»; por eso Maldeniña, al comienzo, se llamó Habitación. Ese nombre me contenía, me daba un margen. Apareció por primera vez en 2019, antes de Esta herida, pero no como novela. Era más bien una serie de escenas e intuiciones que se descolgaban de dos personajes y un espacio. Pronto las dejé en pausa. En 1983 le preguntaron a Juan Rulfo por qué no había publicado nada más, a lo que él respondió: «Lo que pasa es que yo trabajo». Guardando el abismo entre Rulfo y lo que intentaba —e intento— escribir, dejé empezada la novela, pues trabajaba de día y estudiaba de noche.

La retomé dos años después.

En un cuaderno escribí:

Una novela otoñal.

Un atardecer muy largo.

Un pueblo de locos.

Y pensé en Lispector:

«¿Habré de tener el valor de utilizar un corazón desprotegido y hablar para nada y para nadie? Tal como un niño piensa para nada. Y correr el riesgo de ser triturada por el azar»

2

Volví al cuaderno:

Un lugar sin brillo, donde un poco de amor, en todo caso, es amor.

Ganarse la vida con las manos: los quehaceres.

Una niña que habita el silencio que le sigue a una pregunta sin respuesta.

3

No hay una tesis aquí, mucho menos un tema que izar como bandera. No quiero eso. No tengo interés en hacer de la niña una víctima del abandono de sus padres. De alguna forma, todos hemos sido abandonados, todos, dentro y fuera de esta historia, tenemos maldeniña.

Quiero saber cómo Isa se crea una vida bajo ciertas circunstancias. Quiero ahondar en la pregunta por el vacío, mirar de cerca lo que alguien puede hacer para llamar la atención de un amor.

4

Tampoco quiero escribir un “artefacto”. El diccionario, y me remito a él no por devoción, sino por la recopilación que hace, dice de artefacto:

Del lat. arte factum, «hecho con arte». Pero «hecho con arte» no es la idea que me hago cuando en casi toda entrevista o charla literaria se refieren a una obra como “artefacto narrativo”.

Artefacto

1. m. Objeto, especialmente una máquina o un aparato, construido con una cierta técnica para un determinado fin.

(Me parece imposible llegar a una gran historia, poema, incluso a un buen ensayo construido y manipulado por alguien convencido de que maneja la totalidad de la palabra. La palabra siempre será eso que nos falta, la paloma, el intento fallido por decir. Uno escribe como puede y el lector hace lo propio cuando recibe la historia y la hace parte de su urdimbre).

2. m. despect. Máquina, mueble o, en general, cualquier objeto de cierto tamaño.

(De un texto que yo haya escrito y con el que no esté contenta, que me estorbe tanto como un mueble en la cocina, sí que puedo decir «el artefacto narrativo ese»).

5

Quiero escribir los días. Espigar desde la aurora hasta el atardecer, como en Les glaneurs et la glaneuse, de Agnès Varda.

Se recoge lo que cuelga.

Se espiga lo que brota.

Lo último que se recoge del árbol es para hacer mermelada o aguardiente.

Escribiré como una espigadora. Y en los tiempos malos sabré pepenar: tomaré lo que hay. Miraré hacia Unica Zurn, Marosa di Giorgio, Carson McCullers, Julio Ramón Ribeyro, Josefina Vicens, Hebe Uhart, Agnès Varda, Juan Rulfo.

6

Nos entendemos y determinamos por el paso del tiempo. ¿Cómo se relaciona Isa con el tiempo? ¿Quiere que se detenga o que pase rápido? Que se detenga: la habita la esperanza del «mañana sí»: mañana sí la van a querer.

Entonces, ¿cómo esperar? ¿Cómo llamar la atención de Papá?

Con canciones.

Una niña grande que demanda amor como las canciones de cantina.

7

Un Papá de paso. Un Papá que es antagonista porque no accede al deseo de la niña. No ofrece un compromiso de amor. Es un vacío lo que sostiene a Isa: «Estamos vivos porque nuestro deseo es imposible», dijo Lorena Briedis en clase al hablar de la escritura deseante.

8

Cuatro capítulos como cuatro paredes de habitación. Paredes descascaradas. «Este es mi hogar / este fino borde de /alambre de púas», escribió Gloria Anzaldúa. ¿Hogar? Paredes descascaradas, frías y punzantes. Un Hotel que no está embrujado, pero sí enfermo.

Y un pueblo sepia.

¿Cómo imprimir el cuidado riguroso de Bachelard?: «El excesivo pintoresquismo de una morada puede ocultar su intimidad». Quizás, habitando la historia. Durmiendo con Isa y Papá. Viviendo, por un tiempo, en estos cuatro capítulos. Confiando en Bachelard: «A la primera abertura poética, el lector que «lee un cuarto» suspende la lectura y empieza a pensar en alguna antigua morada».

*

Todo comienzo de escritura, más que semilla, es raíz. Maldeniña, primero, agarró la tierra; me preguntó, me hizo prometerle que no haría parte de los juegos de tema, aceptación y sentimentalismo. Me hizo espigar «entre la soledad y la libertad».

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Autor: Lorena Salazar Masso. Título: Maldeniña. Editorial: Tránsito. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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