Roma expandió su dominio sobre el resto de los países vecinos por medio de la combinación efectiva de la guerra, para posteriormente imponer su pax. Para ello utilizó un ejército compuesto por legiones, unidades que se desarrollaron a lo largo de siglos de campañas, convirtiéndolas en una herramienta bélica depurada y perfecta de la Edad Antigua. Cientos de generales romanos fueron forjando manu militari la disciplina que permitió que las unidades de su ejército actuaran, gracias al entrenamiento y orden, como sólidas armas de combate.
Las Guerras Cantábricas pusieron fin a doscientos años de lucha que las legiones tuvieron que librar para dominar toda la península Ibérica. Resulta asombroso pensar que fueran necesarias “seis generaciones de romanos para dominar a un puñado de tribus que lucharon con orgullo por su libertad e independencia”. Con el final de cada una de las guerras de conquista, los hispanos se dieron cuenta que la famosa pax romana se convertía, para los derrotados, en la “paz de los cementerios”, acompañada del pago de cuantiosos tributos en especie.
En la reciente publicación titulada Pax romana, el historiador, investigador y escritor Yeyo Balbás (Torrelavega, Cantabria, 1972) narra una parte de las Guerras Cántabras que se desarrollaron desde el año 29 a.C. hasta el 19 a.C., guerras que tuvieron como objetivo acabar con la resistencia de las tribus de origen celta que se asentaban en los territorios de los cántabros y de los astures. Balbás relata de manera entretenida las aventuras de su protagonista, Marco Vitrubio Rufiano, hijo adoptivo del célebre arquitecto de igual nombre. Vitruvio hijo ocupó en las legiones, como había sido su padre, el puesto de mensor, reputado cargo que se ocupaba de realizar las labores arquitectónicas y de construcción de los campamentos, cuarteles y defensas pasivas. Además, como todo legionario, participaba activamente en los combates en los que se veía envuelta su cohorte. Su antagonista es el héroe de los cántabros y astures: Ambatos, hijo de Cludamo, conocido por todos como “Corocuta”, enemigo acérrimo de los romanos.
Los cántabros estaban divididos en once tribus, entre las cuales destacaban especialmente los turmogos, vascones, várdulos, eduos, autrigones, berones, avaringios y orgenomescos, entre otras.
La todopoderosa Roma no logra encontrar la manera de derrotar a los cántabros, maestros en el empleo del método de guerrillas, y que no aceptan, como proponen los generales romanos, el enfrentamiento en campo abierto. Gracias a la escarpada geografía cántabra, la lucha se prolonga en el tiempo. Este hecho obliga a Octavio Augusto, una vez nombrado príncipe de Roma y primer ciudadano, a no permitir que un grupo de bárbaros hispanos continúe poniendo en jaque su poder. Para lograrlo decide que es preciso derrotar a sus enemigos mediante una formidable pinza formada por sus legiones, avanzando desde direcciones opuestas. Un contingente se desplaza desde el sur, bajo el mando del legado tarraconense Cayo Antistio. La otra parte de la pinza, liderada por el legado Cayo Furnio, la realiza la legión que estaba acuartelada en las tierras de los belgas y que navegó hasta los puertos naturales del mar Cantábrico.
Balbás realiza una presentación sobresaliente de los personajes, describiéndolos de manera sosegada y contando cómo era su vida en las legiones. Este pormenorizado relato ayuda a comprender cómo es su día a día en la legión y cómo, poco a poco, consiguen, a través de su formación, disciplina, orden y entrenamiento, convertirse en el arma letal que les permite someter a sus enemigos.
Marco, según las descripciones del autor, es un hombre culto cuyos valores al ingresar al ejército lo obligan a proteger y ayudar a sus compañeros en cualquier situación. Pero Marco, conocedor de la historia de Roma, sabía que cuando la pax romana llegaba a una tierra moría toda una era. Vitruvio hijo era consciente que, para él, la pax romana se había convertido en la búsqueda de otra clase de paz: su paz interior.
Yeyo Balbás narra, de manera esmerada, cómo se desarrollan las estrategias, tanto para la lucha como para la paz. Una de las tramas más interesantes es el conflicto que se desata con respecto a la guerra. Marco y sus compañeros se ven envueltos en las intrigas y luchas que se desatan entre una facción de la clase dominante romana, que obtenía grandes beneficios con el negocio de la guerra, y la facción antagónica, que deseaba la paz para poder establecer sus negocios y comercio en un ambiente pacifico. El objetivo final es conseguir el negocio que suponía la romanización de los habitantes de esa tierra. En el año 25 a.C. “Octavio, ya convertido en emperador, se ve obligado a tomar partido, pues su promesa de instaurar una nueva era de pax romana le exige respetar su palabra. Para lograrlo, qué mejor que seguir al tratado militar de Publio Flavio Vigencio, quien afirmó en el prefacio al libro III de su Epitoma rei militaris: “Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum” (Así pues, quien desee la paz, que prepare la guerra).
Las tierras de los cántabros y astures convirtieron esa zona del norte de Hispania en la auténtica “aldea gala” de los romanos. La clase dirigente romana empleó una gran cantidad de recursos para que, una vez finalizada la guerra, los vestigios de la romanización dejados a lo largo de los siglos en esas tierras puedan considerarse muy costosos y valiosos.
Siendo cántabro, el autor demuestra a lo largo del libro, con multitud de descripciones, las dificultades a que se enfrentaron los romanos al desplazarse de un lugar a otro, en una tierra completamente desconocida para ellos. Balbás, a través de esas descripciones, logra llevar al lector para que aprecie la dificultad que implica sobrevivir, como fuerza invasora, a lo largo de inmensos cordales montañosos, angostos valles, oscuros desfiladeros, impenetrables bosques y vertiginosos barrancos. Considero que Yeyo Balbás, a pesar de las dificultades añadidas por la pérdida de las crónicas cántabras realizadas en la época por Dión Casio, ha ficcionado un relato plausible y muy entretenido sobre lo que pudo haber sido la lucha de unos hombres, feroces defensores de su tierra, libertad y dignidad, frente a otros que pretendían dominarlos y despojarlos de su espíritu, identidad y riquezas.
—————————————
Autor: Yeyo Balbás. Título: Pax romana. Editorial: Pàmies. Venta: Todos tus libros.
Buenas tardes. Una duda tengo: seguro que vascones, vardulos y autrigones formaban parre de las tribus cantabras? Lo dudo, pues son tribus de origen vasco, faltan los caristios. Los autrigones, en el oeste de Bizkaia, serían vecinos de los cántabros, con relación clara, pero los cántabros son de origen celta, creo. Un saludo
Soy el autor de la novela. En efecto, el territorio cántabro llegaba hasta el río Asón aproximadamente, y los autrigones, várdulos y caristios eran pueblos aparte. Por otra parte, la epigrafía de época romana evidencia la existencia de onomástica celta entre estos pueblos, que según Joaquín Gorrotxategi podría coexistir con el protovasco.
Buenas de nuevo. He estado investigando yo también y podría ser, según investigaciones recientes, que Vardulia, junto con Caristios y Autrigones, fuesen de origen celta o indoeuropeo. Vardulia significa algo así como tierra fronteriza, algo similar a Ipuzkoa, que dio nombre al herrialde. Y serían asimiladas por los Vascones en su desplazamiento desde el Pirineo. He leído que los romanos ya lo tenían administrado de dos formas diferentes, desde César Augusta para los vascones y desde otro lugar (no recuerdo ahora) para las otras tribus. Pero son estudios no definitivos, pero sí apasionantes. Muchas gracias