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Sergio C. Fanjul: «Ahora hay un modelo de masculinidad y de paternidad diferente»

Sergio C. Fanjul: «Ahora hay un modelo de masculinidad y de paternidad diferente»

Hace unos meses el periodista Sergio C. Fanjul publicó El padre del fuego (Aguilar), una autoficción en la que fondeaba en los meses previos a la paternidad y analizaba qué es convertirse en padre. Su pareja y él aprendieron, como buenos periodistas, a partir de muchas lecturas previas sobre parto y crianza para, una vez llegó al mundo Candela, darse cuenta que uno aprende a amar a trompicones.

Sergio C. Fanjul no tuvo un buen modelo de padre en su infancia, su padre era un padre ausente con el deseo perenne de ser presente. Quizá por eso, se preparó a conciencia cuando la palabra padre le cayó encima. Como Zambra o Neuman dedicó además su tiempo a escribir sobre el proceso, a dejar constancia de ese “hacerse padre” por primera vez. Es El padre del fuego el diario de una paternidad, el deseo de relatar a su hija Candela cómo se sentían cuando ella estaba por venir. El libro de Fanjul navega entre el ensayo y la poesía, entre el manual y el diario. No es un método al uso, sino un discurso coherente sobre cómo cambia la vida cuando se es padre por primera vez.

El padre del fuego arranca con la muerte de su madre, casi al mismo tiempo que Candela se fue abriendo paso. Zenda se reúne con Fanjul para hablar de cómo convertirse en padre, de referentes literarios y personales. Hablamos con él sobre su escritura y su experiencia en la paternidad.

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—Cuando se enteraron de que iban a ser padres —dice en su texto— sintieron una sensación de irrealidad, como si se estuvieran mirando desde el balcón de enfrente. ¿Sigue teniendo esa sensación si piensa en esta obra? Si piensa en usted como escritor, ¿siente que se está viendo desde el balcón de enfrente?

"Siempre he escrito sobre lo cotidiano, ¿cómo no iba a escribir sobre tener hijos, que es una de las actividades más importantes de la vida?"

—Este libro es un poco eso. alguna vez me preguntaron para qué te sirve escribir un libro sobre la crianza. Yo respondía: para verme desde fuera, para estar más atento a las cosas que pasan. Es algo que llevo haciendo mucho tiempo. Cuando Facebook molaba yo solía escribir allí —a modo de diario— todo lo que me pasaba. El hecho de la escritura me hacía vivir de una manera más atenta, más centrada, más enfocada (como dirían ahora los del mindfulness). Todo lo que me pasaba lo iba subiendo. De hecho, tengo un libro que es una recopilación de todos los estados de Facebook de 2017 y no deja de ser, al final, un diario. Eso hace que viva más atento. Cuando iba de viaje, paseando… siempre estaba pensando en lo que iba a contar. Esa idea de escribir para vivir la vida de forma más atenta, enfocada e intensa también se ha reproducido en este libro. Siempre he escrito sobre lo cotidiano, ¿cómo no iba a escribir sobre tener hijos, que es una de las actividades más importantes de la vida?

—Estar viviendo de esa manera tan atenta porque luego puede ser que forme parte de su literatura, ¿le hace vivir un poco censurado?

— No. (Risas) Lo que no quiero poner no lo pongo en el libro y… ¡ya está! Escribir así no hace que viva agobiado. Si lo escribiera otra persona, sí. Si tuviera al lado un periodista o un biógrafo que estuviera mirando lo que yo hago, sí me sentiría observado.

—Cuando cayó sobre usted la palabra padre comenta que le hizo daño. ¿Cómo se cura uno de ese daño?

—Me hizo daño porque me sentía inmaduro, pero… ¡no llegó a lo que pensaba! Me sentía muy niño. Supongo que nos pasa a todos, que no nos sentimos capacitados para una palabra tan grande como padre o madre. Y padre, que es una palabra tan grave porque tradicionalmente el padre ha sido más severo o más duro, parece más grave que madre, que entra en otro territorio semántico, de la ternura, el cuidado… La palabra padre me asustaba, me parecía muy grave. Me asustaba incluso tener celos de mi hija porque me quitaba el papel de niño. Al final nada de eso ocurrió. Creo que es un proceso que es un shock pero es algo más paulatino y menos tremendo de lo que puede parecer en un principio.

—¿Cómo ha construido el modelo de padre que quiere ser?

"La realidad es que las madres suelen soportar dos terceras partes de las tareas aunque se tenga la sensación de que el reparto es equitativo"

—Tengo, como se cuenta en el libro, un modelo negativo, el modelo de mi padre. Era un padre ausente o un padre que quería estar presente cuando no podía. Mi padre tenía la mala costumbre de aparecer en los sitios borracho, querer estar conmigo cuando no procedía. Quería tener mi custodia, esto era un dislate porque no era una persona funcional. No se le puede criticar a mi padre el hecho de estar ausente. Él quería estar pero de una manera que no procedía. Me tomé, y me tomo, en serio la paternidad y la crianza por ese ejemplo negativo. Ahora hay un movimiento que es el de que los padres, los hombres, se impliquen más en la crianza de los hijos. Hace unos meses salió el vídeo del hombre blandengue de El Fary —del que hablo en el libro—. Se hizo viral. En este vídeo, El Fary decía que hay un hombre blandengue que no le gusta a las mujeres, un hombre que hace cosas como ir a la compra o llevar el carrito del niño. Son cosas sobre las que ha habido un progreso. Creo que a nadie, por muy ultrarreaccionario que sea, le parece blandengue ir a la compra o hacerse cargo de su hijo. Este movimiento de implicarse más en la crianza de los hijos es algo cultural, se ve de forma natural. A mi alrededor los padres se implican más. Después de publicar este libro salió uno titulado Toda la rabia, de Darcy Lockman, un libro que me gustaría haber incluido. Lockman habla de que incluso en las familias más progresistas, en las que creen que el reparto de tareas se hace a la mitad, la realidad no es esa. La realidad es que las madres suelen soportar dos terceras partes de las tareas aunque se tenga la sensación de que el reparto es equitativo. A pesar de todo esto, creo que hay un modelo de masculinidad, de paternidad, que es diferente.

—¿Cómo aprende uno a ser padre?

—Como Liliana y yo somos periodistas, antes de ser padres, tenemos ese defecto de haber leído mucho sobre el tema. Hemos buscado mucha información. No recuerdo que mis padres tuvieran muchos libros de crianza, ¡alguno sí tenían! Ser padre es un aprendizaje. Alguien me dijo que no hacía falta leer nada, que ser padre es un instinto natural. Entiendo ese instinto de protección de tus hijos pero eso no quiere decir que sepas cómo hacer las cosas, aparte de ese instinto o motivación hay cosas que aprendes por el mero ejercicio de las cosas, a base de hacer, de repetir y también por el intercambio de información entre los propios padres. Las madres manejan unas redes de información brutales. Hay grupos de crianza en whatsapp, muy activos, donde comparten todo tipo de información. Y no solo comparten sobre la crianza, hay discusiones sobre política, actualidad… son unos foros increíbles de comunicación.

—Dice que tener un bebé es un acto de generosidad, ¿también lo ha sido la escritura de este libro?

"Una de las cosas que me da pena es no poder preguntarle a mi madre cómo fueron esos tiempos para mí"

—Mucha gente me dice que qué guay que escriba este libro para Candela porque es una parte de la vida que no recordamos. Ahora que mi madre está muerta, Candela va creciendo… una de las cosas que me da pena es no poder preguntarle a mi madre cómo fueron esos tiempos para mí. Toda la gente que fue testigo de mi infancia está muerta. El otro día me encontré en Oviedo a una chica (ya una señora) que me había cuidado cuando era niño y nos saludamos por la calle. ¡No le pedí el teléfono! Fue una estupidez porque tenía que haberlo hecho para preguntarle tantas cosas de mi infancia a las que no tengo acceso…¡y ahora no tengo modo de localizarla!

—A lo mejor lee esta entrevista y se pone en contacto.

—A lo mejor. Si lo lee, que se ponga en contacto. Me parece que es un acto de generosidad para Candela en el sentido de que ella va a tener algún testimonio de cómo fueron sus primeros años.

—¿Cuándo deja un padre de sentirse un jarrón chino?

—(Risas) Creo que ya estoy empezando a dejar de sentirme así. Es verdad que durante el embarazo, parto y lactancia… son tres fases en las que no te queda más remedio que ser un secundario, un apoyo. No tienes mucho qué hacer de lo importante. Tienes que hacer, pero es bastante secundario. Tradicionalmente ha sido así. Pero ahora que Candela empieza a crecer, tengo más manga para explicarle cómo funcionan las cosas. Me gusta mucho contar cosas, por eso soy escritor y periodista. Cuando llegue a la etapa del «por qué” la voy a disfrutar mucho.

—¿Qué le gustaría que su hija encontrase en el microondas mágico cuando usted ya no esté?

"También me gustaría que encontrara lo que yo no tuve, una infancia feliz"

—Querría que encontrara dinero para poder vivir tranquila, que las cosas están muy malas. También me gustaría que encontrara lo que yo no tuve, una infancia feliz. Esa es la razón por la que yo me esfuerzo en ser un buen padre. Me gustaría que cuando abriera el microondas mágico tuviera un buen recuerdo de su infancia.

—¿Qué es ser padre?

—Es la pregunta que trato de responder aquí. La respuesta corta es criar un hijo, hacer que tenga una infancia sólida y feliz y que eso le permita ser una persona con futuro. Creo que ser un buen padre, además de proveer y criar, es dar unas bases afectivas, psicológicas para que la persona se desarrolle en plenitud. La respuesta difícil es cómo hacer eso, y sobre ello hay muchas teorías.

—¿Qué consejos le daría a unos padres que estén a punto de hacer fuego?

—Les diría que entiendan que los niños son como son. Son así porque son así, no porque sean malos o traviesos o porque les están retando. No tienen maldad, no manejan bien sus emociones porque no han aprendido. También les pediría que no les pongan el móvil.

—Este es un libro a medio camino entre el ensayo y la novela, con toques de humor y sentimentalismo. ¿Lo planeó así?

"El libro ha tenido algunos problemas para ser comprendido en las librerías más grandes y en algunos medios"

—Sí. Me gusta mucho este género híbrido. Pienso en los libros de Emmanuel Carrère o de Sergio del Molino, donde se mezcla la peripecia del escritor con la historia, se ven las costuras de la escritura. También en los ensayos ocurre, ya no están escritos en plural mayestático como antes. Al escritor se le ve. Este libro ha sido escrito así aposta. El libro ha tenido algunos problemas para ser comprendido en las librerías más grandes y en algunos medios. El libro tiene que estar en narrativa, no ficción o en ensayo (así lo colocan en las librerías más pequeñas), pero las grandes cadenas lo colocan en sitios raros como manuales de parto y embarazo, psicología infantil o autoayuda.

—¿Para qué escribe Sergio Fanjul?

—Buena pregunta. Tengo una afección llamada cronofobia (lo pongo en el libro). A todos nos preocupa el paso del tiempo. Escribo para fijar el tiempo, para que no pase.

—Cuéntenos su método de escritura.

—No tengo. Soy más bien brújula, muy caótico. Ahora tengo una vida muy ordenada, pero he sido freelance y trabajaba a ratos, por eso no tengo una metodología de trabajo.

—Ahora hay un boom de literatura dedicada a la paternidad (Neuman, zambra), ¿a qué cree que se debe?

—La literatura está cambiando. Debajo de todo está el feminismo que ha acabado haciendo que nos cuestionemos los roles. Muchos padres se han dado por aludidos. Es algo cultural, se está convirtiendo en lo normal y algunos padres que se implican en la crianza son escritores que escriben sobre ello.

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basurillas
basurillas
3 meses hace

Bonita entrevista y muy sutil.