Desde que a Moriarty le robaron de su despacho la pintura de Jean-Baptiste Greuze que hacía juego con la que él había adquirido en la sala de subastas Portalis por un precio de cuatro mil libras, Holmes había sufrido en la calle un par de atentados bastante sospechosos. Lo cual nos indica que las relaciones entre los dos enemigos se estaban deteriorando hasta unos límites insospechados y que al final, dado el odio que se profesaban, acabarían enfrentándose directamente en un duelo a muerte.
Con mucha prudencia, Moriarty no había considerado oportuno presentar ninguna denuncia en Scotland Yard, porque con un año de antelación la duquesa de «R» había puesto en conocimiento de la policía la sustracción de un cuadro que poseía del famoso pintor mientras descansaba unos días en la Costa Azul. Lo verdaderamente curioso es que un año después el lienzo volvió a colgar de la noche a la mañana en la mansión de la Duquesa, sin que nadie se explicara la misteriosa desaparición y aparición.
Por lo tanto, los trámites policiales se limitaron a efectuar las pertinentes pesquisas para tratar de establecer la legítima procedencia del adquirido por Moriarty en la sala Portalis, investigación que se hizo con toda la claridad y legalidad del mundo. Se averiguó que el lienzo había sido depositado en la Sala, con todos los documentos legalizados por los mejores expertos en el pintor Jean-Baptiste Greuze, por un anticuario de París. Con posterioridad se puso en duda la adjudicación, porque en el catálogo no se especificaba convenientemente la procedencia del cuadro. Lo que nunca se pudo averiguar fue cómo la valiosa pintura que se robó a la Duquesa apareció como por arte de magia un año después en la pared donde siempre había estado.
Holmes había hecho algunas averiguaciones sobre el cuadro que adquirió Moriarty por cuatro mil libras esterlinas en la subasta. Como se trataba de una galería muy seria la policía empezó a barajar la idea de que podía tratarse de un engaño realizado por profesionales y se puso a investigar en profundidad el asunto. El resultado fue el siguiente: el lienzo había sido descubierto en un mugriento desván, como si se tratara de un trasto viejo y hasta molesto, pero no mediaba ningún contrato de compra porque su adquisición se hizo mediante pago en efectivo, sin factura y abonando por la magnífica pintura una cifra ridícula. Con posterioridad se llevó a efecto una meticulosa restauración, se falsificaron papeles por el mejor especialista de París y el cuadro vino a parar a la famosa galería con todos los documentos en regla y sin que nadie dudara de su legitimidad.
Holmes decidió viajar a Francia con su colección de disfraces y buscar al responsable de la falsificación de credenciales. Hay que reconocer que el detective gozaba del favor de la Gendarmería Francesa, factor que ayuda mucho en estos casos. El resultado fue que Scotland Yard se presentó en el despacho de Moriarty y se llevó el cuadro, entregándole a cambio un cheque de cuatro mil libras esterlinas y una indemnización de la galería por un importe de quinientas en calidad de resarcimiento, ya que se pretendía evitar cualquier tipo de escándalo en el que se viera involucrada la prestigiosa firma de subastas.
Dado que no había herederos legítimos del lienzo, que el anticuario había desaparecido y que hasta el mismo desván fue destruido por un incendio, la dirección de la sala Portalis se avino a venderle el cuadro directamente a la duquesa de «R» por el mismo precio adjudicado en la última puja.
Holmes y Watson quisieron darse el capricho de viajar a Rye en un furgón blindado de Scotland Yard y entregarle en mano el cuadro a la Duquesa. Se le pidió al detective que le pusiera un nombre a la pintura, para que así figurase debidamente identificada en los catálogos, y Holmes, sin dudarlo mucho, dijo que le parecía el más adecuado, para que hiciera pareja en todos los sentidos con el que la Duquesa ya poseía, que se llamara La muchacha del seno derecho desnudo, o Sein droit nu de la jeune fille, ya que el que poseía la Duquesa tenía desnudo el pecho izquierdo.
El resultado fue que la Duquesa recuperó el cuadro que hacía pareja con el que en su día fue de Moriarty, quien se quedó sin ninguno de los dos que adornaban su despacho: uno se lo habían robado misteriosamente y el otro es el que fue motivo de negociación con la sala de subastas. El atento lector seguro que se imagina lo que pudo suceder.
Desde aquel momento, los dos curiosos lienzos pueden ser visitados por el público, los martes y los jueves, en la residencia que la Duquesa posee en Rye. La entrada es gratuita.
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