Tres años después de la publicación del primer volumen de sus diarios novelados, que tenía el título de Una inmensa soledad, Rafael Maldonado regresa a las librerías con una segunda parte de dicho trabajo. En esta ocasión, el autor le cuenta a su hijo su día a día entre 2016 y 2017, época en la que alternó su trabajo como farmacéutico en un pueblo del sur con su labor como escritor de libros de viajes, reflexiones metafísicas y memorias.
En este making of, Rafael Maldonado cuenta el origen de esta segunda entrega de su Diario del cabotaje, que tiene por título De mis sombras, hijo (Confluencias).
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He escrito este libro durante dos años, pero probablemente llevara trabajando en él toda mi vida. Lo he escrito fundamentalmente porque empecé en el año 2020 a publicar una suerte de crónicas de doble vida y no tengo más remedio que continuar haciéndolo, ya que si no escribo me siento mal y con un gran remordimiento: he dicho alguna vez que si me quitan la literatura soy más pobre que los muertos. Si el primer tomo del proyecto que yo he llamado —por llamarlo de alguna forma— Diario de cabotaje estaba narrado en tercera persona, a la manera novelística, y el protagonista era un farmacéutico sureño de treinta y tantos que cruza la segunda línea conradiana de sombra anteponiendo la literatura a casi todo, este segundo libro lleva por título un verso de uno de mis poetas predilectos españoles, Luis Rosales: De mis sombras, hijo, último de los maravillosos versos de ‘Palabras para iniciar una despedida’. Y es que aquí, en lo del hijo, reside la almendra de este segundo libro de crónicas, porque en medio de la transcripción de los años que ocupa, 2016-2017, el hijo que nació en 2015 lo abarca todo, de tal suerte que decidí que él fuese el destinatario de estos fragmentos, como si se tratara de un pequeño Lucilio romano que, lejos del estoico Séneca, recibe las misivas de una especie de prosaico doctor Jekyll y Mr. Hyde que tuvo la fortuna de engendrarlo.
Cuando empecé a escribir mi primera novela, en el ya lejano 2011, estaba convencido de que, si no escribía a diario, la herramienta del lenguaje, una vez descubierta e indomeñable de puro tiránica, iba a atrofiarse, a agostarse, a volver a las profundidades de mi psique. Y como en aquella época tenía mucho trabajo y muchas guardias y me era complicado ponerme un par de horas seguidas todos los días delante del folio con la novela, decidí empezar a escribir lo que me ocurría a diario en unas libretas de propaganda de medicinas que me había regalado un representante farmacéutico. Hoy, más de una década después, son decenas las libretas que, casi sin darme cuenta y con gran esfuerzo —valga el oxímoron— se han llenado, y cuyo resultado está nuevamente en las librerías con una preciosa edición de la editorial Confluencias, en cuya portada aparecen Joseph Conrad y su hijo Boris. Es poco y es mucho, me temo: se cuenta ahí una vida que alterna un exigente trabajo sanitario como farmacéutico en un pueblo del sur, de donde obtengo el conocimiento de las personas por dentro, que decía Flaubert de Homais y Charles Bovary —el boticario y el médico de la famosa novela—, y una pasión desaforada por la literatura, a la que, en este caso, hay que añadir el asombro constante por la vida del hijo en sus comienzos.
Umbral decía que literariamente un hijo es ‘la hostia’, y que cuando éste aparece toda la vida se sacraliza en él, que tiene su instante celeste y único en la carne dorada del hijo. También, lógicamente, en la literatura. Así ha sido en mi caso, y aquí está el resultado, crónicas en las que hay una mezcla de géneros: diario personal típico, fragmentos filosóficos, artículos, esbozos de cuentos, libros de viaje (Portugal, Marruecos, Baja Andalucía, Castilla) y poemas en prosa, con la novedad de que en este segundo tomo, más voluminoso, hay unas primeras memorias que cuento al niño —y al lector— mientras, como decía Iris Murdoch, voy divagando.
El libro comienza y acaba en el mismo sitio: es un libro circular en el que he suprimido coordenadas cronológicas deliberadamente, buscando una mayor emoción y sorpresa. Es un libro que se ha intentado escribir, como el resto de mi obra, algo que aprendí de mi maestro Lobo Antunes, por el envés, por detrás. Sólo de esa forma, estoy convencido, es posible acercarse a lo más profundo del corazón humano.
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Autor: Rafael Maldonado. Título: De mis sombras, hijo. Editorial: Confluencias. Venta: Todos tus libros.
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