Más de 800 autores han participado en el concurso de poemas de amor de Zenda, patrocinado por Iberdrola, que cuenta con 3.000 euros en premios y con un jurado formado por José Manuel Caballero Bonald, Ana Merino, Alicia Aza, Luis García Montero y Antonio Lucas, con Miguel Munárriz como secretario.
El plazo para participar en este concurso, celebrado para festejar el Día de San Valentín, el patrón de los enamorados, comenzó el 9 de febrero y concluyó el domingo 25 de febrero de 2018. Este jueves, 1 de marzo, difundiremos los poemas que ganarán el primer y el segundo premio del concurso de #poemasdeamor. El primer premio está dotado con 2.000 €. El premio para el poema finalista es de 1.000 €. Y a continuación ofrecemos el listado con la selección de diez poemas que optan a ganar dichos premios.
El orden de esta selección es aleatorio. Bajo estas líneas reproducimos los diez poemas seleccionados. Al resto de los poemas se puede acceder a través de nuestro foro. Gracias a todos por participar.
1
Derribo controlado
Benigno López Moure
Construir sobre la pasión y las prisas,
alzarse contra los planos,
renunciar a la solidez de los cimientos
y crecer sin límites
hasta habitar un edificio improvisado.
Y enfrentarse después a la catástrofe
de encontrar entre los heridos,
los cadáveres y los escombros
razones de sobra para haber ejecutado
un derribo controlado.
***
Belén Cuesta
Construir una mañana de domingo
es ir vertebrando
cada segundo junto a ti
con la materia frágil
que disuelve los contornos
hasta conseguir que parezca
que tú me quieres,
que yo me río.
***
3
Horizontalidades
Daniel Rodríguez Torrente
Inmerso en el refugio de las horas
que extirpamos al carbón,
cuando deja de importar
el desorden mudo de las cosas
y el tacto de tu sueño
es capaz de intimidar al mío.
Antes de volver
a clavarnos bien los nombres
para ser otra vez más
lo que hicieron de nosotros;
ahora, que vivimos desde dentro
y somos invisibles
al asedio de la necesidad.
Te observo.
Tus pechos se reflejan en mi pecho
y de pronto lo comprendo:
eres el fuego
que llegó de ningún sitio
para quedarse.
***
4
Dímelo
Raquel Jiménez
Abre los labios, libera de ellos tus promesas.
Dime que me amas.
Dímelo en un verso que vuele a mis ojos,
dímelo y que las palabras se derramen en mi boca.
***
5
TUTOPÍA
Dimas Prychyslyy
Estás en ese raro sabor a estaño,
en la descomposición del alimento,
en el tabaco que sabe a paladar mordido.
Estás en la piel hecha jirones de mis labios,
en las escamas de mis palabras vacías,
estás en las fotos desnudas,
en la penumbra de la intimidad arrebatada,
en la no vida que albergó mi entrepierna,
en el asfalto,
en el charco,
en la piedra,
en el bolsillo,
en la memoria,
en la llave.
Estás en la luz en movimiento.
***
6
Yuriko78
Ángel Petisme
Soy la que vuela sobre los violines,
la experta en biología molecular,
la que cree en el amor a primera risa,
la que se peina en los charcos de la calle,
la que no ignorarías cruzando por tus sueños.
Sólo se necesitan dos para bailar un tango.
Soy la que sabe que las agujas del reloj
remiendan las heridas y los males de aurora,
la que recuerda tus enigmas y danza
en el desierto de tus emociones,
la que arde, la que sonríe cuando te despiertas.
Yuriko78 cuida de todos los hombres
a los que se les suicidan los poemas.
Soy la que besa y cierra los ojos de las piedras,
la que huele a pomelo y mandarina,
la que detiene los relojes a las dos,
la vivificadora, la mielera, la hilandera de luz,
la saliva que sana al esparrin del frío,
la que te lleva a la hora inmortal.
Vivo en la casa de las dagas voladoras,
entre la calle Verdad y la calle Placer.
***
7
Una extraña lealtad
Luis Andrés Domingo Puertas
Las cosas sucedieron muy despacio.
Aquel verano,
con sus costas lejanas,
construyó la delgada cicatriz del silencio,
todo un acantilado entre nosotros.
Los tenaces rasguños de las motocicletas en la brisa
al caer el sol, noches de junio
que aprendían a rozar las sutiles fronteras
de un cuerpo imaginado. El corazón
como un tachón bordado sobre un sueño.
Fue aquella
una extraña lealtad que se abrazó al suicidio
cuando dejaba atrás el país de los juegos.
Noches
de un verano extendido en la tormenta,
porque nunca llegaste hasta mis quince años,
te habías ido
hasta una edad distinta, otro lugar
donde te busca
este esbozo de hombre que ahora soy y la nostalgia
que persigue en las noches
el súbito desnudo imaginario
de otra vida posible,
la que me pertenece,
la que nunca fue mía.
***
8
María Ramos
Me gustaría definir nuestro amor con palabras científicas,
hablar de los cambios neurológicos
que preceden al estado crítico de un beso,
y acercarme a tu casa
y comprobar que tu gato está celoso de mis pasos;
entonces, como si fuera Darwin,
escribiría un gran ensayo sobre el amor
en la naturaleza de algunas especies
***
9
Se fue
Elena Grima Agra
Camino descalza en esta isla. Subida a mi tristeza, voy dejando mis huellas bajando a la laguna que dejaron tus piernas.
Me encuentro enloquecida, muñeca rota, cuerda vencida que el tiempo la hizo tierra.
Polvo. Como el que dejamos en los muebles donde construimos los tejados de un amor de pradera.
Luz nocturna, luna nueva, caricias enlatadas, fiestas sin baile, soledad con billete de vuelta.
Si hablo de razón, callan mis ojos.
Si hablo de ilusión, muere mi pecho.
Si hablo de eternidad, suena a mentira.
Y si hablo de dolor, grita el despecho.
Me queman los recuerdos, lo que no hicimos, el reducto final de los finales, ese beso de judas que no nos dimos pero que mató en silencio a nuestras mitades.
Y ahora, incompleta yo, sigo mi camino con mucha menos piel que al conocerte. Ni dueña ni dichosa de tu memoria no alcanzo a comprender qué nos pasó; por qué fui más timón a la deriva que tu suerte.
Y ahora, que ya no busco tréboles de cuatro hojas que curen nuestra herida, me han crecido alas en la boca, sonrío a contra viento,
y aunque mi corazón parezca roca,
comienzo a volar lejos del lamento.
Si algún día me ves y vuelves a preguntarte quién era, yo te responderé: que en mi silencio fui la flor que se murió en tu primavera.
***
10
Lilián Pallares
Ansia de rabiar por ti,
del agridulce sabor de tu piel,
de tu cintura pequeña, escurridiza,
y de la presa que corre entre mis muslos.
Ansia de sudar sobre tu cuerpo indómito
y con el corazón en llamas gritarte a la cara:
engreído, cabrón,
polvo indigno de mi orgasmo.
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