Sólo la pérdida de valores, la inhumanidad y la completa falta de empatía pueden explicar que la bofetada de Will Smith a Chris Rock haya sido unánimemente condenada. Antes, cuando éramos civilizados, estas cosas resultaban entrañables. Todo el mundo reconocía en un puñetazo algo de sí mismo, cierto hartazgo y cierta liberación. Desde el “que te pego, leche, que te pego”, de Ruiz Mateos a Miguel Boyer al puñetazo de Camilo José Cela al periodista del corazón Jesús Mariñas, pasando por el cabezazo de Zidane a Materazzi en la final de un Mundial, la agresión calderoniana contaba con la compresión popular. Son muchas las veces en las que siente uno ganas de partirle la cara a alguien. Y algunas pocas veces, vas y le partes la cara a alguien.
Primero, hablemos de los límites del humor. Los límites del humor están justo ahí donde alguien se levanta y te parte la cara. Entonces has hecho bien tu trabajo. Yo, sinceramente, envidio a Chris Rock. Llevo más de cinco años escribiendo artículos con el único objetivo de que me partan la cara, y aún no lo he conseguido. Por supuesto, Ricky Gervais o Anthony Jeselnik no pueden dormir después de que Chris Rock tocara el cielo de la comedia. Gervais se ha reído de los niños con cáncer; Jeselnik hacía fiestas cada vez que un tiburón se comía a alguien. Generaron polémica, sí, les amenazaron de muerte, sí; pero nadie les dio un bofetón. Eso sólo lo puede decir Chris Rock, y por tanto Chris Rock es ya el mejor de todos los tiempos.
Los que trabajamos con la palabra, y con la posibilidad moral de la palabra, buscamos precisamente un límite, un muro, una hostia. Buscamos saber qué se puede aún decir que a ustedes les remueva por dentro. Chris Rock obviamente no ha denunciado a Will Smith, como pedían algunos salvajes; sencillamente, le debe el mejor momento de su vida.
Uno de estos salvajes favorables a la denuncia ha sido Jim Carrey, por lo demás un actor adorable. Carrey dijo que Rock debía denunciar a Smith y que, ojo aquí, “nada te da derecho a pegar a alguien por sus palabras”. Por supuesto, todo te da derecho a pegar a alguien muy exactamente por sus palabras. Aquí es donde el sentido común —en este caso encarnado en Carrey— sufre la adulteración fatal que les cuento.
Por decirlo pronto: póngame frente a una persona cualquiera, el propio Carrey, usted, Cristina Pedroche, un panadero. Denme información sobre la vida privada de esa persona (por ejemplo, familiares muertos de cáncer, niños perdidos al nacer, infidelidades dolorosísimas…) y en quince minutos como mucho dirigiéndole la palabra con la peor de las intenciones consigo que esa persona se lance sobre mí para sacarme los ojos. ¿Cómo que no puedes pegar a alguien por algo que te dice? ¿Se nos ha olvidado el dolor inmenso que puede causar una simple frase? ¿Se nos ha olvidado la maldad que anida en muchas personas a nuestro alrededor y en su capacidad para decirnos aquello que más daño puede causarnos? A una mujer que perdió a un hijo en un atentado terrorista, alguien le dirigió esta frase desde algún rincón de internet: “Yo te hago otro”. Si eso se lo hubiera dicho en persona, ¿a quién le parecería mal que esa mujer le diera un bofetón?
Establecido que, en efecto, hay simples frases que muy naturalmente provocan en alguien una acción violenta inmediata, la cosa se complica más. Porque a lo mejor una frase no tan demoníaca como la dedicada por ese miserable a la mujer que perdió a su hijo en un atentado también puede derivar en una acto de violencia. ¿Ustedes saben lo que lleva una persona en su corazón, en su cabeza? ¿Lo que arrastra, lo que soporta, el pozo sin fondo de su aflicción?
En el cine hay muchas escenas calcadas moralmente de la que en la vida real protagonizó Will Smith. Tomemos por ejemplo una de Manchester by the Sea. El protagonista, interpretado inolvidablemente por Casey Affleck, está solo en un bar tomando una copa. Enfrente, al otro lado de la barra dispuesta en U, hay dos hombres trajeados. De vez en cuando, alzan la cabeza y le miran. De vez en cuando, se ríen y le miran. Casey se levanta, rodea la barra, se arrima a ellos y les pregunta si se conocen. Ellos dicen que no. Casey: “¿Entonces por qué cojones me miráis?”. Y le suelta un puñetazo al que tiene más cerca, y después al otro.
¿Hace mal este hombre? Contexto: este hombre ha perdido en un incendio provocado en buena medida por su culpa a sus dos hijos pequeños, que acabaron carbonizados ante sus ojos. Desde entonces, después del divorcio y de un intento de suicidio, vive la vida como una penitencia interminable. ¿Hace mal este hombre? Sí. ¿Debemos perdonarle? Por supuesto.
Así, ¿qué sabes tú lo que tenía Will Smith en la cabeza, lo que tenía su mujer, Jada Pinkett, lo que andan soportando ambos, y su familia? Quizá una burla sobre la alopecia de Jada en una gala que estaba siendo vista por el planeta entero no era precisamente lo que más les apetecía. Quizá la suma de frustraciones, discusiones, medicamentos, terapias, llantos y desesperación que llevó la pareja a la gala sólo necesitaba un pequeño empujón para derivar en violencia. Quizá Chris Rock, sin saberlo, dio ese pequeño empujón. Una buena persona sólo puede comprender a Will Smith. Will Smith no cuenta con un historial de hostias dadas gratuitamente a personas que no le han hecho nada. Will Smith eres tú, en tu peor momento, en la situación menos adecuada, no soportándolo más. Toda esa gente denunciando desde el sofá de su casa una bofetada como si condenara un fusilamiento me ha parecido patética. Habría que haberlos visto tan firmes en la denuncia de la violencia si en lugar de Will Smith hubiera sido Nicole Kidman (una mujer) la que diera una bofetada a un hombre; o si hubiera sido Ricky Gervais (un hombre blanco), y no Rock, el que la recibiera de un hombre negro. Ahí todo su postureo moral adaptativo hubiera dado en columnas, artículos y tuits de muy distinta naturaleza, como sabemos todos perfectamente (ignoremos higiénicamente a los zumbados que en esta bofetada han visto no sé qué expresión precisa del heteropatriarcado y del machismo y de la fragilidad masculina, pues me precio de estar escribiendo para adultos).
Añadido a esta bajeza interpretativa generalizada, hemos contemplado además la total incomprensión de una bofetada o de un puñetazo de esta especie. Will Smith no ha pegado a Chris Rock para causarle un daño físico, ni le ha pegado por lo que ha dicho: le ha pegado para que dejara de hablar. “Quita el nombre de mi mujer de tu boca”, le gritó además. Pegar a alguien por algo que te ha dicho significa cerrar la conversación. Se trata, en rigor, de disparos al aire, un ataque preventivo, perfectamente diplomático. Si sigues por ahí, habrá guerra de verdad, es lo que significa este gesto violento: un aviso de que algo terrible puede suceder. Cállate, por el bien de ambos.
No entiendo cómo es tan difícil entender algo tan claro. Sólo los prejuicios ideológicos de nuevo cuño han hecho posible interpretaciones torcidas.
Gracias, Sr. Olmos.
Coincido totalmente!! Me encantó la nota!! 100
Entiendo la necesidad de decir algo original y un poco a contracorriente, pero no comparto. Will Smith se equivoco de aquí a Lima, dando la bofetada, volviendo caminando como un macho alfa, y luego dando un discurso lamentable cuando le dieron el Oscar, empaño su mayor éxito profesional con una actitud infantil por una broma mala. Si para desahogarte vale la pena tirar tu carrera por la borda lo ira dilucidando Smith en los próximos meses.
Tirar tu carrera por la borda por un arrebato es una de las cosas más satisfactorias que existen. ¡Viva España, leñe!
Venga ya, que por una bofetada en público en un calentón provocado «Will Smith haya tirado su carrera por la borda» es el clarísimo ejemplo de que hemos perdido la perspectiva y el sentido de la proporción. Que ha habido todo tipo de gente exitosa putera, maltratadora y pendenciera.
Por si no te habías dado cuenta lo hizo para que la gente supiéramos que es el respeto y la dignidad. Es curioso cuanto menos que como los medios de comunicación lo condenan vais unos cuantos en su defensa y eso que el chiste de Chris Rock es bastante machista. Hipocresía típica de nazis y cazadores de brujas en la edad medieval. Y el tonito asqueroso que os gastáis es igualito al de Grima, lengua de serpiente del Señor de los Anillos. Tic tac frustraditos, tic tac.
Me alegra no encontrarme tan sóla en este modo de pensar. Gracias
Equivocarse es humano. Pensándolo en frío seguro que no lo habría hecho, pero eso es lo que nos hace humanos: tener sangre en las venas. Quién ante una ofensa no se indigna es porque tiene el corazón helado. El paso de pegarle un guantazo o no, como bien dice Alberto Olmos, depende del momento personal que este pasando una persona. Muy acertado el artículo, sí señor.
El primero que perdió las formas fue el ‘humorista’. Si faltas a alguien al respeto ‘en broma’, debes estar preparado para que te devuelvan la ‘broma’. Pero no, estos seres de luz y lentejuelas están por encima de los modales y las buenas maneras, que son cosas obsoletas. ¡Y qué mal actuaba el Bardem forzando la carcajada cuando todos se reían de la Pene(lope)! Tienen que dar las gracias a Will Smith… Por fin hay algo interesante y natural en esta mascarada de millonarios. Si el año que viene se zumban más, igual me animo a ver la ‘gala’.
Gervais ha dicho que no hubiera hecho un chiste sobre el pelo de Jada, lo hubiera hecho sobre el novio de Jada.
¡Menos mal que los dos fueron, sean y son negros! Para seguir el rollo, digo.
Entiendo su postura y comparto algunos de los puntos que comenta. Creo que es posible que Smith estuviera en un momento y lugar de su vida en el que no podía tolerar una broma de ese tipo. Pero también añado que me parece equivocado el bofetón en si. Creo que Will Smith debió igual cortar esa conversación, como comenta usted, de otra manera, tal vez levantarse y decirle algo, aunque sea a gritos y a la cara o llevárselo aparte. No creo que debiera perder tan completamente el control. Precisamente lo reprochable en la acción es que, culturalmente, ya no estamos en la época del guantazo ante la afrenta.
[[…Quizá la suma de frustraciones, discusiones, medicamentos, terapias, llantos y desesperación que llevó la pareja a la gala sólo necesitaba un pequeño empujón para derivar en violencia…]]
Completamente de acuerdo. Lo dije en cuanto vimos en tv que no se trataba de un gag: «Ese matrimonio tiene un grave problema de pareja», solo le conocía a él en su faceta de actor y en sus colaboraciones de «El Hormiguero» y a ella de nada en absoluto. Ya pinto canas y la experiencia es un grado, especialmente en la vida.
Siento una gran simpatía por Will Smith, le veo muy perdido.
Vamos a ver. Que una sociedad, cómo la de EE.UU., con más violencia a sus espaldas que mil Alejandro Magno, se escandalice y crucifique a este excelente actor, por una bofetada BIEN DADA, es la prueba de que este mundo deriva hacia el precipicio.
¿Cuándo se aceptará que UN IMPULSO VIOLENTO es consustancial con la naturaleza humana?.
Menos mal que no conoceré el siglo XXII.
Creo que me suicidaría.
Primero que todo: no soy de los que condeno a Will Smith. Para mí todo queda en un incidente desafortunado.
Pero de lo que percibo que es el argumento de este artículo, tengo algo que decir. Quizás haya entendido todo mal, pero prefiero dejar el comentario para ver si por un casual hay más puntos de vista que me nutran más. Al leer este artículo me ha parecido por momentos que pareciera que la gente no puede solucionar cosas tan básicas como una broma sin usar la violencia. Maldita época de blandos donde la violencia física es mal vista cuando no es necesaria. Ignoro cuánto se habrá deshumanizado a Will Smith, pero en el artículo igual se empieza deshumanizando unánimemente.
La broma creo que en sí no ha sido destructiva, o negativa. No esta ocupando su calvicie como algo negativo, si no como una comparación con la actriz de J.I. Jane; en lo personal no considero su comparación como algo negativo. Matizo lo obvio; todo esto y lo que diré a continuación es mi mero punto de vista.
«Primero, hablemos de los límites del humor. Los límites del humor están justo ahí donde alguien se levanta y te parte la cara. Entonces has hecho bien tu trabajo».
Pongamos que soy un fanático religioso y que en lugar de justificar en este artículo la bofetada de Will Smith justificara los asesinatos de Charlie Hebdo en cada línea, y diciendo al final: «¿si fueras un fanático religioso y se burlaran de ella, lo entenderías?» Se puede probar a hacer ese ejercicio con el baremo de un fanático religioso, pues también tiene su límite. Por supuesto, el grado de violencia es completamente distinto y a simple vista, no tiene sentido lo que estoy diciendo. Pero como argumento completo, funciona. Funciona con todo: robo, violación… cualquier cosa que involucre violencia. Porque es de esas cosas que suena con sentido, pero no lo tiene. Por lo mismo, tengo la sensación de que el argumento del artículo a mi percepción es malo, o en su defecto muy incompleto. Eso sí, brillantemente escrito, y agradecido porque me haga tanto pensar como comentar esto.
En un todo, si la forma de tratar con insultos y/o malos tratos en un contexto de humor es la violencia, tengo mis diferencias. Especialmente cuando tengo discapacidad física.
La bofetada es condenable y también es comprensible, una cosa no quita la otra. Ahora, es una bofetada, no se ha levantado y le ha metido dos tiros, que escuchando a cierta gente es lo que parece. Las cosas antes de Internet eran: «hablas mal de mi mujer», «te doy un sopapo», «nos escandalizamos todos un poco, lo justo por la bofetada», «dejamos de hablar de ella por aquello de la empatía y tal, excepto alguno con el colmillo retorcido». En los tiempos de Internet la Inquisición no cesa, y hay que cancelar gente y pegar muchas voces. Cada vez hay más ruido y menos perspectiva, ese es el auténtico problema que está convirtiendo nuestras sociedades en un sinvivir.
Yo creo que fue poco. Es como cuando algún miserable se ríe de un minusválido. Esperaba que le bajara los dientes, así, además de no poder hablar no podría comer por un tiempo. Y mi carrera me la pasaría por allá. Y a los cobardes, también.