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Simon Armitage: «La poesía usa el lenguaje como si fuera dinamita»

Simon Armitage: «La poesía usa el lenguaje como si fuera dinamita»

Es un poeta alejado de los enclaustramientos y el encierro de los retiros literarios, que ha tallado su poesía en las corrientes ordinarias de la vida, en sus márgenes más abyectos o apartados. De procedencia humilde, vinculado a los barrios obreros, ha trabajado con presos, visto los efectos de las drogas y la huella del thatcherismo entre los más humildes. Simon Armitage, que ha seleccionado sus mejores poemas en Avión de papel (Impedimenta), es un hombre, y se le nota en la manera de seleccionar las palabras y responder a las preguntas sin apremios ni urgencias. No hay prisas en su carácter. Con una mano, enseña sus últimos poemas sin publicar, caligrafiados a mano en un cuaderno. Más que unas hojas de apuntaciones, esas páginas son la autopsia de un creador, los meandros por los que surca su talento y que acaba concretado en un poema, un pensamiento, una reflexión, a veces, todo eso a la vez.

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—¿Qué le ha influido más, Homero o Morrissey?

—Es una buena pregunta. Los dos están en la balanza. Entrevisté una vez a Morrissey. He tenido más problemas con Homero, porque es más difícil de traducir, pero musicalmente son lo mismo. Creo que si miramos los orígenes de la poesía tenemos que pensar en términos musicales. La poesía comenzó alrededor de un fuego y un templo. Comenzó con un tipo de canción. Morrissey pensaba en sí mismo en términos poéticos, pero sería justo decir que todo vuelve a la misma raíz. Pero la mayoría de las cosas en esta vida, la música y la poesía, se han vuelto especializaciones dentro de sus propias formas y maneras, así que ambas han divergido con el tiempo.

—Fue un agente de la condicional. ¿Qué le enseñó del hombre?

"He aprendido que la desesperación no tiene límites, como sucede con las personas que desarrollan una adicción a la heroína"

—Me dio, sobre todo, esa parte ética del trabajo que consiste en levantarse a las siete de la mañana y saber lo que conlleva el resto del día. También me ha ayudado a desarrollar cierto sentido y sensibilidad hacia la gente de los márgenes, que son personas sobre las que escribo. También he aprendido que la desesperación no tiene límites, como sucede con las personas que desarrollan una adicción a la heroína. Están dispuestos a hacer lo que sea para conseguir la droga, y eso era algo que yo ni imaginaba de joven. Esto me dio una perspectiva muy oscura de este mundo. Por eso empecé a buscar el bien en las personas.

—¿Cómo influyó en su poesía toda esta experiencia?

—Cuando estaba trabajando como agente de la condicional, me di cuenta de que cogía palabras y términos que se usaban dentro ese ámbito, como ciertos registros precisos de su habla, y los volvía míos. Hice una película sobre soldados envueltos en diferentes conflictos que sufrían síndrome postraumático. Yo quería escribir poesía auténtica sobre la guerra, pero yo no había estado jamás en un frente de ninguna guerra. Entonces entrevisté a esos soldados y empleé sus propias formas de hablar y de expresarse en sus declaraciones. Las usé en los poemas, de una determinada manera, para dar autenticidad a los poemas y obtener una voz para todas esas historias. Para eso usaba sus palabras. Pero también debo reconocer que provengo de la clase obrera, de los barrios del norte de Londres, y la manera de hablar con la que estaba relacionado no estaba demasiado alejada de esos ámbitos.

—Es una poesía alejada de torres de marfil, cercana a la vida.

"Los poetas deben salir a la calle y chocarse con la calle, con lo que hay en ella"

—Es imposible hablar de poesía como si fuera una sola cosa. En los 35 años que llevo escribiendo poesía he corroborado que resulta muy difícil hacer eso. La poesía es más amplia, mucho más. Es un círculo bastante complejo. Puede ser un acto público, performativo, de cara a la gente y puede ser también algo hermético y sellado, escolar y metido en sí mismo. Para mí es importante precisar esto porque he escrito clases magistrales advirtiendo precisamente a los poetas que no se queden en el ámbito académico. Los poetas deben salir a la calle y chocarse con la calle, con lo que hay en ella. Es un error para los poetas evitar el aprendizaje.

—¿Cuándo prendió la llama de la poesía?

—Cuando era estudiante y me encontraba todavía en la escuela. La verdad es que no estaba interesado en nada de lo que me enseñaban los profesores en el aula. Después apareció la poesía y ya me interesé por ella, porque la codiciaba, porque era alternativa y porque podía ser secreta. Algo que podía ser solo para mí mismo. Un refugio en el que reconocí enseguida que podía expresar mi conciencia.

—Era un rebelde.

—En parte (Risas). La poesía es importante para los jóvenes. La gente dice que ellos no leen, que son muy «casuales» con el vocabulario, que no les importa la tradición de la literatura, pero mi experiencia es contraria a eso, y creo que están muy interesados en el idioma. Simplemente son otros modos de entender el lenguaje y la poesía. Instagram, el hip hop… son otras formas que ellos poseen de mantener el interés y la intensidad. La poesía, con mayúsculas, enseña a no decir lo primero que se te ocurre, sino a reflexionar y pensar. Eso es crucial.

—Lenguaje. Y usted trabaja con él. ¿Cómo lleva su manipulación?

—Los políticos abusan del lenguaje. Lo usan como un instrumento barato, sí, como una herramienta barata. En cambio, la poesía usa la palabra para que sea y esté más considerada. La poesía usa el lenguaje como si fuera dinamita. Eso tiene que ver con la forma en que el lenguaje se manifiesta y que es diferente.

—Este libro es casi como una autobiografía. ¿Cómo ha evolucionado?

"Cierta poesía debe estar cerca de la gente, a su alcance"

—Refleja cómo he sido, en efecto. Se puede pensar como una biografía refractaria que representa tres décadas de lo que he sido como escritor y cómo he escrito sobre mí mismo. Verlo como una manera de acercarse a lo que he hecho, pero que si la quiere usar como una biografía, como lo haría un psicoanalista, le advierto que tendrá dificultades, porque no le voy a contar que el sábado anterior  compré unas zapatillas, aunque a lo mejor sí por qué debería hacerlo.

—Ha traducido y ha convertido en poemas historias clásicas, del pasado.

—Cuando vas hacia atrás, estás conociendo a tus ancestros. Entonces, traduces poemas como los de Homero. En cierto modo es buscar a los que te han precedido e interpretarlos de nuevo y dramatizarlos para nuestra época. Estos viejos poemas podemos dejarlos en manos de académicos, pero están muy apartados del lector común, y por eso yo pienso que le pertenecen al lector común y que traducirlos para ellos, en unas formas más actuales, de alguna manera es un acto de democracia. Cierta poesía debe estar cerca de la gente, a su alcance. Y se tiene que trabajar duro para mantenerla de esta manera y que no se olviden esas historias que relataba.

—Viene de la época del thatcherismo. ¿La poesía puede tener una implicación social? ¿Es posible separar la poesía de la vida?

—Viví el thatcherismo y he sobrevivido para contarlo. Fue brutal. No es broma. Tiempos muy duros. Muy divididos. Muy tribales. Los políticos, la política, se estaba viviendo de una manera visceral, con  manifestaciones, choques con la policía. Fueron dramáticos esos años, pero pertenecer, su experiencia, ha resultado interesante. He repetido lo que sucedía en la política, y en lo político, en público, en la radio, en la tele. Los poetas de mi generación expresamos esta extravagante época en la crudeza del idioma. Lo expresaba con el lenguaje mismo que procedía de las calles. En los medios estaban promocionado cosas bastante conservadoras, recuerdo, y mi dialecto era una versión más autentica de quién era yo en ese momento. Los márgenes eran el nuevo centro para mí.

"A un poeta irlandés le preguntaron de dónde provenían los poemas y replicó que si supiera de dónde procedían iría a por más"

—¿Qué es un buen poema? ¿De dónde surge?

—Sabes que es un buen poema cuando está convencido de lo que está haciendo, reconoces cuál es el efecto que produce en la gente y cuando se encuentra con el lector en ese punto medio que existe entre el escritor y el lector. A un poeta irlandés le preguntaron de dónde provenían los poemas y replicó que si supiera de dónde procedían iría a por más. Pueden empezar por un pensamiento, por una experiencia, por una provocación, pero, para mí, crecen o surgen a partir de estar soñando despierto. Es algo que no puedo enfatizar suficientemente lo importante que es. La mente empieza a rodar de una idea a otra, sin cesar, y durante ese proceso colecciona lenguaje, durante el camino, y sin darte cuenta puedes encontrarte con un poema ahí mismo, aquí mismo, ahora. Luego se trata de revisar y de reescribir. Estoy seguro de que los físicos de partículas deben de soñar despiertos, y también estoy convencido de que soñar despierto tiene más valor que estar en TikTok.

—¿Cuánto tiempo le lleva concluir uno?

—Tres semanas, seis… Es imposible determinarlo. Existen excepciones que salen de una manera espontánea. Hay poetas que pueden crear su obra rápidamente. Para mí es un proceso de eliminar palabras. Es un proceso de las palabras, de cada una de las palabras que se encuentran en el diccionario inglés. El problema de la poesía es que las palabras se ponen en medio del camino, son el obstáculo, en realidad, del poema. Un poema sería muy fácil si no fuera por el idioma…

—¿Es posible la poesía en una época de guerras?

—Sí, para la consolación. Y para reafirmar los principios y, también, darle su valor alto, su propio lugar, al valor que tiene el ser humano. El simple acto de crear un poema te pone del lado correcto de la situación. La historia de la raza humana está llena de gente mala, pero los poetas han estado siempre del lado correcto, del lado bueno (risas).

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don dumas
don dumas
1 día hace

Buena reflexión sobre el concepto de la poesía recogida en esta entrevista. Se eligió un mal titular: percibo a un buen entrevistado y un mal entrevistador