Para Sebastião Salgado (Minas Gerais, Brasil, 1944), tomar instantáneas con teléfono móvil «no es fotografía», sino utilizar «un sistema de comunicación por imágenes», ha asegurado a EFE este fotógrafo y artista durante la presentación de su exposición «Amazonia».
«No creo que ahora todo el mundo sea fotógrafo y que haya más ahora que hace veinte o treinta años», afirma el ganador de premios como el Príncipe de Asturias de las Artes o el World Press Photo, que expone en el madrileño Centro Cultural Fernán Gómez del 13 de septiembre al 14 de enero una muestra de 200 imágenes de gran formato, y siete películas, con banda sonora compuesta por Jean-Michel Jarre.
Los fotógrafos, advierte uno de sus maestros, tienen una «preocupación por mostrar la realidad» y ser «espejo y memoria de la sociedad», además de «una parte importante del sistema de información». Por su parte, las imágenes de teléfono son un objeto efímero destinado a comunicarse que normalmente se pierden cuando se cambia de móvil, reflexiona en un perfecto castellano.
Tampoco le interesan a Salgado las innovaciones de la inteligencia artificial: «Mis fotos las hago como siempre y creo que la mayoría de los fotógrafos también», remarca. Él acostumbra a usar lentes de 28, 35 y 60 milímetros con una cámara Leica y no trabaja con flash ni realiza fotografías en color, con una técnica en la que los expertos ven la sencillez de los grandes maestros de la luz y el encuadre.
Salgado confiesa que está cansado y que ha llegado la hora de jubilarse y dejar un legado a los jóvenes profesionales. «Mi parte creo que ya la intenté», asegura, descartando iniciar nuevos proyectos tras haberse dedicado a documentar durante décadas la situación de los desfavorecidos, y en los últimos tiempos la belleza de la naturaleza y la devastación que sufre.
LA AMENAZA DE LA EXTREMA DERECHA A LA NATURALEZA
Precisamente, «Amazonia» es una muestra de ello. Durante siete años, Salgado convivió con doce poblaciones indígenas en el Amazonas para poner de manifiesto la urgencia de preservar el planeta, y el resultado es una experiencia multisensorial (se ambienta con sonidos naturales) que ya ha pasado por París, Roma, Londres, Los Ángeles, São Paulo y Río de Janeiro.
Una exposición que concibió junto a su mujer, Lélia Wanick Salgado, como «una tentativa de proteger un hábitat amenazado», asegura el fotógrafo, que remarca que está de acuerdo con el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, para quien «el colapso climático ha comenzado».
«Vivimos un momento difícil, pero creo que también hay una gran conciencia en dirección de la protección del planeta y que los jóvenes están preocupados por su futuro», afirma el brasileño, que reconoce que «nadie podía pensar a qué velocidad» iba a llegar el calentamiento global.
Él mismo tenía esperanza en que la conciencia climática iba a evitar el desastre: «Todavía existe una solución para el problema, es posible salvar la biodiversidad, pero tiene que ser rápido», subraya.
Para ello, hace falta «una decisión política y de la sociedad» y también la ayuda de las empresas (su exposición está patrocinada en España por Zurich, Telefonica y Redeia), que se enfrente a los intereses económicos detrás de las acciones más contaminadoras y el negacionismo del cambio climático.
«Hemos visto el desastre ecológico de Bolsonaro», el presidente brasileño cuyo gobierno permitió que la Amazonia perdiera cerca de 45.000 kilómetros de bosque tropical en cuatro años, con una ideología «de extrema derecha» y en defensa de determinados intereses económicos que también cala en Europa y España, advierte.
Frente a ello, aboga por acciones como la que su mujer y él han emprendido en Brasil, donde han transformado una hacienda en reserva ecológica, al serle concedido a esa antigua propiedad familiar de su localidad natal el certificado de Reserva Particular del Patrimonio Natural.
Con este proyecto, recuerda, han logrado plantar más de tres millones de árboles y ahora, con la ayuda de empresas y del gobierno alemán, están comprando más tierras para reforestarlas, un modelo que propone también importar en España para superar sus graves problemas con el agua y la biodiversidad. «Esta exposición es una parte pequeña de esos esfuerzos», remarca el fotógrafo.
Excepcional Salgado. Su nombre es ya la esencia de la fotografía y uno de los símbolos del arte. Y es sociedad, sus entresijos, su química. La expresividad de sus fotografías es única, irrepetible, inimitable. Y también es química su tratamiento de la luz y sus matices.
Ante todo eso, lo que se hace con los móviles es una absoluta chorrada. Una impostura, la negaciòn de nuestra presunta racionalidad. Hay que ver, hay que sentir, hay que regodearse en el paisaje y en el paisanaje, hay que vivir. Y no se vive con la obsesión del móvil y del absurdo y descerebrado selfi y la sonrisa, artificial, obligada e impostada. Hay que dejar que el tiempo transcurra lento ante nuestra mirada. ¡Imbéciles!
Y hay que concienciarse de que buenos fotógrafos, los de verdad, hay cuatro, contaditos. Lo demás, morralla escatológica.
Además de ser un excepcional fotógrafo, un excepcional artista, es una persona comprometida.
Si se retira, añoraremos su obra y sus exposiciones.