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Shakespeare en Sevilla

Corría el luminoso siglo XVIII cuando un pequeño reducto en la Francia retrógrada que aún bebía del Antiguo Régimen trazaba con mimo el corpus de la célebre Encyclopédie. Nombres como Diderot, D’Alembert, Rousseau o Turgot hablaban en nombre de la razón, del antropocentrismo y la pureza de ideas, al tiempo que ceñían el arte a los parámetros impuestos por el idealismo grecolatino y renacentista, contra el pesimismo irracional de la Edad Media y el Barroco. Sin embargo, entre bambalinas se mueve un revoltoso Voltaire, quien ha vivido numerosos años en Londres, y que verá un brote de esperanza para la tan cacareada razón en la cultura inglesa, en su primigenio parlamentarismo y en el despertar que años más tarde llevaría la primera constitución del mundo a la América anglófona. Será él quien muestre una serie de cuartillas. En su reverso: Hamlet, por William Shakespeare. «Tenéis que probar esto», debió de decirles a sus compañeros ilustrados. Pero estos despreciaron a aquel bardo que hablaba de brujas y encantamientos. Se considera, canónicamente, este hecho como el desembarco de Shakespeare en el continente.

"Nos levantamos ayer con la noticia que confirma que la obra más antigua de Shakespeare en España ha sido encontrada en un colegio de Sevilla"

Nos levantamos ayer con la noticia que confirma que la obra más antigua de Shakespeare en España ha sido encontrada en un colegio de Sevilla, el San Francisco de Paula. Otro tesoro escondido. Según informa El País, se trata de La Famosa Historia de la Vida del Rey Enrique VIII, fechada en 1632. Nadie sabe cuándo llegó a Híspalis este ejemplar, pero parece difícil pensar en una fecha anterior al XIX. Sobre todo, porque hablamos de unos siglos donde las grandes potencias mundiales buscan una punta de lanza para ese arsenal que era ya en la Edad Moderna el idioma. El español había encontrado a ese prodigio inimitable que era Cervantes, renovador de la tragedia, revolucionario de la prosa corta e inventor de la novela moderna. El idioma inglés buscó una figura análoga en Shakespeare, se empeñó en igualarla a la cervantina, les hizo «morir el mismo día», y hala, a pelear en el campo de batalla del canon literario. Esta rivalidad hace difícil que una obra de este autor beligerante entrase a la península antes de que Ramón de la Cruz o Moratín hijo se agarrasen a la estela voltaireana.

"¿Cuántos tesoros en forma de libro habrá escondidos por las bibliotecas de nuestro país?"

Casi más difícil me parece que esta maravillosa edición sevillana que ya formaba parte del First Folio llegase a un humilde colegio de nuestra Andalucía en la era del dinero, es decir, cuando alguien se dio cuenta de que los libros pueden arrojar pingües beneficios llegados a un punto, más o menos a partir del siglo XX. Hoy este ejemplar que puede valorarse en muchos miles de euros no pasaría la frontera de los inversores, casas de subastas y bibliófilos varios que merodean la escena literaria. Por tanto, el enigma del Shakespeare sevillano se recrudece, se convierte en un dilema digno de novela de intriga. Si a esta noticia se une el reciente hallazgo veraniego en la universidad de Salamanca de otro Shakespeare, este de 1634, el noticiero nos anima a pensar: ¿cuántos tesoros en forma de libro habrá escondidos por las bibliotecas de nuestro país? ¿A qué extraños designios obedecen estas reliquias? ¿Qué vueltas y revueltas habrán dado alrededor del mundo? Ya lo dijo ese protoilustrado que fue Montaigne: no hay mejor sustento en el viaje humano que ese pequeño bien llamado libro.

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